Si bien es cierto que el que paga manda y se dice que el público no se equivoca, muchas veces deja que lo equivoquen haciéndole creer mediante ciertos recursos que las cosas así deben ser y lo que brilla es oro.
Así las cosas, Diego Silveti, ante el quinto de la tarde, que se dolió en un puyazo de trámite, después que el aspirante Gustavo Escobedo saludara una ovación por gran par de banderillas, el guanajuatense inició su labor con la sarga caminándole bien del tercio a los medios en sabrosos muletazos . Posteriormente, batalló con la falta de repetición del toros de Atlanga, que de pronto lo desarmó.
Volvió a la carga el torero para que, en la segunda parte de su trasteo entremezclara los pases destacando una serie de naturales magníficos, seguidos de toreo para la galería, antes de colocar una estocada tendida, ejecutada a un tiempo, y acertó al primer descabello.
Hasta ahí se había otorgado un apéndice, a nuestro juicio correctamente, pero la insistente petición hizo que le soltaran el segundo, después que el toro fue despedido con ovación rumbo al destazadero y cuando recorría el redondel con las orejas invitó al ganadero Emilio Rodríguez a acompañarlo.
El corrido en segundo lugar salió suelto en los primeros lances. Diego optó por la efectividad y fue después del puyazo breve que se hizo aplaudir en un quite por gaoneras. Luego su cuadrilla pasó apuros en el tercio de banderillas, pero el planteamiento del inicio de la faena, mediante estatuarios, fue prometedor, aunque el toro saliera suelto tras los primeros muletazos.
Al menos en un par de ocasiones huyó de la tela el toro, optando Diego por torearlo en tablas. Reiterados fallos con los aceros hicieron transcurrir el tiempo y vinieron dos avisos seguidos de silencio.
Más asentado se vio Pepe Nava con el sexto al que recibió con dos largas de rodillas cerca de tablas, y al incorporarse instrumentó unas seis verónicas y media, de buena ejecución. También el único puyazo fue casi simulado para que el apizaquense luciera quitando por caleserinas.
Después le respondió la gente con sus palmas al cubrir el segundo tercio y tuvo un detalle estimable: brindó a los niños que, vestidos de monosabios, mostraron las tablillas con los datos de los toros.
Su faena de muleta, iniciada en tablas con un pase cambiado, continuó con series ligadas sobre ambas manos y entusiasmó al público. Luego hubo mejor acoplamiento toreando al natural. El toro se revolvía en un palmo de terreno y lo cogió sin consecuencias, así que volvió a torear al lado natural con buen temple. Agregó una serie de muletazos por alto antes de colocar un espadazo arriba que hizo doblar al toro enseguida.
También se concedió una oreja y luego la segunda por la insistente petición del público. Al pasear los premios invitó al nieto del ganadero, José Francisco Rodríguez, para que lo acompañara en la vuelta.
El corrido en tercer lugar fue recibido con una ovación por su pinta llamativa: berrendo en castaño, salpicado y careto. Nervioso se mostró Nava con el percal y vino un puyazo con mayor duración a cargo de Omar Morales, antes de que el torero clavara las banderillas, aunque con escaso lucimiento y poca respuesta del graderío. El toro se empezó a quedar corto complicando el desempeño de Pepe que, afortunadamente, lo hizo doblar con media ración de acero en buen sitio para terminar su labor en silencio.
Por su parte, Calita recibió animoso a su segundo cerca de tablas, arrodillado, y ya puesto de pie ligó con ritmo el toreo fundamental a la verónica, bien rematado. Más tarde inició en los medios su faena con un cambiado por la espalda, seguido de series acompasadas por pitón el derecho. Pero pronto el toro empezó a distraerse y salir suelto, pese a que Calita le dejaba bien el engaño en la cara para que repitiera, hecho que agradó al público que lo estaba alentando.
Con el toro en el tercio y por perfil derecho, el torero mantuvo el entusiasmo popular hasta que vinieron las acciones poco acertadas con la tizona, pinchando varias veces y dejando ir una oreja. Al final escuchó un aviso tras lo cual fue llamado a saludar una ovación en el tercio.
Ante el que abrió plaza, Calita se llevó las primeras palmas de la tarde al fijarlo con el capote acertadamente para que apenas cumpliera con el caballo. En los albores de su trasteo echó el engaño abajo, corriendo bien la mano en los ayudados. Los intentos de toreo al natural tuvieron menor resultado, antes de terminar de dos pinchazos y estocada entera que bastó.