Hace unos meses el Instituto Juan Belmonte realizó una clasificación de los mejores libros taurinos. Le pidieron a periodistas, escritores, poetas e investigadores relacionados con la tauromaquia española que cada uno hiciera su propia clasificación y, después, el Instituto realizó una especie de sumatoria y publicó su ranking. Conforme iban apareciendo las listas, repasaba sobre esos libros e imaginaba la mía.
Hacer una clasificación de libros no es tarea fácil. Hay muchas respuestas a la clásica pregunta de por qué leemos. Lo hacemos por entretenimiento, para reflexionar, para aprender, para soñar…
Harold Bloom, el mordaz crítico literario, decía: "En definitiva leemos para fortalecer nuestra personalidad y averiguar cuáles son sus auténticos intereses (…) Sin duda, los placeres de la lectura son más egoístas que sociales. No se puede mejorar de forma directa la vida de nadie leyendo mejor o más profundamente. No puedo por menos que sentirme escéptico ante la tradicional esperanza de la sociedad, que da por sentado que el crecimiento de la imaginación individual ha de conllevar inevitablemente una mayor preocupación por los demás, y pongo en cuarentena toda argumentación que relacione los placeres de la lectura personal con el bien común" ("Cómo leer y por qué", Editorial Norma, 2000).
En un tono más optimista, el escritor norteamericano
David Foster Wallace dice que leemos para pasarla bien: "La ficción para mí, principalmente como lector, es una extraña espada de doble filo. Por un lado, puede ser difícil, redentora, moralmente instructiva y todas esas cosas que aprendemos en la escuela, por el otro, se espera que sea divertida, es muy divertida. Y lo que me llevó a escribir fueron sobre todo los recuerdos de tardes de lluvia muy divertidas pasadas con un libro. Era una especie de relación. Creo que parte de la diversión, al menos para mí, era formar parte de un intercambio entre conciencias, una forma en la que los seres humanos hablan los unos con los otros sobre temas de los que normalmente no hablamos". (Citado en
Domínguez, C. "Por qué leemos? Cinco autores dan cinco posibles respuestas". Disponible en la siguiente página:
"Libropatas" (haz clic aquí).
Si la lectura es un ejercicio individual, hacer un rankings de libros es algo ocioso y más si es el resultado de un agregado de diversas clasificaciones. No obstante, es un proceso entretenido y despierta el interés por leer o releer algunos textos.
Para el Instituto Juan Belmonte los tres primeros lugares son ocupados por "Juan Belmonte, matador de toros", de Manuel Chaves Nogales; "El hilo del toreo", de José Alameda y "Tauromagia", de Guillermo Sureda. Si bien son textos muy distintos uno de otro, yo también los colocaría dentro de mi top cinco.
La semana pasada leí "A la luz del toreo. Tradición hispánica y humanística en la tauromaquia" (Biblioteca Nueva, 2018), de Javier García Gibert. Si bien estoy sesgado porque es el último libro de toros que he leído, me parece que está entre los mejores libros que han llegado a mis manos.
Javier García Gibert es un filólogo y ensayista español experto en el Siglo de Oro y en la tradición literaria occidental que incluye fuentes grecolatinas y judeocristianas. Culpa a la dictadura de lo "políticamente correcto" de los ataques a la tauromaquia. Explica que los fundamentos doctrinarios están en la intención de crear un "pensamiento único", que abarca un variado abanico anamalista, feminista, antihispanista, entre otros. Ante la confusión de la sociedad actual, Javier García Gibert decide reivindicar la intemporalidad de los valores asociados a la tauromaquia.
El libro inicia como una defensa de las corridas de toros desde la tradición hispánica y desde una concepción humanista clásica. El punto de partida es una concepción del ser humano basa en la dignidad y en el libre albedrío. Deja clara las diferencias entre las personas y los animales y hace hincapié en el sinsentido de intentar igualar a todos los animales como lo hacen los antiespecistas.
El libro va evolucionando, se crece y se convierte en uno de los de los grandes ensayos taurinos que he leído. Habla de la belleza, de la emoción y del recuerdo. Para explicar la estética taurina acude a Friedrich Schiller. El poeta y filósofo alemán explica la belleza con referencias a la humanidad frente a la animalidad y al libre albedrío frente al instinto. "La dominación de los instintos por la fuerza moral es libertad de espíritu". García Gibert vincula el concepto de "gracia" de Schiller con la torería que es “una bella expresión del alma en los movimientos voluntariosos".
Quizá el momento más emotivo del libro es cuando describe cómo vivió la tragedia de Víctor Barrio en la plaza de Teruel. Dice: "Victor Barrio murió esa tarde por un deseo puro y valiente de producir belleza, y ese deseo crudamente abortado del torero muerto se desplazó a la hora misma de su muerte a un torero vivo, Curro Díaz, con la potencia pura y triunfante de una reencarnación y un alumbramiento. La inmolación de Víctor exigía la necesidad de una continuación redentora en el arte de Curro, y esta se produjo en el momento mismo. Curro dotó de sentido la muerte de Víctor, y Víctor engrandeció la obra de Curro. En términos históricos, su maravillosa faena será olvidada lógicamente por la magnitud del desastre, pero en mi sentir y en mi recuerdo fue ese desastre precisamente el que proyectó la faena de Curro a la dimensión existencia y filosófica más honda y al nivel espiritual y artístico más alto".
En el ensayo, Javier García Gibert habla con propiedad y conocimiento de toreros mexicanos, algo inusual entre la mayoría de los autores españoles que desprecian lo que vine de ultramar. García Gibert ilustra sus conceptos mencionando a Rodolfo Gaona, Armillita, Manuel Capetillo, Manolo Martínez, Rodolfo Rodríguez "El Pana" y David Silveti.
Si tuviera que ponerle un "pero" al libro, sería que es inconsistente cuando se refiere a México: a veces lo escribe con "j" y otras con "x". Otro error es que no incluye en la bibliografía las referencias a las obras no taurinas que cita durante el ensayo. Me parece que estas dos erratas se deben más a problemas de edición que a fallas del autor.
"A la luz del toreo" es, sin duda, uno de los grandes ensayos de nuestra época y merece estar en el cuadro de honor de las bibliotecas taurinas.