Al saltar el quinto hubiésemos podido decir que ahora de La Maestranza nadie sale sin su propina. Pues iban, contando las de hace ocho días, diez faenas, nueve saludos y una vuelta al ruedo en fila. Cero pelo.
"Camorrista", negro, algo zancudo, bien puesto de pitones, no formó camorra de salida. Con desgano se tragó los lances de recibo y las tres entradas al caballo de Francisco Sánchez, forzadas por el palco, dado el casi ningún castigo que toleró. Para bien serían los picotazos, pues conservó fuerzas más que sus hermanos y lo mostró vibrando con Curro Javier y José Prestel en un ovacionado tercio.
Lorenzo, ni corto ni perezoso, lo brindó a la distinguida media plaza, (ole por los aficionados buenos) y lo sacó de tablas con cuatro muletazos bien facturados, a rodilla doblada, uno de costado, cambio de mano y natural. Toro y parroquia en la canasta. De largo, a galope, cuatro derechas, cambio y pecho, atado todo y ligado todo con otra serie ídem que sumó la banda al jaleo. Por naturales, hasta siete, forzados y ayudados, de planta firme y convicción, echó más leña al fogón.
Molinetes, capeínas, trincherillas y firmas redondearon una faena sólida. Y hasta se jugó todo a la carta incierta de una tanda final que parecía sobrar y posiblemente deslucir. Pero no. Ligó, tres naturales, trinchera, cambio de mano, pecho y un majo ayudado. Sin sonreír una sola vez. A volapié. Espada en lo alto, vertical, tris deprendida pero fulminante. La mayoritaria oreja, cortó la discusión trigonométrica del centímetro más, centímetro menos. De todas formas la ejecución, contó.
Lo mejor de capa fueron las cuatro verónicas y media de José Garrido, al primero. Por lo demás una surte lucida por ahí otra por acá, entre mucha intrascendencia. El Niño de la Capea, en una barrera, resumió: Él, se puso donde el toro tenía que ir y el toro no fue.
Por su parte, Alfonso Cadaval no pudo descifrar con su incipiente tauromaquia las complejidades de su lote. Pese al cariño de sus paisanos que le ovacionaron tras la lidia del aplaudido segundo.
Santiago Domecq, no estuvo a la altura de las expectativas. El policromático encierro evocador de Torrestrella, no dio la talla, ni por bravura, ni por fuelle, ni por clase. Fueron al peto sí, con más o menos enjundia, valga decir. Pero las ovaciones a los arrastre del exigente tercero y el alegre quinto no deberían confundir a nadie.