Y es que El Payo llegó a su tierra en búsqueda del reconocimiento de sus paisanos; vino a mostrar la madurez que ha conseguido tras recorrer la legua, pese a las restricciones por la pandemia, y cayó de pie en el albero queretano. Mostró dos caras diferentes en cada uno de sus enemigos. Al primero ("Carretero", de 603 kilos) le halló los pocos pases que tenía ─especialmente por el pitón derecho─ y al que mató recibiendo, luego de que lo sorprendió con la arrancada.
Su segundo ("Gallero", de 490 kilos), un toro de mejor clase (a la postre sería premiado con el arrastre lento), le permitió un trasteo más relajado; lo recibió con lucidas verónicas que fueron ovacionadas desde los tendidos; con la muleta, inició con temerarios cambiados por la espada ─hasta en dos ocasiones─ y de ahí todo fue cosechar ¡olés!. Repitió la dosis al matar recibiendo y el juez de plaza, Manolo Garrido, no dudó en premiarlo con las dos orejas. El público pedía más…
José Mauricio se mantiene fiel a su estilo; la sobriedad de un arte que él siente y así ha decidido mostrar; con el quinto de lidia ordinaria ("Preferido", de 545 kilos) mostró su manera de sentir el toreo: moderado y sin adornos superfluos; y con el aguante como su mayor virtud, ya que templó por ambos pitones a un burel que exigía ser domeñado. El premio: una oreja tras haber pinchado en una ocasión cuando la punta del acero resbaló en la divisa.
Su primero ("Queretano", de 525 kilos) no le permitió mostrarse. Fue un astado de medias embestidas y un pitón izquierdo más riesgoso, por la manera brusca en la que enfrentaba la tela. Escuchó palmas, tras un pinchazo hondo que bastó para que se entregara al puntillero.
Jerónimo, que se despedía de la plaza que lo vio como novillero allá por el año 1997 ─cuando alternó con el novel Julián López "El Juli"─ tuvo una tarde cuesta arriba. "Cambalache", de 580 kilos, nunca quiso colaborar: salía con la mirada por arriba del estaquillador y nunca terminó por entregarse.
Con el de su adiós ("Buen Mozo", de 527 kilos) hubo destellos de su tauromaquia, desde lo alto del tendido empezaron a descender las nostálgicas notas de "Las Golondrinas", mientras Jerónimo intentaba descifrar las embrolladas embestidas del de Fernando de la Mora. El público queretano le agradeció el esfuerzo; una pena que no haya encontrado un toro más pasable… y pasador.
Abrió la tradicional Corrida de Navidad, el rejoneador de dinastía José Funtanet, quien enfrentó a "Betito" (bautizado así en honor de José Roberto Gómez) de La Venta de Romero. El inicio de la faena le permitió exhibir el temple a caballo, dejándose llegar a la grupa los pitones del burel. Adornó adecuadamente con las banderillas y con el rejón de muerte estuvo desacertado. Los asistentes reconocieron la labor del caballista y lo despidieron con palmas.
En su turno, participaron los Forcados Amadores de México en un escenario que sirvió para la despedida del cabo José Antonio "El Cuyo" Montiel, del grupo de Forcados Queretanos, que realizó la pega al tercer intento y fue ovacionado.