El pobre juego de los toros de Xajay condicionó, en gran medida, el devenir de una tarde en la que Paco Ureña dio una solitaria vuelta al ruedo, cuando debió haber sido premiado con una oreja que, inexplicablemente, no le concedieron. Y es que había hecho una esforzada faena en la que se sobrepuso a las broncas embestidas de un toro que nunca terminó de entregarse.

De hecho, la terna que completaban Arturo Saldívar y Juan Pedro Llaguno, estuvo por encima de las condiciones de la corrida, y con el público a favor y deseoso de que los y triunfos llegaran. El juez de plaza César Pastor, que otras tardes ha estado poco rigorista a la hora de conceder determinados trofeos, denegó la concesión de esa oreja que Ureña merecía tras una faena esforzada, la primera de una segunda parte más emotiva de una corrida que no terminaba de levantar el vuelo.

Porque también había estado dispuesto en el toro que abrió plaza, de embestía tropezando y sin fuerza, en el mismo tenor que el segundo, de Arturo Saldívar, que estuvo igualmente empeñoso sin conseguir resultados favorables.

La primera faena de Llaguno, debutante en esta plaza, alegró un poco el cotarro porque realizó una lidia variada con capote y banderillas, antes de ejecutar una faena de más a menos a la que varios desarmes vinieron a emborronar.

Después de ese despliegue de valor y entrega por parte de Ureña con el cuarto, vino una entonada faena de Saldívar con el quinto, un toro armonioso de hechuras que prometía, y terminó deslindándose pronto. A pesar de ello, el torero de la tierra, le plantó cara y le dio algunos muletazos de buen trazo, que fueron coreados por el público, que esperaba, con ansias, que la corrida adquiriera mayor emoción.

Abrochó el trasteo con unas bernadinas arriesgadas y ceñidas, que terminaron de caldear el ambiente, pero luego no estuvo fino con la espada, y la posibilidad de cortar una oreja se esfumó de inmediato.

Juan Pedro Llaguno estuvo igualmente dinámico y entregado delante del sexto toro, que era bajo y corto de manos, bien armado por delante. Pero que tampoco ofreció ninguna posibilidad de que aquello fuera a más. Y aunque el joven queretano se esforzó por agradar, y banderilleó también a este ejemplar, no hubo opción de qué a la tarde pudiera revertir ese sabor de frustración que había predominado a lo largo de la misma.