En una tarde llena de entrega, el hidrocálido Arturo Macías "El Cejas" se erigió triunfador de la sexta y última corrida de la temporada en Mérida tras el corte de una oreja, en tarde donde Julián López "El Juli" y Alfredo Ríos "El Conde" terminaron por irse vacío.

La última del serial atrajo de nuevo a los aficionados tras el anuncio del retorno de El Juli que no pisaba el albero yucateco desde hace 14 años y, para su mala fortuna, tuvo poca materia prima en su primero porque poco se prestó para el lucimiento y el segundo un toro de cara anovillada que le trajo sinsabores, en lo que para el madrileño se convirtió en una tarde para el olvido.

Con el que abrió plaza Alfredo Ríos "El Conde" asomó un toreo alegre. Gustándose con el capote por chicuelinas de recibo y chicuelinas andantes para llevarlo al caballo, pasajes en los que su antagonista ya asomaba pocas bondades, pues por su debilidad se sostenía con pinzas. Tras brindar al respetable, dio paso a una labor con la entrega como bandera, arrancando muletazos de mérito ante un toro escaso de fuerza, que le valoraron los aficionados. Mató al cuarto viaje.

Con su segundo, otro toro con buen pitón derecho pero que le costaba un mundo repetir en la muleta, El Conde anduvo profesional y honrado. Buscándole las vueltas hasta lograr pasajes dignos de encomio, sin poder llegar a redondear faena.

Ovacionado desde su llegada, que marcaba su citada reaparición, Julián López "El Juli" alcanzó intermitentes bosquejos con su primero tras lucir por chicuelinas y terso quite por mandiles que le jalearon desde las alturas. Pero no hubo más para contar en casa. Con la muleta, el toro no pasaba completo, punteaba y por si fuera poco, el morrito agarró y se rajo, refugiándose en tablas. Lo intentó el madrileño, al final con pocos dividendos.

Su segundo fue el de menos trapío de la corrida y quizá de la temporada. Anovillado de cara, terminó por inclinar la balanza a la contra en el ánimo de los aficionados, que poco le tomaron en cuenta al coleta, pese a los destacados muletazos endilgados al morito que sin ser un dechado de cualidades, se empleó hasta hacer pensar por momentos que el madrileño le daba la vuelta a la tortilla cambiando lanzas por cañas. Más todo fue un espejismo. Se impuso el desánimo y se dividieron las opiniones. 

Quién le puso el cascabel a la corrida fue Arturo Macías apenas y se abrió de capa. El toro de pinta jabonero -con mucha plaza-, acaparó miradas y levantó la expectación. Y el hidrocálido se puso entonces de rodillas y le endilgó vistosos afarolados de rodillas y se gustó en el quite por gaoneras. 

Y de ahí la faena transcurrió en medio del interés general. El toro tenía mucha calidad, sobremanera por el lado derecho, pero se paró pronto. Y Macías supo acortar terrenos, no sin llevarse una voltereta de órdago sin consecuencias, para volver a meterse en la cuna y terminar con un desplante de hinojos, ya con el engaño a un lado y los aficionados volcados de su lado. Tardó el toro en doblar pese al espadazo, pero al final su entrega tuvo premio.

Y con el cierraplaza, de nuevo la entrega. Con la mente en el triunfo grande, se prodigó en esfuerzos para hacer pasar al de Fernando de la Mora, que punteaba. Las tandas transcurrieron entre altibajos, sin que el ánimo del aguascalentense decayera. Y se volcó en la estocada, errando con la toledana lo que le privó de su primera puerta grande ante la afición meridana.