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La última tarde de José Tomás en Madrid

Jueves, 15 Jun 2023    CDMX    Juan Antonio de Labra | Infografía: LM   
El 15 de junio de 2008 cortó tres orejas y sufrió otras tantas cornada
Hace exactamente 15 años, el 15 de junio de 2008, José Tomás toreó por última vez en la plaza de Las Ventas de Madrid, en una corrida de tintes épicos distinta a la que diez días antes había protagonizado en su regreso a la capital, ahí donde no se han vuelto a dar las circunstancias para verlo torear nuevamente.

En esa corrida anterior, que tampoco se televisó, la de su reaparición luego de su alejamiento cinco años de los ruedos, el torero de Galapagar se había convertido en amo y señor de Las Ventas, y con una sola tarde le había puesto su nombre a la temporada madrileña. El impacto de su toreo fue mayúsculo y sacudió los cimientos de la tauromaquia, porque ahí quedó de manifiesto que venía provocando una revolución en cuanto a la pureza de su técnica, el ajuste de sus procedimientos, las alturas de los engaños, y una colocación tan precisa, que marcó el rumbo del toreo de nuestros días.

Después del incontestable triunfo de cuatro orejas de esa primera corrida, ríos de tinta corrieron en los periódicos, las revistas, y los medios audiovisuales o digitales, pues todo mundo quería opinar lo que se había vivido en Las Ventas con los toros de Victoriano del Río el día de la confirmación de Daniel Luque. Y uno de los periodistas que mejor han contado las sensaciones que dejó José Tomás, fue Paco Aguado en las páginas de 6 Toros 6, y lo hizo en los siguientes términos en la edición del martes 10 de junio:

"Con sus mejores armas, con el capote y la muleta, el genio desarmó limpiamente tanta sandez, tanto odio, tanta sicosis. Simplemente, haciendo el toreo. Poniéndose en ese lugar donde los toros embisten, y cogen, sí, aunque ninguno de los victorianos lo hiciera, o sin que él se dejara, para que nadie tuviera que recurrir al manido y estúpido argumento de su torpeza, de su falta de técnica. Parecía como si José Tomás, el torero de más técnica del momento -sólo tapada a los ojos de los ciegos-, quisiera que esta vez todo le saliera limpio para enseñar, desde el mejor escenario posible, el de mayor proyección, que todos estaban equivocados, los defensores y los atacantes, los hooligans radicales y los refinados intelectuales; para demostrar que no hay ningún recoveco en su toreo ni en su personalidad y que, por encima de tanta palabrería, hay únicamente un torero, un grandioso torero".

En la crónica de esa segunda corrida del 15 de junio, en la que José Tomás compartió cartel con El Fundi y el francés Juan Bautista, José Luis Ramón escribió en las páginas de la misma publicación:

"Dos faenas de José Tomás fueron suficientes para recordarnos que el toreo, además de arte que se escribe en el aire, también es drama, vibrante y rojo como la sangre de los toreros. En ocasiones, cuando los toros así lo demandan, el toreo es un arte que pide a cambio lo más valioso que tiene el hombre, su vida misma. Estoy seguro de que si hubiera podido elegir, las tres orejas que cortó el domingo, José Tomás hubiese preferido conquistarlas de la misma manera en que obtuvo las cuatro del día 5 de junio.

"Pero los toreros como José Tomás no eligen, sino que simplemente asumen los dictados del toro. Si toca torear, torean; si toca jugarse la vida, se la juegan Si corresponde sublimar el toreo, se sublima; y si corresponde, para torear, pisar el terreno exacto donde los toros cogen y hieren, se pisa.

José Tomás fue una vez más fiel a sí mismo: sin engaños ni vacilaciones, mostró su otra versión, la del torero heroico que tanto desagrada a los aficionados de corazón débil, pero que también torea. Desde luego que todos preferimos el toreo más perfecto, menos dramático, pero la Fiesta ha llegado hasta aquí intacta y gloriosa, porque de vez en cuando pisan la arena de las plazas los hombres capaces de ponerse allí donde nadie se pondría. Eso también es el toreo".

En aquella inolvidable corrida se lidiaron tres toros de Puerto de San Lorenzo, dos Toros de Cortés (el hierro filial de Victoriano del Río) y uno de El Torero, y la faena de cante grande vino en el quinto, cuando José Tomás ya tenía la Puerta Grande entreabierta luego de haber cortado una oreja al segundo. Sigamos con el relato de José Luis Ramón:

"... Las otras dos las cortó al quinto, un sobrero de El Torero. La faena tuvo dos partes, que las cantó el propio matador cuando, saliéndose para afuera, embarcaba con dulzura por el lado derecho y tocaba abajo con firmeza por el izquierdo. En las tres primeras series de derechazos, José Tomás hizo un toreo largo y templado, mandón y muy puro; al echarse la muleta a la izquierda llegó el percance. El toro, tras ceñirse en dos o tres naturales de escalofrío, se le paró debajo y, como el matador no dudó, se lo llevó por delante. Se levantó José Tomás herido y sangrando, pero volvió a la cara del toro. Entonces llegaron dos series de redondos a pies juntos que fueron un canto a naturalidad, al gusto y al toreo acariciado. Con la plaza rota de emoción, José Tomás ligó cuatro manoletinas inmensas. Una vez más, esta suerte de dramático adorno, se convirtió en fundamental. Entró a matar como si le fuera la vida en ello, y volvió a ser empitonado. Y la plaza no pudo más; mientras el toro doblaba, rompió a pedir las dos orejas para el hombre que, allí abajo, había dado una lección de ética y entrega.

"José Tomás, roto pero frío como el mármol, cogió las dos orejas, le agradeció a los espectadores su entrega incondicional y, cruzando el ruedo, se fue caminando despacio hacia la enfermería".

De esta manera, la salida triunfal en hombros no se pudo concretar, y sólo quedó la estela de haber cortado un total de siete orejas en dos tardes consecutivas, en un lapso de 10 días. Pero más que los trofeos, detrás de José Tomás quedaba lo más importante: El TOREO. Sí, en mayúsculas.

El parte médico de esta cornada establecía lo siguiente: "Fue atendido de tres cornadas: una en el tercio medio superior del muslo derecho, de 20 centímetros, que destrozó el músculo abductor; otra, en la rodilla derecha, de cinco centímetros, y otra más en el tercio inferior de la pierna derecha. Pronóstico: grave.

Tres lustros han transcurrido de esta efeméride tan significativa en la historia reciente de la plaza de Madrid y, de entonces a la fecha, el mito viviente y silencioso llamado José Tomás, permanece en el imaginario colectivo de aquellos que admiran el arte del toreo como una profunda expresión del espíritu.


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