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Bruno Aloi cae de pie en Arroyo

Sábado, 30 Sep 2023    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Hidalgo           
Cortó dos orejas y salió a hombros este sábado en el coso de Tlalpan
Veni, vidi, vici, dice la frase latina para describir la victoria de Julio César en la Batalla de Zela contra el reino del Bósforo, y de la misma manera, "vino, vio y venció", Bruno Aloi cortó dos orejas y se convirtió en el primer gran triunfador de la temporada de la Plaza Arroyo, donde el público disfrutó con la impronta de torero caro que atesora.

En este caso, el apellido Aloi buscará trascender el toreo a pie, y aunque hoy día, siguiendo los pasos de su padre la baraja mexicana ya tiene a un matador de toros a caballo –Fauro, de nombre-, el menor de la casa quiere abrirse camino toreando a pie, dejando su impronta de torero serio, con sello propio que ya viene dando de qué hablar y mañana debutará en la plaza "Nuevo Progreso" de Guadalajara.

Si bien es cierto que el triunfo fue favorecido en buena medida por el cariño y apoyo del público, entre el que se encontraban diversos familiares y amigos de Bruno, el impacto que provocó se debió a ese desparpajo tan torero, que lo mismo le vale para torear con temple y despacio, que para improvisar delante de la cara de los novillos.

Y quizá lo más trascendente el día de hoy fue que se sobrepuso a una fuerte voltereta, cuando intentaba "dormirse" en un recorte con el capote y terminó por echarse encima al novillo de José Arroyo, remiendo de uno titular de La Venta de Romero, que ya no jugó porque se había estragado mucho, según dijeron.

Delante de este ejemplar, que fue noble, y un tanto flojo de salida, Bruno toreó a placer por mandiles, y más tarde también con la muleta, aunque a veces sin comprender del todo los terrenos de un redondel que tiene sus características especiales. Y aunque se empeñó en torear cerca de toriles, quizá para ya no contradecir a "Bohemio", ahí relajó la figura y encajó los riñones para disfrutar y hacer disfrutar al público, contagiado por el olé sonoro de su porra, pero también el de los aficionados cabales.

Después de ver tantos pinchazos a lo largo de la tarde, la estocada, delanterilla y desprendida, algo perpendicular con la que culminó su labor, encendió el ánimo de la concurrencia, que no dudó en pedir las dos orejas para Bruno, que de esta manera demostró que ha venido de España tumbando caña y con el ferviente deseo de darse a conocer lo más pronto posible.  Lástima, pues, que La México siga cerrada, porque estos son los toreros que tendría que estar avivando la ilusión del público capitalino a mayor escala.

La lidia más estructurada y precisa de la novillada la hizo Jesús Sosa, que debe seguir rumiando su amargura por su deplorable manejo de la espada. El torero tlaxcalteca recibió a "Fonfi" (curioso nombre para un toro, por cierto), a porta gayola con una impecable larga cambiada, y luego de torearlo con mucho rumbo a la verónica, jugando los brazos con armonía y economizando pasos al reponerse, hizo un quitazo por gaoneras. Vamos, de lo mejor que se ha visto en la Plaza Arroyo en estos sábados.

El novillo de Palma del Río, hierro perteneciente a Arturo Lebrija, no sólo era bajo y bonito, sino capacho de pitones, lo que lo hacía todavía más apetecible al ojo de los toreros. Y cuando se definió comenzó a sacar la clase que llevaba dentro, un detalle que nunca desaprovechó Sosa para torearlo en series por ambas manos, inclusive de rodillas en el primer encuentro tras haberse cambiado el tercio.

Si acaso, en su técnica se echaba en falta no "meterlo" tanto, sino llevarlo más en la línea, y reponerse perdiéndose un par de pasos, pues el de Palma del Río tendía a hacer un poquito hilo en la muleta, y ese aspecto a observar era, ciertamente, algo muy fino de conseguir. Pero bien dicen por ahí que el último tiempo del muletazo, cuando se sabe rematar por debajo de la pala del pitón, es asunto de figuras del toreo.

Después de torear aseado y abrochar las tandas con largos y sentidos pases de pecho, amén de otros adornos, como fueron los desdenes o los molinetes, Sosa ejecutó unas valientes bernadinas. Y cuando ya le tenía cortadas dos orejas de ley, cayeron, uno a uno, los pinchazos y los golpes de descabello, que lo llevaron al límite al escuchar dos avisos. No obstante, y en reconocimiento a la calidad de su toreo, la gente, otra vez con buen tino, lo llamó a saludar una ovación, premio de consuelo que hoy no le alcanzó para trascender, y ya va siendo de que así suceda, pues es el líder el del escalafón y el novillero más toreado de todos.

El hidrocálido Emiliano Robledo enfrentó al otro ejemplar de Palma del Río, lidiado en tercer lugar, un novillo por cuyo trapío hubiese sido más propio lidiarlo en un festival. Y cuando todos pensaban que podía salir igual de bueno al primero, éste comenzó a presentar varias complicaciones.

Con voluntad de agradar y buenas maneras, Robledo consiguió lo más destacado de su labor cuando hizo un excelente quite por caleserinas que le fue jaleado con mucho entusiasmo por el público. Más tarde se afanó en encontrarle la distancia y sitio al novillo, que solía quedarse corto y arrollar, y en algunos pasajes de su deshilvanada faena encontró el acoplamiento. Pero luego llegó la hora de matar… y nada. Pinchazos van y vienen, lo mismo que golpes fallidos de descabello, y la gente ya no traga eso. El paso del tiempo trajo consigo los tres terribles avisos, y el novillo tuvo que ser devuelto, no sin cierta dificultad, a los toriles.

Hidalgo García enfrentó al novillo más serio del encierro, del hierro de La Venta de Romero, que tenía un par de afilados pitones que nada tenían que ver con el novillo de Palma del Río descrito líneas arriba. Imponía respeto, y más delante de un torero que lucía una montera con un barboquejo atado por encima, con ese listón negro, reminiscencia curiosa y pocas veces vista del siglo XIX.

El novillo tuvo un par de primeros tercios buenos y luego se desfondó y acabó aburriéndose. Se agradece el bosquejo de quite de oro que intentó Hidalgo García, sin terminar de cuajarlo, y luego algunos detalles cuando vio que era imperativo confiarse porque "Perla Negra", que así se llamaba el novillo, acudía con nobleza al engaño.

Con la gente un tanto fría, inclusive cuando dejó quietas las zapatillas, así transcurrió un trasteo 
sin emoción, que concluyó de media estocada tendenciosa que le agradecieron con algunas palmas.

Siguen apareciendo toreros interesantes en la Plaza Arroyo, a los que vale la pena apoyar y seguir. Ojalá que más publico asistiera a estos bien organizados eventos, porque la Fiesta necesita enviar un mensaje de esperanza a la afición capitalina y también otro de que los toros no están prohibidos en esta ciudad.

Ficha
Ciudad de México.- Plaza Arroyo. Tercera novillada de la temporada. Media entrada, tarde espléndida. Dos novillos de Palma del Río (1o. y 3o.), uno de La Venta de Romero (2o.) y uno de José Arroyo (4o., (remiendo de uno de La Venta de Romero), desiguales en presentación y de variado comportamiento, de los que destacó el 1o. por su clase, premiado con arrastre lento. Pesos: 412, 400, 422 y 404 kilos. Jesús Sosa (azul celeste y oro): Ovación tras dos avisos. Hidalgo García (azul turquesa y oro): Palmas. Emiliano Robledo (azul marino y oro): Silencio tras tres avisos. Bruno Aloi (mercurio y oro): Dos orejas. Incidencias: Destacaron en banderillas José Ventura "Ventura" y Claudio Montiel, que saludaron una ovación en el 1o. y el 4o. y Montiel repitió la dosis en el 2o. y también saludó. Pascualet bregó con temple el 1o.


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