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Fallece el ganadero Gerardo Martínez

Jueves, 11 May 2023    CDMX    Juan Antonio de Labra | Foto: Archivo   
Criador de El Colmenar y hermano mayor de Manolo Martínez
El que fuera ganadero de El Colmenar, y hermano mayor de Manolo Martínez, el ingeniero Gerardo Martínez Ancira, falleció este lunes 10 de mayo a los 91 años, en su casa de Ciudad Victoria, de causas naturales, y deja un importante legado como un estudioso del toro bravo, y gran criador de otras razas de bovinos de abasto en los que cosechó destacados logros.

El ingeniero Gerardo nació en Monterrey el 17 de octubre de 1931 en el seno de una familia acomodada, que, como se sabe, estaba emparentada con el presidente Venustiano Carranza, que era su tío abuelo. Este entorno le permitió emprender estudios como ingeniero civil en la Universidad de Nuevo León, en la misma facultad que su padre había fundado años atrás, y desde su etapa como charro se aficionó mucho al campo y al toro de lidia, que comenzó a criar con su hierro de El Colmenar en 1965, cuando adquirió un lote de vacas españolas, de encaste Parladé, Francisco Madrazo Solórzano, entonces ganadero de La Punta, del que aprendió las bases genéticas y de selección para comenzar a desarrollar su trabajo.

El primer rancho que tuvo se llamaba "Agua Nueva", y se encontraba en Espinazos, Nuevo León, en una zona desértica, donde llevó el primer ganado de lidia que había adquirido de la ganadería de Remigio González, que también tenía sangre de Matancillas-La Punta. Posteriormente, compró el rancho "Santa Elena", ubicado en Múzquiz, Coahuila, cerca de San Buenaventura, adonde trasladó su ganado y aumentó el pie de simiente con el mismo origen.

Ranchero como pocos, y comprometido hombre de campo, el ingeniero Martínez encaminó los primeros pasos de su hermano Manolo en los lienzos charros a comienzos de la década de los sesenta, y como era un aficionado entendido en el comportamiento del toro, su inteligente mirada influyó en la mentalidad del mandón, que al cabo de los años también se iba a convertir en una importantísima figura del toreo y en un excelente ganadero, para lo que ya apuntaba condiciones de llegar lejos cuando la muerte cortó sus aspiraciones antes de cumplir 50 años.

Los estudios realizados a largo de su provechosa vida como criador, le permitieron al ingeniero Martínez establecer diferentes métodos de crianza, tanto para el ganado de registro, con razas como Beefmaster (fue socio fundador de la Asociación Nacional de Criadores) o Angus y Red Brangus, así como en el ganado de lidia, del que llegó a tener un considerable número de cabezas (más de 600) en su hermoso rancho ubicado en Soto La Marina, Tamaulipas, al que le dedicó gran parte de su existencia y donde desarrolló un singular sistema de manejo de talante holístico, que tan buenos resultados le aportó en su faceta como ambientalista.

Su amor por el toro le hacía hablar de una manera especial, siempre sosegado, profundo, para aportar ideas novedosas, como las que, en su día, le transmitió a Pancho Miguel Aguirre Farías, que le compró la ganadería de El Colmenar, y ahí terminó de afinar su magnífica "teoría del depredador", enunciada de manera asombrosa en el interesante libro "Embestida, ni al rojo ni al movimiento", publicado en 2017.

En el año de 1988, en compañía de su hijo Gerardo, compró una punta de vacas y un semental de Jaral de Peñas (origen San Miguel de Mimiahuapam), mismas que trasladó a otro rancho de su propiedad, llamado "Buenos Aires", mismo que había adquirido en 1968. Y así comenzó una sociedad con don Luis Barroso y llegaron a tener 400 vacas de vientre. Posteriormente, en 1990, compró el rancho de Soto La Marina, y ahí fue donde asentó sus reales.

Entre sus amigos, y quien también le vendió ganado fue Fernando de la Mora y, desde luego, Pepe Chafik, y así fue como creció el hato que, más tarde, fue vendiendo en distintos lotes a varios ganaderos que empezaban con la misma labor. Su afán era la crianza más que la lidia, y sacaba muchos erales y novillos para festivales y novilladas, habiendo lidiado pocas corridas, pues siempre consideró que para llegar a hacer eso debía seguir afianzando su labor como genetista y el pleno conocimiento de su ganado.

En sus tientas siempre invitó a los toreros de Monterrey, y Manolo Mejía fue uno de los tentadores oficiales de su casa, adonde al término de cada intensa jornada de selección, se daba a mirar videos y analizar el juego de las becerras en la tienta en aquellas interminables conversaciones de toros, plagadas de cariño y amistad.

El ingeniero Martínez, un apasionado del campo y el toro de lidia, un ganadero "químicamente puro", en palabras de su hijo, que siempre hizo lo que consideró más prudente, lejos de la fama y los reflectores, trabajando en soledad y armonía. Desde estas breves líneas enviamos nuestras más sentidas condolencias a toda su familia, especialmente a su hijo Gerardo. Descanse en paz.


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