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La música interior de Llaguno

Sábado, 10 Sep 2022    Zacatecas, Zac.    Juan Antonio de Labra | Enviado          
Vino a una sustitución y dejó el ambiente cargado de torería
Apenas ayer, al filo de la medianoche, la empresa llamó a Juan Pablo Llaguno para sustituir a Diego San Román hoy en Zacatecas y, seguramente, el torero de dinastía no le pensó ni un minuto y aceptó el ofrecimiento, con todo y lo que a veces supone torear sin estar mentalizado y, además, teniendo en el cuerpo dos corridas toreadas en el año.

Pero "cuando uno es gallo", dicen por ahí, "en cualquier gallinero canta". Y si no hubo banda de música en los tenidos, la banda sonora de esta película brotó de las muñecas de Llaguno, que debutó en esta monumental con el pie derecho, aquí donde su apellido pesa en el plano ganadero y tiene tanta jerarquía.

Y parece que, poco a poco, también comienza a ganar notoriedad en el aspecto torero, pues los dos bisnietos de don Antonio Llaguno, el padre del toro bravo mexicano, tienen afición, categoría, y un sello muy atractivo, cada vez más marcada esa matizada diferencia de estilos que bebe en la misma fuente sevillana.

A diferencia de Juan Pedro, que viene embalado desde su gran triunfo como novillero en la Plaza México, el que lo puso en la alternativa, Juan Pablo había venido rumiando su ruina con la humildad del que sabe que, en el momento menos esperado, como ahora, surge la ocasión de mostrar su valía.

La suerte del desvalido favoreció este encuentro con los toros de San Fermín, que añadían sabor a una tarde especial, pues no siendo el maestro Armillita torero de la casa San Mateo como lo fue su rival, Lorenzo Garza, en el ruedo de Zacatecas volvieron a coincidir apellidos emblemáticos de la Fiesta de México, unidos por el tiempo y la vocación, que es lo único que le queda a quienes nunca se rajan y siempre mueren en el intento.

Cabe mencionar que los toros criados por Fermín Espinosa Menéndez, eran, en sí mismos, un homenaje a aquellos "toritos de plomo" de don Antonio, por bajos y reunidos (no tanto el primero), con un fenotipo clavado -salvo el sexto- en los toros de estirpe sanmateína que tantas glorias aportaron en la época de oro. Y además de continente hubo contenido.

El que abrió plaza se desplazó con cierta dificultad en los primeros compases de su lidia, pero conforme avanzaron los minutos, y luego de picado, comenzó a ir a más con calidad y nobleza, en una faena que tuvo temple, solera y, también, algo muy escaso en estos días: torería.

Muletazos en redondo, naturales, trincherillas o pases de pecho, fueron en manos de Juan Pablo Llaguno un compendio de clasicismo y seriedad, la que le sirvió para afrontar una corrida inesperada que esperemos lo vuelva a poner en circulación, sobre todo porque no es un torero visto, y representa un valor añadido a estos tiempos de renovación del escalafón mexicano.

Una estocada entera, un tanto desprendida, fue el colofón a una faena breve, concisa, debido a que el toro empezó a salir suelto de la muleta y no tenía claro empeñarse en alargar lo que, de suyo, ya estaba bien hecho. Y así cortó una oreja que le devolvió la sonrisa, y que paseó feliz en la vuelta a ruedo.

La del cuarto fue todavía más profunda, pues se rompió con el toro en los medios, gustándose y gustando, toreando en un palmo de terreno en muletazos largos que calentaron al escaso público que había en los tendidos, y ratificando la máxima de que hoy, los que no vinieron, se perdieron de una luminosa actuación.

Los golpes de descabello que ejecutó después de una estocada entera, de la que parecía que el toro iba a doblar, le arruinaron una merecida salida a hombros. Pero no importa. Lo que vale es el aroma a torero caro que dejó sobre la arena, así como el hecho de haberse reencontrado con su toreo, en una tarde de mucha significación, aquí donde sus antepasados ganaderos honraron la crianza del toro bravo que, tantos años más tarde, el ha disfrutado sin reserva, con el corazón en la mano.

Si el lote de Llaguno fue, sobradamente, el mejor del encierro, a Diego Sánchez le tocó un toro de nota alta, que se jugó en segundo lugar. Era un toro descolgado, muy en tipo de Garfias, de pala de pitón tableadita, y una atractiva expresión en la cara.

El toro fue a más y acabó embistiendo con el morro por la arena, con una actitud enrazada que no era fácil. La bravura nunca ha sido fácil, ¡qué va! Y aunque la faena no tuvo la pulcritud que exigía el de San Fermín, ahí anduvo Diego buscando la finura en el acabado de los muletazos, la colocación precisa y el trazo largo, que debía ser, naturalmente, "en la línea", pues cuando se metía a "Líder" por detrás de la cadera, tenía que reponerse con cierto apuro porque el toro volvía sobre las manos cuando perdía la muleta, con una actitud de bravo.

La estocada caída le privó de cortar la oreja que pidió la gente, pero ahí quedó la constancia de que no se dejó nada dentro, y buscó hacer las cosas bien a un toro de esos que no perdonan los errores, pero que también tenía un buen fondo de nobleza cuando se le toreaba como él exigía.

La del quinto fue una faena de manos a más, con temple, suavidad, en la que toreó más acoplado a las buenas embestidas de un toro que tenía nobleza, y al que estuvo a punto de cortarle una oreja. Hoy no pudo ser, y se tuvo que conformar con una aclamada vuelta al ruedo, en una plaza donde ya ha probado las mieles del triunfo.

A diferencia de sus compañeros de terna, a Héctor Gutiérrez, que también debutaba en esta plaza, le tocó un lote sin opciones de triunfo, con un primer toro muy ofensivo por delante y dos leznas que daban miedo. El de San Fermín fue reservón y Héctor no dudó en ponerse en el sitio para tragarle mucho en una faena recia, valiente, luego de haber dejado chispazos de calidad con el capote, como un recorte que tuvo compás.

Y así, sin miramientos, se lo pasó por la faja en los medios una y otra vez en medio de la expectación de un público que vio con sumo agrado su actitud, inclusive en la estocada, entera y desprendida, pero de limpia ejecución.

Espoleado por lo que habían hecho sus alternantes, en el sexto trató de triunfar a costa de lo que fuera, y no obstante que el toro embestía a cuentagotas, y obligando al espigado Héctor a colocarse en el sitio con autoridad para tirar del de  San Fermín en tandas de mérito por los comprometidos terrenos que pisó.
Y la gente se le entregó porque aquello fue de menos a más, con la paciencia del que sabe que no puede dejarse nada en el tintero hasta el final.

Con Juan Pablo Llaguno como triunfador, y aún pendiente de celebrarse la corrida de mañana, todavía queda vacante el puesto del triunfador para la fecha del viernes 16 de septiembre. La llama sigue encendida, y la esperanza nunca muere. 

Si acaso llegara a ser el afortunado de entrar a ese cartel, al lado de otro Juan Pablo, Sánchez, y Sergio Flores, con toros de Guadiana, la recompensa a su aparición en la feria sería mayúscula, cargada de esa música interior que hoy llenó de torería los desolados tendidos de la monumental.

Ficha
Zacatecas, Zac.- Plaza Monumental. Sexto festejo de feria. Menos de un cuarto de entrada, en tarde soleada. Toros de San Fermín, correctos en presentación, muy en tipo, varios de buena nota, con excepción del lote de Gutiérrez, de los que destacó el 2o. por su encastado comportamiento y fue premiado con arrastre lento. Y el 4o., que tuvo clase. Pesos: 500, 460, 450, 457, 460 y 450 kilos. Juan Pablo Llaguno (sangre de toro y oro), que sustituía a Diego San Román: Oreja y ovación. Diego Sánchez (malva y oro): Ovación tras petición y vuelta tras petición. Héctor Gutiérrez (sangre de toro y oro): Ovación en su lote. Incidencias: Sobresalió en varas Héctor Cobos, que picó muy bien al 5o. José María López, aspirante a banderillero, salió a banderillear a varios toros y lo hizo con cierta soltura.


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