De un esperado encierro de Xajay, por cuanto hace al juego, en tanto que ha sido un hierro del que los toros se los han disputado las figuras, no fue hoy el caso, de lo que lo que se auguraba, por el contrario, así que lo que la terna, esta tarde, en lo que fue la primera corrida de la Feria de Pachuca, solventó con capacidad y valor, las complicaciones de unos astados que no lo pusieron fácil, así que, a la postre, los triunfos que hubo tuvieron un peso especial, salvo el que hizo cuarto, que tampoco precisamente, salvó el honor de la ganadería.
La gente que acudió a los tendidos de la Vicente Segura vio un festejo diferente, en el sentido que, no precisamente hubo del todo el toreo de arte, sino el de lidiar, además, con la adversidad de la climatología propia de estos días en esta ciudad, que es el cielo despejado y con viento.
De los toros queretanos de Xajay, algunos cinqueños, solo el cuarto, fue completo, por bravo, pronto a los cites y que transmitió emoción, que recibió merecidamente los honores del arrastre lento, y con algunas cualidades el sexto, aunque le faltara voluntad y transmisión. Los demás fueron complicados, justos de bravura, defendiéndose siempre, con poco juego.
Así las cosas, el máximo triunfador fue Arturo Saldívar, que saludó con una larga d rodillas y de pie veroniqueó bien al que hizo cuarto, un animal que desde su salida arrancó largo y con franqueza. Hubo un momento emotivo en varas con César Morales, que le recetó dos puyazos, destacando en banderillas José Ventura, que pareó con precisión y lucimiento, a un animal pronto y con son. De muleta, comenzó por alto, para que después se entregaran toro y torero, en una conjunción que hizo que el público reconociera el trasteo del diestro, en el que hubo ayudados largos, en redondo, con algunos de pecho rodilla en tierra, así como trincherazos.
El animal tuvo calidad por ambos pitones, y el torero se recreó, merced de que la res repitió con voluntad, además de con largueza, con sentimiento, lo que hizo que transmitiera a la asistencia. Se tiró a matar, dejando una estocada apenas caída, con la que se pidieron las orejas, aunque, en conjunto, solo fuera (por la estocada), era para una. El toro recibió los honores del arrastre lento.
A su primero le trazó verónicas, que entusiasmaron a la concurrencia, rematadas con un recorte, y tras emplearse el animal en el caballo, intentó la faena a un astado castaño, capa pocas veces vista en este hierro, con el que poco pudo hacer, merced de que se defendió el animal, siempre avisado también, orientado y, así, no se empleó. Herró con la espada antes de mandarlo al destazadero, y fue pitado tras escuchar dos avisos.
El debutante en este coso, Francisco Martínez, cayó de pie. Como carta de presentación fue la entrega. A su primero lo lidió inteligentemente con el percal, por su incierta salida, bregándolo hacia los medios. Luego de recibir dos puyazos, el burel se complicó en banderillas, siendo los peones quienes clavaron de uno en uno, los palitroques, sorprendiendo a la res, es decir, a la media vuelta. De muleta estuvo firme, ante un astado que como habían sido los dos anteriores, no se empleaba, hondo de caja, astifino, que se pensaba las embestidas. Así, fue robándole los pases, hasta lograr un trasteo machacón que la gente reconoció, y le agradeció, por lo que tras dejar una estocada apenas tendida como caída, le fue otorgada una oreja.
Ante el que cerró plaza, uno de los toros del encierro que se dejó meter mano, aunque le faltó transmisión, lo toreó bien con el percal, así como en quites. A este sí lo banderilleó, y lo hizo no solo con eficacia sino con lucimiento, dejando un violín, un quiebro y un cuarteo, para ser muy aplaudido. Con la muleta comenzó doblándose, pero, como al toro, pese a tener fijeza y repetición le faltó ese punto para que el escaso público se entregara. Quizá pudo haber sido otro el resultado si no hubiera sido porque falló con el acero, porque hubo solo palmas cuando se fue a la barrera.
Por otro lado, la actuación de Sergio Flores fue un derroche de torerismo y oficio. Con el segundo del festejo hubo un trasteo sólido, por la manera en que le plantó cara a la res, robándole los pases, con valor, porque el toro se lo pensaba entre pase y pase, defendiéndose más que embistiendo. De no ser porque falló con el acero, pudo ser otro el resultado y no sólo la fuerte ovación que recibió en el tercio.
Con el quinto, un burel de bonitas hechuras y pinta, en cambio no tuvo contenido, fue manso no solo al caballo, sino cuando el torero buscó pegarle los pases, sin que hubiera a la postre más remedio que el que lo lidiara de forma eficaz.