Interesante resultó la segunda novillada de la temporada en la plaza "San Marcos" de Aguascalientes, donde la faena más destacada corrió a cargo del capitalino José Mari Mendoza con el cuarto ejemplar de José Julián Llaguno, y cosechó la única vuelta al ruedo de la tarde.
Y vaya que sorprendió, con una forma muy particular de sentir el toreo hizo vibrar al aficionado con sus maneras. Porque es ese toreo de personalidad que con el tiempo parece perderse: la manera de tomar los avíos, su andar por la plaza, su espontaneidad, tiene conocimiento de causa, carisma, lo que da como resultado proyectar esas cualidades que atesora.
Al quinto de la tarde lo toreó por nota, primero con verónicas y posteriormente por chicuelinas. Luego Mendoza se vino a más, cuando comenzó a palpar al buen novillo de José Julián Llaguno, toreando más por el pitón derecho, esa manera de intercalar trazos largos y templados, con detalles muy toreros que inevitablemente hacían eco en los tendidos.
Tenía a la afición ya metida en la muleta, aprovechó cabalmente hasta el último muletazo, incluso sufrió una voltereta sin consecuencias mayores, se levantó sin vender la misma, desafortunadamente no tuvo suerte con la espada, pero se le invitó a dar una merecida vuelta al ruedo. Con el abre plaza estuvo en el mismo tenor, aunque por momentos el viento llegaba de manera incómoda. Pero nunca se le miró dudoso en una faena que no logró redondear por el defectuoso espadazo con la que, lamentablemente, la culminó.
Carlos Luévano se presentó ante su gente. Se trataba de su segundo paseíllo y ante una novillada muy bien presentada, vamos, novillos-toros, un examen nada fácil que aprobó de manera positiva. Con el primero de su lote, el cual, desafortunadamente, remató en las tablas e hizo mermar las condiciones del mismo, se quedaba corto y su embestida no era propia para el lucimiento.
Ante su última carta salió a justificarse, si bien es cierto se le nota el poco rodaje, en actitud no ha quedado, y también tiene su manera particular de realizar el toreo. El sobrino del recordado José María Luévano hilvanó muletazos de trazo largo por ambos pitones, en una faena que fue de menos a más, ya que poco a poco fue relajándose y gustándose. Y pese a tratarse del cierra plaza, la afición permaneció en sus asientos hasta el final de su labor.
Se entregó en la suerte suprema, dejando tres cuartos de espada, pero para mala suerte, el puntillero levantó al novillo, situación que arrebató la posibilidad de cortar un apéndice.
Julián Garibay es otro torero interesante, a prueba de valor, inteligencia y buen toreo, que aunque no tuvo la mejor de las suertes al momento del sorteo, sí ha tenido una digna presentación en el coso sanmarqueño. A su primero lo bordó toreando por verónicas, luego llegó un quite por chicuelinas, pero ¡que quite!, ya que en dos ocasiones por nada y se lo llevan de tan ajustadas que se pasó las embestidas del novillo.
De rodillas toreó por el pitón derecho, incluso se dio el lujo de voltear a ver al tendido, eso es no dejarse ganar la pelea. Llevó al ejemplar hacia los medios de la plaza donde le plantó cara, logrando algunos buenos muletazos. Le toreó hasta que el novillo no pudo más, que relativamente fue poco, antes de finalizar su labor con unas ajustadísimas bernadinas.
Al segundo de su lote, cuando iba a ser picado acudió al caballo contrario, una vez que salió del encuentro se le vio lastimado, condición que mermó el resto de la lidia al novillo. Pese a ello, Garibay se pegó el arrimón, con un mulo que no se movía ni por equivocación y el público terminó por reconocer el esfuerzo del torero tapatío.
Una tarde donde a pesar que no hubo corte de orejas, el aficionado se retiró de la plaza con un grato sabor de boca por el desempeño de los tres toreros del cartel, y a la espera de que vengan más ovaciones en las siguientes novilladas de la temporada en el centenario coso "San Marcos".