Gómez Valle vino por primera vez en la década del dos mil, y fue no con mucha fortuna, y ahora, apenas tuvo éxito en su reaparición por dos toros, sobre todo uno (el que hizo quinto). Disparejos en presentación y tipo, de los que unos cumplieron mejor en su pelea en varas, mientras en juego, ese quinto fue más completo, es decir, porque tuvo calidad, fijeza, obediencia, incluso nobleza, y que además hizo una muerte de bravo; el tercero acusó buenas condiciones, pero le faltó fuerza para rematar. Después, fue curioso (por decirlo de algún modo), se despitorraron dos toros, pero si algo hay que decir a favor de los ganaderos, es que no dieran la vuelta al ruedo para acompañar a Macías.

"Luna de Miel" se llamó el del triunfo de Arturo Macías, con el que no pudo cuajar dos largas de rodillas en los medios, ya que el toro salió arrollando. De pie, interpretó verónicas rematadas con revolera. La res se empleó en el caballo y luego quitó con dos gaoneras y revolera.

Comenzó de rodillas, por alto, siendo muy ovacionado. Ante un toro noble y obediente, estuvo firme, con tandas de ayudados largos y templados, que le corearon con fuerza. Hubo toreo de efecto, con pases por la diestra, de rodillas, que lograron el objetivo. También se contabilizan naturales, y tras dejar una estocada caída, el juez concedió la primera oreja (la que dice el reglamento por petición del público), pero no aguantó la presión de la gente y soltó la segunda. Hubo ovación al toro en el arrastre.

A su primero lo saludó con un farol de rodillas en tablas, y de pie le pegó fregolinas. De muleta también estuvo empeñoso, metiendo a un animal que punteaba el engaño, sin emplearse y que protestaba. Muletazos de pecho rodilla en tierra. Hubo una tanda donde aguantó la violenta embestida, con la que fue reconocida su voluntad. Pinchó numerosas ocasiones antes de dejar una estocada caída, suficiente. Escuchó palmas al irse a la barrera, tras dos avisos.

El triunfo de Uriel Moreno "El Zapata" vino con su segundo bis, cuarto de la tarde, ya que al titular, luego de recibirlo con tres largas en los medios, que entusiasmaron a la concurrencia, un toro emotivo de salida, tuvo que ser devuelto tras despitorrarse tras el encuentro con el picador.

El torero se echó un clavado en la propia arena, por la incierta salida del animal que sustituyó al anterior, y que protestó en varas, siendo aplaudido por la buena vara Víctor Moreno. El Zapata banderilleó con un cuarteo y dos violines, uno de ellos sesgando hacia dentro, resultando muy aplaudido.

Se dobló bien con el burel en los primeros compases del trasteo, y a la hora de correr la mano trazó muletazos largos, ante una res que fue obediente a los toques y tuvo su fijeza. No faltaron los adornos, como los de pecho rodilla en tierra y un molinete invertido. Despachó al bicho con media estocada apenas caída, para que se pidiera una oreja que sin duda ganó bien.

Al que abrió plaza lo saludó con una larga de rodillas en tablas, y de pie instrumentó verónicas; el toro echaba las manos por delante y la cara arriba. En quites dibujó una navarra y revolera. Banderilleó con su disposición de siempre, con dos cuarteos y un violín, muy aplaudidos.

Inició con muletazos por alto rodilla en tierra. Estuvo voluntarioso, buscando la faena, ante un astado que, tras la segunda tanda con la derecha y una por el izquierdo, en la que el animal no permitió el lucimiento, la res terminó protestando y defendiéndose, tirando derrotes. Digno estuvo el torero, que mató de pinchazo hondo en lo alto y estocada apenas delantera. Fue aplaudido al irse a la barrera.

Antonio Lomelín, al igual que sus compañeros de terna, reapareció en este ruedo, y lo hizo mostrando una importante disposición y afición. Instrumentó chicuelinas y revolera en el quite, y con este que hizo tercero, un burel con voluntad, estuvo reposado, dibujando ayudados en los que había que llevar pausada la embestida, pues si bien tuvo calidad, acusó debilidad y no podía forzarlo.

Después trazó una tanda con la diestra, que la gente le coreó con fuerza por el empaque y buen gusto de su interpretación. Desafortunadamente, su buena labor la malogró tras señalar tres pinchazos y estocada apenas tendida delantera, con la que salió con fuerza al tercio tras escuchar un aviso.

El toro titular que cerraba plaza, enmorrillado y ofensivo de cara, se partió el pitón izquierdo. Fue sustituido por un sobrero de San Pablo, franciscano de capa, que peleó con los riñones en el peto, siendo aplaudido Daniel Morales por buen puyazo.

Con la muleta, ante un toro que acometió con la cara arriba, no pudo remontar el trasteo pese al esfuerzo que hizo y que la gente, aguantando a esas alturas del festejo del frío polar, no dejó de entregársele permaneciendo en sus asientos. Por los dos pitones buscó el lucimiento. Al final lo despachó de media estocada caída, para ser aplaudido.