Víctor José López "El Vito" nació el 2 de agosto de 1940 en la capital de Venezuela, y actualmente contaba 82 años. Desde pequeño tuvo una gran afición por los toros y las letras, hasta convertirse en el maestro del periodismo taurino del país hermano, al que amó y defendió hasta en los momentos más difíciles, sin descanso por ver florecer nuevamente la fiesta de los toros en su tierra.

Su dilatada y brillante carrera no sólo abarcó el tema de los toros, que era su pasión, sino también la actualidad y la política, habiendo publicado varios libros que han trascendido, entre los que se cuentan "Memoria de Arena", "El Toreo en Venezuela", "Solera brava, el toro de lidia venezolano", "Fragua de toreros", además de la biografía del maestro César Girón. El más reciente fue una semblanza dedicada al ganadero Javier Garfias.

La sensibilidad de El Vito para ver toros y toreros lo llevó a ser un periodista conocedor y respetado, no sólo por su estilo ameno y sencillo, sino directo y profundo, que sabía desentrañar los detalles más interesantes de una corrida, que podían quedar plasmados en una crónica escrita, en un comentario para la radio o de televisión, ya que su versatilidad como comunicador le permitió dominar varios medios a la vez.

En la mayoría de países taurinos fue muy apreciado por el trato tan amable y refinado de su persona, amén de la ayuda que brindó a quien lo necesitara. Y de esta manera fue como hizo muchos amigos en el medio taurino, siendo México, y sus toreros, a los que llevaba en el corazón, prácticamente desde que vino aquí la primera vez en 1969 y le tocó vivir la tragedia de la muerte del matador Antonio Velázquez.

Sus viajes por la geografía del toro le habían proporcionado una visión mucho más amplia de la Fiesta, y tanto en España como en México y otros países taurinos de Sudamérica, había fundamentado su conocimiento de las plazas, sus públicos, y sus ganaderías, siempre observando todo con una inmensa afición y ganas de aprender. Todo este conocimiento sabía transmitirlo con una enorme naturalidad, al distinguirse por ser un charlista de esos que cada vez nos quedan menos.

Todavía no hace muchos años, su entrañable amigo Chucho Arroyo, le organizó un homenaje en su plaza de Tlalpan, al que acudieron varias figuras del toreo con las que tenía una entrañable amistad, y que ese día le rindieron un precioso homenaje al que, entre muchos otros, también acudió el apoderado don Rafael Báez, con el que tenía una estrecha relación.

Desde estas breves líneas enviamos nuestras más sentidas condolencias a su familia, especialmente a sus hijas Ana María y María Gabriela, así como sus numerosos amigos, los que supo cultivar a manos llenas. Descanse en paz, el maestro Vito, cuya partida deja un hondo hueco muy difícil de llenar.