Al margen de que al final la terna salió a hombros, la de hoy podría ser una crónica dedicada al valor y al esfuerzo que entregaron en el ruedo los espadas y sus cuadrillas, que echaron pa´lante una corrida que, en las mismas circunstancias, en cualquier otra plaza se habría suspendido.
Y es que, en un Nuevo León sediento de agua, el torrencial aguacero que se desató con truenos y relámpagos al saltar el ruedo el tercer toro de la tarde provocó una fiesta sin igual en los tendidos del coso jimenense, de un público alegre por recibir al fin una descarga descomunal de las nubes … aunque esta fuera en plena corrida de toros.
El buen ambiente se percibió desde tres horas antes cuando se soltaron vaquillas y utreros por la calle principal de la plaza, emulando una pamplonada y más tarde, en respetuoso homenaje un minuto de aplausos en memoria de doña Corina Holguín, viuda de Domínguez, madre del ganadero Óscar Domínguez, que lidió esta tarde en Cadereyta.
Y todavía las ovaciones y las dianas no se hicieron esperar en cuanto la Peña taurina "El Toreo" le entregó a Fermín Rivera una placa en reconocimiento público a su tío, Curro Rivera por su hazaña en Las Ventas de Madrid hace 50 años, cuando cortó cuatro orejas una tarde y una ovación más a Isidro Garza, novillero en retiro, guardaplaza y forjador de toreros en Cadereyta, reconocimiento que le entregó la empresa.
Entrando en materia, con el abre plaza el regio Juan Antonio Adame que está de regreso y que ojalá sea por mucho tiempo y de manera más constante, dejó muestras que lo que bien se aprende jamás se olvida luego de tres años de no vestirse de luces, tiempo que ha dedicado a enseñar a las nuevas generaciones como maestro de la Escuela Taurina de Aguascalientes y al acompañamiento como representante de los toreros de la empresa.
"De ver, dan ganas", nos confió hace unos días.
Su labor con la capa fue "de maestro", suave y sutil en el juego de manos y con la franela despaciosa en los muletazos y con la inteligencia de saber llevar al toro a media altura que pudiera soportar sus 562 kilos. La media tendida con la que lo despachó fue suficiente y se retiró entre palmas.
Con el ruedo convertido en alberca, enfrentó al segundo de su lote que, cosa rara, era éste el que resbalaba continuamente y no el torero. Fue un trasteo muy interesante en un reducido espacio en el centro del ruedo, justo donde no había encharcamientos y el lugar preciso que revisó la terna y donde se decidió seguir adelante con la corrida.
Adame se entregó y correspondió de esta manera al público que además había hecho el lleno en la plaza que no se tenía desde hace poco más de tres años. Y otra vez el público exigió el par de orejas al juez Sergio de León "El Cade", que no dudó en otorgárselas.
Fermín Rivera, con el segundo, que fue apenas señalado con la vara por Eduardo Rivera y bien banderilleado por Diego Bricio y Sergio González, cuajó una faena "de uno en uno", despacito, ante la sosería de un toro que lució sus 520 kilos de romana, mientras las nubes apenas se estaban acomodando por encima de la plaza. Después de colocar una estocada entera y tres golpes de descabello, perdió la oreja que ya tenía ganada.
El quinto le dio un susto mientras lo lanceaba en el tercio, que para entonces ya estaba inundado, y el agua le cubría los tobillos. Afortunadamente, Fermín le echó el capote a la cara y pudo así librarse también de los pitones. El toro fue bueno, pero conforme transcurría la faena fue apagándose. Mató pronto y se le concedió una oreja.
Regaló un sobrero cuando la lluvia ya se había ido y el sol se despedía en el horizonte. El torero potosino realizó otra buena faena con entrega y valor, por ambas manos, en ese mismo espacio de arena que pareció única pista de circo para dibujar el arte. Mató de un estoconazo sin puntilla y esta vez el que se emocionó de más fue el juez de plaza, al asomar al mismo tiempo los dos pañuelos blancos, con lo cual Rivera salía con tres orejas en su espuerta.
Al tercer espada, José Mauricio, le tocó en suerte el toro más pesado del encierro de Golondrinas anunciado con 615 kilos en los lomos, que buscó las tablas y saltó al callejón en sus primeras vueltas al anillo. Lamentablemente, poco pudo apreciarse realmente su labor por la gente que buscó el refugio en la parte techada del tendido y obstruía la visibilidad de muchos.
En la arena, en tanto, José Mauricio se las arreglaba con el bravo toro de Golondrinas, en medio de un huracán de viento y agua, al intentar sostener una muleta cada vez más pesada y lograr una faena espartana coreada por el frenético público al grito de "¡torero, torero!"
Y aunque los meteorólogos esta vez sí acertaron, nadie esperaba que el cielo se cayera justo en ese momento cuando el impresionante ensabanado saltó a la arena.
Claro que al final de esta enjundiosa y valerosa faena, de mucho mérito por el torero, coronada con media ración de acero que fue suficiente, las dos orejas fueron el justo premio para el fino artista.
El sexto fue el lunar del encierro, bravo, pero con peligro, tiraba derrotes secos a la altura de la cara de José Mauricio quien decidió abreviar y mandarlo al destazadero.
Al mediodía, la empresa reunió a la prensa para dar a conocer que con esta corrida inicia una nueva etapa en la que como socio del matador en retiro Raúl Rocha, el abogado Julio Garza, impulsará la Fiesta en Cadereyta con al menos un festejo cada mes, lo que sin duda es una noticia muy halagüeña en una época de escasez de festejos en la zona norte de México.
Para comenzar, la corrida de esta tarde dejó ver que las cosas se harán con seriedad, pues un encierro de esta catadura, en Cadereyta, hace mucho tiempo que no se lidiada.
Así que el desde es que haya muchas corridas más como esta… pero sin agua.