Entre algunos de los españoles que decidieron hacer de México su segunda patria, asoman tres personajes en lo taurino: Luis Carlos Fernández Valdemoro (José Alameda), Enrique Bohórquez y Bohórquez y Manuel García Santos, quien arribó al país en diciembre de 1947. Sobre este último, me ocuparé a continuación.
Sólo como dato curioso, apunto que un siglo atrás, esto en 1850, otro compatriota suyo, Joaquín Jiménez "El Tío Nonilla", escribe la primera crónica taurina –llamémosle históricamente informada–, como resultado del festejo ocurrido en la plaza de toros de Tacubaya, la tarde del domingo 2 de junio de 1850, ocasión en la que Bernardo Gaviño se enfrentó a cinco toros de Atenco y el último de la tarde fue aprovechado para la puesta en escena de una mojiganga conocida como los Hombres gordos de Europa.
Para los aficionados de una o dos generaciones atrás, el nombre de Manuel García Santos no resulta ajeno, pues se trata de un reconocido autor y periodista cuya estela se extendió durante varios lustros, siempre con acertada opinión. Así que en estos tiempos que corren, ha sido posible en un trabajo conjunto, el de mi colega la doctora Laura López Romero (Universidad de Málaga) y quien esto escribe, un primer acercamiento que dio como resultado el siguiente texto:
Entre dos orillas, entre dos miradas, pusimos en valor la importante trayectoria de quien, en circunstancias muy particulares vive poco más de la mitad de su vida en España y la otra en México. Nace en Arcos de la Frontera el 8 de mayo de 1895. Gallista recalcitrante, para 1931, colocado en La Unión Mercantil entrega sus primeros apuntes taurinos, tema y asunto que ya no abandonará. Poco a poco fue escalando lugares de privilegio, convirtiéndose en el director de dicha publicación que circulaba en Málaga.
García Santos enfrentó amargamente el curso de la guerra civil española. Dicho conflicto fue escalando hasta el punto que el exilio se convirtió –para muchos–, en una opción con objeto de garantizar un futuro mejor con lo que entre otros países, México recibe, durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas a un grupo numeroso de hispanos, desde niños hasta intelectuales de renombre. Y aún, en estas circunstancias, Manuel decide quedarse en su patria con objeto de seguir con sus labores y compromisos, entre los cuales, uno de ellos, se convirtió en obsesión: fundar la célebre y emblemática publicación "El Ruedo", cuyo primer número aparece el 2 de mayo de 1944.
Al parecer, tiene algunas y casuales apariciones, pero no se queda con el deseo a medias y tendrá que esperar algunos años para ver materializado ese anhelo ya en México, cuando a partir de 1948 y, en forma intermitente; y luego, de 1951 y hasta 1954 aparece "El Ruedo de México".
Adelantado a los hechos, no puedo dejar de referir los incidentes ocurridos a raíz de la muerte de Manuel Rodríguez "Manolete" ocurrida a finales de 1947. Manuel García Santos ha preparado con cierta rapidez un volumen que rememora la figura del torero de Córdoba, misma que se publica a finales de 1947, cuando ya tiene un pie en el barco que lo traerá a América. Y así, intempestivamente aparece ¡Manolete! El dolor de su vida y la tragedia de su muerte, que lleva el prólogo de Álvaro Domecq y apuntes de Martínez de León.
Imagino a García Santos, al día siguiente de su arribo al país, desayunando en el café "La Habana" o alguno otro ubicado frente al "Caballito", encarando el futuro él y su alma, pues la familia habría de viajar meses más tarde, con la seguridad de un futuro mejor.
Salvo un error, debo decir que Manuel García Santos llegó con siete (y no dieciocho) años de diferencia respecto a José Alameda, que lo hizo en marzo de 1940. Ambos, hasta donde tengo entendido se trataron respetuosamente y ambos también, encontraron espacios en la prensa escrita, e incluso en la radio, esto en diversos programas que se transmitían por las frecuencias de la XEBZ y Radio Mil (en el caso de Alameda) así como en la XERH donde García Santos estuvo bajo la égida de Arsenio Tuero, hermano del célebre "barítono de Argel", Emilio Tuero.
Vino para él una época que, aunque corta permitió cristalizar la firme idea de poner en circulación un semanario que hizo época: El Ruedo de México, donde se formó un plantel de celebridades literarias y colaboradores de primera línea entre fotógrafos y dibujantes. Años más tarde, esto en 1962, ve la luz su libro "Juan Belmonte (Una vida dramática)", edición que alcanzó un tiraje de 40 mil ejemplares.
Sin bajar la guardia, encuentra espacio en Lunes de Excélsior entre 1964 y 1965 para luego, a partir del 10 de marzo de 1966 y hasta poco antes de su muerte, ocurrida el 5 de abril de 1980, quedara convertido en colaborador de planta en El Sol de México, haciendo "Desde mi barrera", su infaltable columna, sin olvidar las crónicas, dechado de conocimiento en unas y otras. Con cierta periodicidad aparecían en la misma publicación y en la sección editorial otras dos columnas suyas: "Aquel Madrid…" y "Éste México…", donde destacan diversas evocaciones.
También tuvo injerencia en aquella revista de los años 60 conocida como "TORO", escribió un borrador para un guion cinematográfico dedicado a Rodolfo Gaona… y en fin, la mar de cosas que bien merecen ser conocidas pues se trata de un personaje virtuoso, discreto y muy efectivo en sus opiniones que siguen siendo modelo a seguir.
Hoy día, y para terminar, hago acopio de todas sus colaboraciones en los diversos medios impresos donde participó, con objeto de tener un catálogo completo de sus quehaceres periodísticos y literarios que nos llevan a considerarlo como un referente, ni más ni menos. Por lo demás, deseo una placentera lectura de los interesados en este gran personaje.