"No hay que dar toros por capricho": De la Peña

Sábado, 10 Jun 2023    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Archivo   
Habla de su experiencia de más de 30 años dando festejos en pueblos
Carlos de la Peña fue novillero a mediados de los años ochenta, y desde que empezó a torear colaboró con distintos empresarios que, como él afirma, "conocían esto al derecho y al revés", y de todos aprendió para su posterior carrera como promotor taurino en los pueblos, mayoritariamente del estado de Hidalgo.

El padre del actual novillero Paco de la Peña, tuvo como maestros a Alberto Cosío "El Patatero", Pepe San Martín, Ernesto San Román "El Queretano", Curro Leal o el matador Jesús Solórzano, que compaginó su carrera en los ruedos y también organizó muchos festejos taurinos, y considera que lo más importante para organizar un evento, sobre todo cuando lo llaman de un patronato de feria de un pueblo, es saber escuchar a la gente, ser realista y sensible a sus necesidades.

Dice que los viejos empresarios le enseñaron que las ferias "no son de nadie" y por ello hay que trabajarlas bien para que, cuando se regrese a dar toros en un futuro, después de que otro haya pasado por determinada plaza, se sigan haciendo sin "encarecer" a la Fiesta de manera innecesaria, y evitar que comiencen a existir vicios que luego no se puedan revertir.

"Cuando me llaman para encargarme la gestión de un festejo taurino, lo primero que revisamos es el presupuesto, como es lógico suponer. Partiendo de esa base, procuramos buscar la fórmula para hacer rentable dicho dinero, y en ese proceso siempre he tenido en cuenta algo que para mí ha sido fundamental en mi trabajo como empresario taurino: hay que escuchar a la gente y conocer sus necesidades, y en función de eso concebir qué tipo de toreros y toros se pueden contratar, así como el precio que tendrán los boletos".

Otro aspecto básico en su forma de proceder es ver esto como un negocio, tal y como se lo enseñaron sus mentores, y no como un capricho. Además, suele apretar los gastos al mínimo y echar mano de otros recursos para sumar más dinero que, en un momento dado, le permite ganar o, en su caso, perder lo menos posible, optimizando todos aquellos recursos que estén al alcance de la mano, lo que a veces ocasiona que la formalidad de estos festejos quizá no esté a la altura de cómo los conciben otros empresarios.

"En los pueblos donde doy toros ya tengo una serie de estrategias que me ayudan a sumar algo más de dinero extra al presupuesto inicial, como es la venta de publicidad. A veces quizás no sacas ni cinco mil pesos, pero todo suma. Voy con los negocios locales y les ofrezco publicidad. Se trata de taquerías, llanteras o carnicerías. Por otra parte, promociono los festejos con carteles tradicionales, y bardas pintadas, con herramientas que la gente identifica plenamente. En publicidad me gasto unos seis mil pesos, por ejemplo, y tal y como la hago siento que me da buenos resultados, sobre todo si consideramos a qué público la estoy dirigiendo".

Afirma que la carrera taurina de su hijo no le ha costado, pues otros empresarios saben que él no paga por un puesto en una novillada, ya que no tiene necesidad de eso porque constantemente organiza festejos donde lo incluye en sus carteles. Sin embargo, es consciente de que a lo largo de los años la práctica de pagar por torear siempre ha existido, y considera que a los toreros jóvenes que tienen afición hay que apoyarlos, pero que los veteranos o "caprichosos", paguen si así es necesario.

"A mí me gustaría que ningún novillero pagara por torear, pero a veces no queda más remedio que eso suceda, sobre todo cuando se trata de novilleros veteranos o con recursos, que están acostumbrados a hacerlo, y esa aportación a veces ayuda al presupuesto de un festejo y te facilita sacarlo adelante. En ocasiones, los toreros se han puesto a vender boletos y es una fórmula que también es una práctica muy utilizada que contribuye a que se pueda dar un festejo, y no hay que dejar de observar que, muchas veces, gracias a esos toreros que pagan, se les da oportunidad a otros novilleros".

Por otra parte, Carlos de la Peña comenta que "no hay que encarecer la Fiesta", sino al contrario, tratar de acortar los gastos al máximo", porque al final de lo que se trata es de dar toros ahí donde hay un motivo para darlos y no por capricho. No es saludable inventarse fechas ni recintos, en ese sentido es un empresario "conservador" y tradicionalista, sabedor de que la gente en los pueblos tiene sus "querencias".

"Aquí nadie va inventar el hilo negro, como se dice. Hay que repetir las fórmulas que han dado resultado, sobre todo en los pueblos, que es los que yo me debo, es el terreno que conozco mejor. No por pensar en organizar un evento caro y con supuesta gran categoría, tienes garantizado que la gente vaya a los toros, y es verdad que, en los pueblos, a veces no se puede poner un boleto en más de 150 pesos. Pero entonces regalas muchos boletos, y si de los que regalas acude un 20 por ciento y se toma una cerveza, ya con esto tienes otro ingreso que permite salir adelante. Además, yo no lo vendo la carne a los que la compran, porque la pagan muy barata, y han hecho creer que la carne de toro de lidia no es buena. Si ahorita la están pagando a unos 40 pesos el kilo, yo consigo venderla en 65 pesos... pero a otros compradores. Todo esto abona a la salud financiera de la organización de un festejo".

Afirma que en ciertas ocasiones ha llegado a ganar entre 100 y 150 mil pesos por una novillada, aunque esos son "garbanzos de a libra" que le han permitido continuar con su trabajo como empresario, porque el toro se lo ha dato todo y gracias a ello ha conseguido tener una empresa de transporte que es la base de su negocio, misma que está vinculada al toro.

Asimismo, comenta que ya nadie ayuda a nadie por la desunión que existe en el gremio, y que los ganaderos a veces creen que son figuras y pretenden vender sus novillos a precios que el presupuesto para determinado festejo no alcanza.

"No todas las ganaderías pueden cobrar lo que pretenden, eso es evidente. Y aunque sé que el precio de los toros está muy castigado, de pronto ciertos ganaderos se ponen sus moños y creen que sus toros valen más de lo que realmente valen. Por allá de 1990 organicé 46 vacadas en el cortijo del matador Miguel Ortas, con vacas de desvieje, para dar oportunidad a los más nuevos y ver cuál podía funcionar, y hoy los ganaderos, muchos de ellos, no ayudan a los novilleros y no los invitan a las tientas o sólo invitan a un grupo muy selecto y no abren el abanico".

Un consenso entre los empresarios que dan novilladas, ya sea en plazas de primera categoría o en pueblos, sería un encuentro interesante para compartir conocimiento y experiencia, porque, a final de cuentas, al profesional sí debería importarle que se den toros en este segmento porque ahí radica el provenir de la Fiesta, pero sin que la organización de este tipo de festejos tienda a ser deficitario o, inclusive, hasta ruinoso.


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