La tarde, gris y lluviosa comenzó bajo lúgubres auspicios. El guachicono, que como carta de presentación había hecho quinto tris anoche, fue ilidiable. La concurrencia descendió y cuando "Aventurero" con sus escasos 453 kilitos y triste figura trastabilló, los primeros pitos entonaron. Su fina y veleta cuerna, sello de la casa, no lo exoneraron. Pero el terciado, sacando fuerzas de flaquezas acometió los capotes, el peto, sobrevivió al picotácito, enfiló contra la banderillería y blandeando, blandeando persiguió la pañosa con unas ganas que parecían decir "malhaya no tener más fuercita".
Ferrera, que se las sabe todas, le puso el engaño a media altura y lo llevo despacito en redondo levantando pueblo y haciendo olvidar el poco volumen. Derechas y derechas, música, desplantes, encimismos, desacuerdos musicales con el palco, carantoñas a la galería, dos pinchazos, estocada honda fulminante y silencio.
El cuarto, bronco y cornalón, que pedía una lidia de las de antes, recibió a cambio un manteo espasmódico en medio de protestas, dos pinchazos cuarteando y un espadazo recursivo. El torerismo andante lo invitó a saludar, pero los que no tragan fueron más, soplaron duro y lo hicieron tapar.
Emilio de Justo, torero de la empresa, no necesitó de tal aval para calar de salida en el tendido. Pese a que sus verónicas y chicuelinas terminaron con dos medias embarulladas, la clientela votó masivamente por él. El toro era blandengue, pero bravo, y el extremeño se puso en sitio, distancia y altura precisos, pasándolo a placer, por un lado y por el otro, con esa intensidad propia de su tauromaquia. Pa’ llá y pa’cá. Bullía la plaza. La faena se fue de largo, nadie cejaba. Ni cuando la estocada, que fue al encuentro no sirvió para nada, y hubo necesidad de los dos golpes de cruceta. La oreja cayó bajo el estruendo, porque tenía que caer.
El quinto, "Comediante", fue bravo y también de poca madurez y fuerza. Pero recibió la lidia merecida. Trapo delantero, compasivo, largo, ligado, sin una de más ni una de menos, con los abroches oportunos y suaves. La tendencia izquierdista de la faena, con matices, de frente, perfil y medio pecho.
Las variaciones de muleta sin ayuda en la derecha, la planta, quietud y dominio, la conexión popular, el pasodoble infatigable y la faena de largo aliento que el burraco aguantó en el platillo con la boca cerrada, no se dejaron opacar por el pinchazo, pues al segundo viaje la toledana honda bastó, y las dos orejas fueron como un pacto tácito entre autoridad y parroquia. También la vuelta al ruedo para el toro, homenaje que obvió sus debilidades. El triunfo estaba hecho y todos tan contentos,
Cómo estuvo de bien con el bravo tercero, el paisa Sebastián Ritter. Serio, aplomado, sereno, quieto, vertical, arrimado, frugal, acertado, suficiente… Portando una banda luctuosa en su brazo izquierdo por nuestro amigo Jorge Agudelo, que en paz descanse. Le honró. Se la jugó abundando al natural, natural. En redondo y hasta en círculo. Y en ese desplante final, metido entre las enhiestas puntas, largamente, mirando al tendido. Sin alardes ni demagogias.
Faena completa, limpia, sin mácula, y la estocada, sensacional, que tiró patas arriba a "Galante" debieron recibir las dos orejas, de acuerdo al parámetro de la temporada. Pero aquí parece que la mano izquierda no es la de cobrar, ni el torear canónico el de triunfar. Con el manso bronco sexto, porfió valiente pero sin esperanza de reconocimiento (visto lo anterior). Sin tapujos, trampa ni cartón. En las tablas pinchó y luego estoqueó a pecho descubierto. Silencio. ¿Por qué?
Dónde Guachicono hubiese traído más cuajo, poder y romana, estaríamos hablando de una corrida histórica, pero la leña y la casta le bastaron para quedar en buena. Bueno.