La Feria de San Isidro que llegó a su fin el domingo pasado, luego de celebrar un total de 18 corridas de toros, tres novilladas y dos corridas de rejones, rompió el récord de asistencia con una ocupación del 91 por ciento (20 mil 897 personas de promedio en cada tarde de toros), un hecho que genera un panorama halagador para el resultado final de la temporada en la plaza de Las Ventas, que hasta ahora ha celebrado 32 festejos y terminará el 12 de octubre con la Corrida de La Hispanidad.
Y este hecho ha sucedido inclusive con la liberalización de precios, sobre todo para los boletos que se vendieron "sueltos"; es decir, sin estar amparados por un abono, así que la recaudación en taquilla fue cuantiosa si se considera que hubo magníficas entradas, de las que en nueve se colgó el anhelado cartel de "No hay billetes", como dicen en España.
Los festejos que registraron las entradas menos concurridas fueron las novilladas, aunque el promedio de asistencia por tarde fue de unas 18 mil personas, algo así como tres cuartas partes del aforo cubierto, ya que hoy día, con la reciente remodelación hecha a la plaza, el total de asientos registrados contabiliza la cantidad de 22 mil 964 lugares, que es la cifra oficial de los "No hay billetes", según los datos ofrecidos por la empresa en la corrida del 10 de mayo.
Ni siquiera el clima desapacible, ya fuera por el viento –que se convirtió en una desagradable constante– o la lluvia que cayó en algunos festejos, minó el interés de un público variado al que se ha sumado un importante contingente de jóvenes, que desde hace unos tres años están interesados en la tauromaquia, muchos de ellos inspirados por el huracán llamado Roca Rey.
Balance de los toreros
A lo largo de todos estos días de toros en Madrid, solamente hubo tres faenas premiadas con dos orejas: la de Emilio de Justo al toro "Valentón", de Garcigrande, la tarde del 11 de mayo; la de Sebastián Castella a "Rociero, de Jandilla, el 19 de mayo, y la de Diego Ventura a "Montecillo", de Carmen Lorenzo, realizada el 20 de mayo.
Las demás fueron orejas sueltas obtenidas por el propio Diego Ventura, en la misma tarde, con el segundo toro de su lote, para contabilizar tres apéndices en dos corridas y erigirse como el máximo triunfador numérico de la feria, aunque sin dejar de mencionar que el caballista de La Puebla del Río cuajó tres faenas de gran nivel.
También cortaron una oreja cada uno, Tomás Rufo, Ginés Marín, Gómez del Pilar, el mexicano Leo Valadez, Román, Uceda Leal, Castella (en su segunda actuación), Paco Ureña, Lea Vicens, Guillermo Hermoso de Mendoza, y Fernando Adrián, que cosechó sendos trofeos el 31 de mayo y abrió la Puerta Grande, misma que fue franqueada otras tardes por De Justo, Castella y Ventura, respectivamente. En total, se concedieron 20 orejas: 14 a los toreros de a pie, y seis a tres rejoneadores.
Daniel Luque fue un triunfador sin trofeos, pues en su segunda comparecencia, volvió a demostrar que atraviesa por el mejor momento de su carrera, pero no ese día no lo entendió así el juez de plaza de turno, José Luis González, que le escamoteó la concesión de un trofeo de ley tras haber ejecutado, la que quizá sea la mejor estocada de toda la feria, conjuntamente a la de Uceda Leal al toro llamado "Salinero", que traía "un sombrero de charro" por pitones, y al que hizo una faena clásica rematada de una soberbia estocada.
De los que menos torean, cabe destacar a Adrián de Torres. El de Linares tuvo una entregadísima actuación que también debió haber sido premiada con un trofeo. Seguramente su nombre aparecerá en las corridas del mes de julio, por derecho propio, y luego de sobreponerse a un par de fuertes volteretas, escena que fue una constante en varias corridas, habiendo resultado heridos de consideración Sebastián Castella y José Garrido, que no debió aceptar la corrida de Adolfo Martín que le ofrecieron.
Otros más veteranos, como el caso de Morante de la Puebla, en el colmo de su mala suerte en los sorteos, o José María Manzanares, que no hizo gran cosa y pasó inadvertido, mientras que la figura de hoy, el peruano Andrés Roca Rey, no dejó la huella esperada en dos tardes difíciles.
Mejor librado salió Miguel Ángel Perera, que tuvo dos entonadas actuaciones que no rubricó con la espada, mientras que Alejandro Talavante cuajó una faena inspirada a un noble toro de Alcurrucén, debajo de una tormenta, que no remató con la espada. Fernando Robleño gustó mucho con el toro "Aviador", de Adolfo Martín, y fue el único torero que, habiendo pinchado esa faena, el público lo obligó a dar dos vueltas al ruedo. Por su parte, también habría que destacar el paso de Ginés Marín por la feria, donde dejó constancia de su madurez y proyección.
El toreo más bello de capote corrió a cargo de Diego Urdiales y Pablo Aguado en la misma tarde, delante de los toros de El Pilar, que se recrearon hasta lo indecible toreando a la verónica, enseñando que el lance fundamental del toreo del primer tercio, cuando se hace así, no deja lugar a ninguna otra suerte.
De los mexicanos anunciados, sobresalió Leo Valadez, que fue uno de los once espadas que tocaron pelo, y eso tiene un meritorio peso específico. Tanto Isaac Fonseca como Arturo Saldívar, en sus respectivas actuaciones, dejaron entrever su ambición por el triunfo, y a Octavio García "El Payo" que estuvo displicente y le faltó meter el acelerador a fondo, sobre todo con el primer toro de su lote, del hierro de Luis Algarra.
De los nueve novilleros que torearon en las tres novilladas de feria, ninguno cortó oreja. No obstante, Christian Parejo, Mario Navas, Jorge Martínez o Víctor Hernández, entre otros, dejaron constancia de su buen hacer con tres encierros de escaso juego, pertenecientes a los hierros de Los Maños (que resultó dura); Montealto y Fuente Ymbro.
Balance de los toros
A lo largo de la feria ha habido toros muy importantes, y dos encierros de nota alta: el de Santiago Domecq, lidiado el 24 de mayo, y el de Victorino Martín que cerró el ciclo. De los toros sueltos jugados en distintas corridas, habría que apuntar a "Valentón", de Garcigrande; a "Rociero", de Jandilla, y al magnífico "Cartelero", de José Escolar, lidiado por Gómez del Pilar, y que debió irse al destazadero sin las dos orejas puestas. Y qué decir de "Contento", con el hierro de Santiago Domecq, que fue un dechado de bravura y nobleza, y que no acabó de cuajar del todo Fernando Adrián. Posiblemente, "Contento" sea el toro más completo de la feria.
De las corridas mejor presentadas e igualadas fueron las de Juan Pedro Domecq, lidiada en una tarde en la que el viento no dejó ver a toros ni toreros; la de José Escolar, que tuvo sus matices y aportó un punto extra de diferencia por su procedencia Albaserrada, y otra correspondiente a dicho encaste: la de Victorino Martín. Cabe mencionar que se lidiaron una gran cantidad de toros cinqueños, lo que generó, en ciertos casos, una emoción especial.
Balance de los jueces de plaza
Un total de cinco jueces de plaza presidieron los 23 festejos de Las Ventas en esta Feria de San Isidro, a diferencia del año anterior, que fueron seis. Se trató de Víctor Oliver (cinco tardes), Eutimio Carracedo (cinco tardes), José María Fernández-Egea (cuatro tardes), Ignacio Sanjuán (tres tardes) y José Luis González (tres tardes).
Es preciso señalar que, tanto José María Fernández-Egea como José Luis González, se incorporaron este año, luego de haber sido delegados gubernativos en 2022, y vinieron a suplir el hueco que dejaron los jueces de plaza Gonzalo de Villa Parro, Jesús María Gómez y Juan Francisco García, que en 2023 ya no estuvieron en la lista. De tal forma que ahora sólo fueron cinco en lugar de los seis que presidieron las tardes de toros en la Feria de San Isidro, que este año se redujo en seis festejos con respecto de 2022, ya que el año pasado se celebraron un total de 29 festejos.
El que más trofeos concedió fue Eutimio Carracedo, con un total de siete (cinco a toreros de a pie y dos a rejoneadores, éstos en la última corrida de caballistas). La Puerta Grande de Emilio de Justo en la primera actuación del extremeño fue más bien simbólica, pues la concesión de la segunda oreja a ese bravo toro "Valentón", generó cierta controversia.
La Puerta Grande de Fernando Adrián también quedó en entredicho, si se considera que al entrar a matar al gran "Contento", ejecutó un metisaca antes de colocar una valiente estocada "a toma y daca". Pero resulta inconcebible que en la llamada "primera plaza del mundo", por más que exista una petición mayoritaria, se conceda una oreja luego de un inicial metisaca, que no un pinchazo arriba, ojo, que todavía hubiese sido más justificable que lo primero. Este pasaporte hacia la calle de Alcalá corrió por cuenta del juez Ignacio Sanjuán.
José María Fernández-Egea concedió cuatro apéndices y le negó uno a Francisco José Espada (de manera por demás rigorista) y otro a Paco Ureña, en la que sí parece haber sido la actuación más centrada –sin dejar de ser muy exigente– de los cinco jueces de plaza que ocuparon el palco de la autoridad, muy en el aire del criterio para premiar o dejar de hacerlo de hace unos años en que en Las Ventas había menos disparidad de criterio entre los jueces.
Y si ese fuera el criterio, el aplicado por Fernández-Egea (al que el público está más acostumbrado), pues bienvenido sea. Pero sus compañeros tendrían que tratar de equiparar esos criterios, lo mismo para la devolución de toros puntuales que no debieron continuar la lidia por su falta de fuerza. En dicho sentido, quizá convendría conocer cuáles son los criterios de los asesores, cuatro respetables toreros retirados como son: Pedro Herranz "Madriles", Luciano Briceño "Lumbreras", Faustino Inchausti "Tinin" y Joselito Calderón.
Acerca de la labor de los veterinarios, que en esta plaza son tantos como 16, no se puede hacer un juicio de valor en virtud de que el trabajo observado atiende a lo visto sobre el ruedo, cuando los toros aparecen en la arena. Pero tal vez también valdría la pena hacer una documentación más amplia, in situ, para poder forjar una opinión más acertada de su determinante trabajo, en un año en que en los corrales de Madrid ha habido ciertos cambios y se ha resucitado La Venta del Batán para exhibir algunos encierros, en un hecho que no ha gustado a todos los ganaderos.
Porque cabe decir que, en esta feria, el criterio fue sumamente dispar de tarde a tarde entre los jueces de plaza, siempre condicionado por las circunstancias de cada corrida (y ese temor de negar o conceder una segunda oreja que abra la Puerta Grande) o influenciado por lo hecho por algún otro compañero juez un día anterior. Y por eso se pudo observar la correlación entre orejas negadas, legítimamente merecidas, y otras concedidas de manera benévola. Porque de lo que se trata aquí es de atender la demanda del público, pero con un equilibrado sentido común y sin apartarse del rigor propio de esta plaza, que nunca debe de ser intransigente.