Durante aquella Feria de San Marcos de 2018, frente a un toro de Begoña, Antonio Ferrera comenzó un romance con la afición de México. Hoy, el torero balear reinició tal cortejo. Su comparecencia el día de ayer sábado, frente a un encierro que no correspondió a su conocido prestigio, y que encima Ferrera sorteó el lote menos propicio, este domingo pudo reivindicarse con uno de Montecristo.

Las cosas no pintaron bien con el primero de su lote; un castaño grandón, feo de hechuras que fue además, topón, corto de recorrido y encima distraído. No tuvo más remedio el hispano que despacharlo pronto y aguantar el chaparrón. La plaza quería verlo triunfar, mas como no pudo ser, fuerte se metieron con él.

Cuando saltó a la arena "Trabajamos", herrado en los lomos con el número 203, las cosas comenzaron a cambiar. El negro veleto, muy en San Mateo, nos revivió las esperanzas. Para no negar su origen salió abanto hasta que Ferrera se fue al centro del ruedo, para recoger las embestidas francas, nobles y entregadas.

Después de bregarlo remató con una media para hacerse de él. Siguieron lances cadenciosos por verónicas… pero no sólo toreando, sino mostrándole además el camino al de Montecristo.

Cuando llegó el tercio de muerte, Ferrera ya sabía lo que tenía entre manos: un muy buen toro, pero limitado de fuerza. Así que lo mimó ¬también al público¬ para inteligentemente darle pausas largas al toro, que le permitieran reponer sus fuerzas y entonces sí, entregarse como pocas veces lo he visto: asentado en los riñones, muletazos de mano baja, largo y templado recorrido, en los que se olvidó de su cuerpo sin cortapisas.

Ni falta que hizo su particular interpretación motivo de controversias. Fue toreo puro e inspirado hasta más no poder. Público y torero estaban embelesados. Gritos constantes de ¡toreo, torero! Pero ¬ay Dios mío¬ cuando la parroquia estaba ya lista y dispuesta con los pañuelos vinieron los fallos con la espada. Hasta escuchó un aviso. Pero con justicia, el matador César Pastor, juez de plaza ordenó el arrastre lento del astado. El público llamó al tercio al torero y le obligó a dar una cariñosísima vuelta al ruedo entre muchos sombreros y prendas de vestir.

Arturo Macías, el torero de la tierra salió a por todas con el quinto recibiendo a "Juntos", un negro entrepelado, astifino como sus hermanos, con cuatro largas afaroladas, dos de ellas en el mismísimo centro del ruedo. Nomás faltaba que Macías, se dejase ganar la pelea. Fue notorio.

Luego del breve puyazo vino un quite soberbio por navarras, que Arturo remató con el manguerazo de Villalta y una revolera al calce.

Para comenzar el tercio de muerte, Macías se arrodilló en la boca de riego, para cuajar dos cambiados por la espalda, cada uno ligado con un pase por alto, por delante. Ya de pie se enredó en una faena que convenció plenamente a sus paisanos. ¡Ooooooh! También pinchó. Que lástima, pero aunque no hubo trofeos, la afición le hizo dar una vuelta al ruedo.

Diego Sánchez le realizó un buen trasteo al tercero de la tarde, primero de su lote, un toro que no era fácil, ni mucho menos. Incluso desarrolló sentido por el lado izquierdo. Ya le había avisado, pero Diego estaba conciente del importante compromiso que para su carrera significaba éste cartel, y no cesó en su empeño. "Aguascalientes" de nombre, le echó mano de fea manera, cosa que no amilanó al hijo de Luis Fernando Sánchez.

Por desgracia pinchó en hueso, pero el público le llamó al tercio para brindarle una ovación. En cuanto se ajuste más, su toreo va ganar enormidades en estética y conexión.

Con el sexto, el joven espada no se pudo acoplar. Caray hombre, no a todos los toros se les puede entender. Pinchazo.

Al son de lánguidas "Golondrinas" se despidió la F.N.S.M. que luego de dos años de ayuno, reapareció con éxito taurino, en éste 2022.