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El apunte: mujeres... y, además, toreras

Domingo, 28 Feb 2010    México, D.F.    Ceci Lizardi / Foto: Archivo   
Los tiempos cambian

Hace no más de 100 años que las mujeres del mundo occidental comenzaron a exigir los mismos derechos que se les reconocían a los hombres, pues de muchos ámbitos de importancia habíamos quedado excluidas.

Para nadie es un secreto que la Fiesta de los Toros, ha sido -y sigue siendo- un negocio bastante machista. Muchos son los testimonios que dan cuenta de ello. Sin embargo, justo es de reconocer que el papel de la mujer en esta Fiesta ha estado siempre muy activo, tras bambalinas la mayoría de la veces, pero de manera muy fundamental en su existencia y vida diaria.

¿Qué decir, por ejemplo, de la presencia de las mujeres en el tendido? Y es que quizá no haya ingrediente tan distintivo de una buena feria de toros que las mujeres que engalanan la plaza.

Cuenta Nicolás Rangel, en su "Historia del Toreo en México", que ni la estrechez, casi monástica, del Colegio de señoritas de las Vizcaínas en el siglo XVIII, pudo impedir que las educandas de ese plantel se alborotaran asombrosamente al solo anuncio de que las corridas se verificarían en la plazuela contigua, “abandonando los libros y las labores mujeriles, para sólo pensar en la injusta privación en que estaba de gozar de las brillantes fiesta de la luz, del color, de la destreza y del valor".

¿Y qué decir también de las esposas y madres de los toreros, que antes, devotas, se quedaban en casa rezando y esperando las buenas nuevas pero que ahora acompañan a sus hombres a las plazas en que actúan?

Ya no decir de todas las ganaderas habidas y por haber, no sólo las de derecho sino también de las de hecho, que han sido el poder tras el trono de algunas casas ganaderas.

Sin embargo, cuando alguna mujer ha pretendido ser protagonista de la Fiesta, muchas trabas se le han impuesto.

Hay que aceptar que esto ha ido cambiando poco a poco, porque, como en todo, siempre hay revolucionarios que se atreven a romper cánones y estereotipos y que abren la brecha para aquellos que siguen a sus tiempos. Así, por supuesto, están La Pajuelera, La Frascuela, Juana Bermejo y Juanita Cruz, quienes, por cierto, usaban falda para torear, y la inolvidable Conchita Cintrón.

En los últimos años, allende de los mares, surgieron nombres como el de Cristina Sánchez o el de Maripaz Vega; mientras que en este lado del Atlántico, el de Marbella Romero, y otras más valiosas y valientes novilleras como Hilda Tenorio, Lupita López y Elizabeth Moreno.

Así, la corrida del día de hoy en La México pintaba para un ambiente desacostumbrado pues el acontecimiento era de por sí histórico al tratarse de la primera mujer en tomar la alternativa en el coso más grande del mundo. Para Hilda era, de por sí, un grandísimo logro.

Y sin ánimo de pecar de emocional y de alcahueta del género al que correspondo, la corrida fue a la vez tan emotiva como inquietante. Y es que Hilda, con su diminuto cuerpo y temerosa en ocasiones -no es para menos- lidió uno de encierros más imponentes de la temporada. Solamente por ese hecho, Hilda, te mereces el respeto y el reconocimiento de la afición capitalina, que hoy se te entregó cabal e incondicionalmente gritando "¡torera, torera!", lo que eres.

Victorioso, el toro de la alternativa, era casi tan alto como la nueva matadora; lo que sin duda, le trajo algunas complicaciones a la hora de matar. No cabe duda de que las desventajas físicas son insalvables, pero la fuerza de voluntad y el corazón de Hilda son interminables.

Durante el sexto de la tarde, la gente permaneció inmóvil en sus asientos hasta que el toro rodó por la arena, un gesto que pocas veces se ve en La México. Al termino el público exigió el trofeo no obstante que la torera había pinchado; y no sólo eso, sino que también obligó a Hilda a salir a hombros junto a Manolo Mejía, el que sí cortó los dos apéndices de su segundo ejemplar, en esta forma tan espontánea que existe en México, aún no reglamentada, de salir en volandas si el público lo decide de dicha manera.

Algunos dijeron que los premios fueron excesivos y quizá lo fueron para la faena, pero definitivamente no lo fueron para el momento y para lo que representa. Así se escribe la historia.


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