se convirtió en el primer triunfador de la Feria de Tlaxcala, donde hoy cortó tres orejas a los toros de
sufrió una espeluznante paliza en el quinto y permaneció en el ruedo hasta darle muerte, en un gesto de pundonor que le honra.
Debemos destacar que el lote más potable del encierro se lo llevó De Arriaga, siendo el que cerró plaza premiado con vuelta al ruedo de manera un tanto benévola. Tras animosa labor con el percal, el torero fue aclamado por sus partidarios al cubrir el segundo tercio con facilidad.
Toreando de muleta aprovechó la clara embestida del ejemplar en series que le jalearon aun sin estrecharse, y en las dos o tres últimas el toro se escupió visiblemente de la muleta, antes de que el diestro le diera muerte de certera estocada para recibir dos orejas.
La salida más emotiva fue de "Ancestro", corrido en tercer lugar, al que Angelino recibió arrodillado cerca de tablas, con una larga cambiada. El toro perdió las manos cuando iba al caballo, pero se repuso en un quite por saltilleras. Eso sí, con los palos estuvo variado el torero y escuchó palmas.
Con un cambiado por la espalda dio inicio a su labor en el último tercio de la lidia, trazando algunas series derechistas con la consiguiente respuesta de la gente, pero el nivel de entusiasmo se enfrió al haber menos ligazón en las siguientes series, ya que el toro salía suelto de la tela. Mató de una estocada delantera y tras la petición mayoritaria, el juez le concedió un apéndice.
Desde el paseíllo, mientras cruzaba el ruedo bellamente adornado con una alfombra huamantleca, se dejó sentir el cariño de los aficionados hacia Jerónimo. Es importante destacar el hecho que los pizarrones anunciando los toros fueron portados por niños, lo que se significa magnífica promoción en esas edades.
El sobrino nieto de El Ranchero se prodigó ante su primero con un ramillete de verónicas sentidas y templadas. El castigo en varas fue medido y lució la forma del subalterno Juan Pablo Hernández para cerrar al toro toreando a una mano.
Jerónimo hizo un emotivo brindis a Carlos Hernández González "Pavón" por haber sido quien le enseñó los primeros pasos en el toreo, precisamente en esta plaza. El matador entendió las condiciones del ejemplar, dándole su tiempo para sacarle el mayor partido pues se apagó pronto, y como más tarde señaló un pinchazo antes de estocada baja, su labor terminó en silencio.
"Campanario" fue el nombre del toro corrido en cuarto lugar con el que se despidió Jerónimo de este coso. Cuando lo fijaba clavó los pitones en la arena dando una vuelta de campana. A pesar de este hecho, el de Piedras Negras cumplió en el caballo. Vino un gran par de Gustavo Campos y el brindis del matador al ganadero Javier Iturbe, que fue el apoderado que lo llevó a debutar como novillero en la Plaza México, en la Temporada Chica de 1997.
El fondo musical de "Las Golondrinas" acompañó la faena voluntariosa del Jerónimo, quien tuvo escasa respuesta del toro dada su marcada debilidad. Sin embargo, ligó buenos muletazos con la atención respetuosa del público que aquilató su esfuerzo. Al final de la lidia pidió insistentemente la oreja del toro, digno premio a su trayectoria y paso por esta plaza.
José Mauricio se llevó en el sorteo a "Calaverito", que se jugó en quinto turno. Lo metió en el engaño con gran conocimiento y oficio. Tras el breve castigo en varas, y apenas dos pares de banderillas por parte de la cuadrilla, se cambió el tercio. Caminándole y ganando terreno inició su trasteo, que pronto se tornó en faena de aliño porque el toro se frenaba y buscaba afanosamente al torero al que, finalmente, le echó mano de dramática manera.
Lo prendió de la ropa y se lo pasó de un pitón a otro, propinándole varios golpes en medio del revuelo de capotes que no conseguían quitarle al toro, y de milagro se salvó de una grave cornada. Las asistencias lo sacaron del ruedo para revisarlo y en breves momentos regresó a despacharlo, ya cuando estaba sumamente maltrecho por la paliza recibida. El público valoró el profesionalismo y pundonor del diestro tributándole una ovación cuando acertó con el descabello.
Al primero lo lanceó bien, no obstante la debilidad del toro, que cayó a la arena. Después lo puso al caballo, donde apenas recargó en el peto. Posteriormente, José Mauricio brindó su labor de muleta a Jerónimo y destacó en algunos naturales en los que porfió, ya que el de Piedras Negras se le frenaba. El público apreció su labor, pero guardó silencio al faltarle rotundidad con los aceros.