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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 29 Sep 2022    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...al buen aficionado le caben muchos toros en la cabeza..."
En estos últimos días, desde España llegan los ecos de dos grandes faenas antagónicas, tanto por la procedencia de los toros y las plazas donde se realizaron, así como por la diferencia de conceptos de quienes las ejecutaron. Y siempre es bueno que se hable con vehemencia y se genere una sabrosa polémica.

Los autores de ambas obras son Fernando Robleño, que en Las Ventas de Madrid cuajó a "Camionero", de la ganadería de José Escolar, y Morante de la Puebla, que dejó su huella en la Maestranza de Sevilla con "Derribado", del hierro de los Hermanos García Jiménez.

Las dos faenas se hicieron donde debían hacerse, y por toreros de los gustos de aquellos públicos que las gozaron. Sucedieron con dos toros de ganaderías que nada tienen que ver una y otra. Y por tal motivo, la controversia de establecer cuál es la que debe ser designada como "la faena del año", sabe a poco por la esencia de cada una y las circunstancias tan diferentes en que ocurrieron.

En un hipotético "intercambio de imágenes", pensemos por un momento en cambiar las plazas y sus públicos; los protagonistas –toros y toreros– y el impacto emocional de cada una de las faenas mencionadas. Se trata de un sencillo ejercicio de imaginación que puede arrojar luces de la importancia de no cegarse por una de las dos faenas.

Sería impensable que Morante admitiera anunciarse en Madrid con una corrida de José Escolar en Madrid, de la misma manera en que sería difícil ver en un cartel de Sevilla el nombre de Fernando Robleño vinculado a un encierro de este hierro.

Por eso, cada "cosa tiene su cosa especial", como cantaba el recordado poeta granadino Manuel Benítez Carrasco, en aquel maravilloso poema de "La banderilla". Así que, tanto vale en Madrid la faena de Robleño a "Camionero", como la de Morante en Sevilla a "Derribado", por la sencilla razón de que los dos toreros se compenetraron con sus respectivos toros y fueron capaces de transmitir un generoso cúmulo de emociones a los testigos presenciales de los hechos.

A quienes observaron el resumen de video lo de Robleño y disfrutar la lidia de Morante a través de la televisión, se puede opinar, desde la distancia y sin la viveza que da experimentar el arte del toreo en la plaza, que los dos estuvieron cumbres, y que las dos faenas se llevan el título de "mejores del año", ex aequo.

Porque al margen de gustos o preferencias personales, al buen aficionado le caben muchos toreros en la cabeza y lo que le gusta es ver torear bien a un toro, ya sea "Camionero", que embestía con la fuerza de un ferrocarril, o "Derribado", que acudía sin fuerza y midiendo, los dos haciendo honor a su nombre; los dos, delante de dos toreros tan diferentes… uno madrileño y el otro sevillano; los dos, dignos representantes de una rivalidad eterna de estilos, siempre tan saludable. Al final, lo que vale es el arte del toreo y el éxtasis que provoca. De una, o de otra manera.


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