Se cumplieron 75 años de la cornada mortal del novillero mexicano
Eduardo Liceaga en San Roque, España, ya cuando apuntaba magníficas condiciones par destacar en la profesión, y que así como, por el momento, se interrumpió el desarrollo de una de las dinastías más extensas de México, la de los
Liceaga.
El tronco inicial surge de Mauro, David y el personaje que me ocupa el día de hoy: Eduardo Liceaga. Después vendrían Anselmo, un segundo Mauro, otro Eduardo, Javier, Carlos y, para cerrar temporalmente el círculo, un nuevo David.
Eduardo Liceaga Maciel nació en la Ciudad de México el 20 de noviembre de 1922, estando ya dedicados sus hermanos David y Mauro a las cosas del toreo, su familia procuró que él se dedicara a los estudios y logró avanzar hasta iniciar los de bachillerato. Sin embargo, al cumplir ya los 17 años inició su andadura por los ruedos actuando como sobresaliente en algunos festejos en los que actuaba
David su hermano, adquiriendo preparación para presentarse como novillero.
Se presentó en "El Toreo" de la Condesa el 6 de agosto de 1944, para lidiar novillos de Rancho Seco, alternando con Tacho Campos y Nacho Pérez, tarde en la que dio dos vueltas al ruedo y de la que me he ocupado en este lugar en esta misma Aldea.
Debutó en la plaza de Las Ventas de Madrid el 26 de agosto de 1945, alternando con Rafael Llorente y Luis Álvarez "Andaluz Chico", en la lidia de novillos de Garro y Díaz Guerra, cortando una oreja en esa tarde y logrando hacer una interesante campaña en ruedos hispanos que le invitó a permanecer en aquellas tierras el invierno de ese año para preparar la temporada siguiente.
De acuerdo con las informaciones de la prensa de la época, la intención de Eduardo era recibir la alternativa al final de la campaña de 1946, para regresar a México como matador de toros. La fecha escogida sería el 6 de octubre en Barcelona, con Carlos Arruza como padrino.
La tragedia de San Roque
Pero para llegar a ese día tendría que cumplir con varios contratos pendientes. Entre ellos se encontraba el pactado para las fiestas de la plaza de San Roque en el Campo de Gibraltar. La fecha se pactó para el domingo 18 de agosto de ese 1946 y para lidiar novillos de Concha y Sierra se le anunció con Julio Pérez "Vito" y Manuel Chaves Flores. El primero del festejo se llamó “Jaranero”, era el número 93 y era de pelo cárdeno. Por antigüedad le correspondía a Eduardo Liceaga. La crónica publicada en el ABC de Sevilla el martes siguiente al festejo, relata lo siguiente:
"Liceaga había sido aplaudido al lancear, a pesar de que el novillo embestía de muy mal estilo. Igualmente fue ovacionado al quitar, repitiéndose las ovaciones al colocar tres pares de banderillas, el último, al cambio. Brindó el infortunado diestro al público, empezando con tres estatuarios que causaron emoción, porque el bicho derrotaba. Lo saca a los medios, y al dar un pase de costadillo es cogido, suspendiéndolo el de Concha y Sierra uno segundos, lanzándolo aparatosamente. Acudieron al quite Vito, Chaves Flores y los peones, pasando el diestro a la enfermería en brazos de la asistencia, quedando en la plaza la desagradable impresión de la mortal cogida. Vito remata al novillo…"
Por su parte, la Hoja del Lunes de Madrid del día siguiente al festejo cuenta lo siguiente:
"El novillero comenzó a torear con la muleta, dando unos pases con la derecha bastante aceptables que el público aplaudió. Algunos espectadores le pidieron que toreara con la izquierda, y el diestro, accediendo a ello, se dispuso a hacerlo. En el instante de cambiarse la muleta de mano fue empitonado por la espalda y arrojado al suelo, de donde el novillo volvió a recogerlo y lo encunó por la entrepierna, teniéndole suspendido cerca de dos minutos y arrojándole nuevamente al suelo de forma violenta, hasta que acudieron al quite algunos de sus compañeros…"
El recuento de la manera en la que se produjo el percance es breve, casi telegráfico y sin imágenes que nos puedan ilustrar para darnos una idea de lo que en verdad ocurrió hace 75 años en el coso de San Roque.
Trasladado a la enfermería, se inició una lucha que tuvo un final indeseado. La historia que cuenta la prensa sigue estos derroteros de acuerdo con el ABC sevillano:
"En la enfermería. El traslado a Algeciras. Fallecimiento del diestro. El parte facultativo. –Algeciras 19.– Una vez el diestro mejicano en la enfermería de la plaza de San Roque, le fue desinfectada y taponada la herida por los doctores Marenco y Luna, apreciándole dichos facultativos una grave cornada en la región glútea, por lo que dispusieron el traslado a Algeciras, lo que se efectuó, acompañándole el empresario de la Plaza de Toros de Algeciras, don José Casero y el médico señor Luna…"
La Hoja del Lunes de la capital de España no es más prolija en detalles, según vemos enseguida:
"Inmediatamente fue conducido a la enfermería, donde le practicaron la primera cura de urgencia el médico forense don Fernando Marenco Pereztébar y el capitán de Sanidad Militar señor Luna. Una vez curado y en vista de la gravedad de la herida, situada en la región glútea, y de no disponerse de medios suficientes en la localidad, se dispuso el traslado inmediato al Hospital Militar de Algeciras…”
En Algeciras
Eduardo Liceaga, de acuerdo con la información periodística, ingresó en el Hospital Militar de Algeciras a las nueve de la noche. Algeciras se encuentra a trece o catorce kilómetros de San Roque, aunque trazar una línea de tiempo es complicado, porque no existe constancia de la hora de inicio del festejo, así como tampoco hay señalamiento de la hora en la cual el torero ingresó en la enfermería.
Es de suponer, además, que la magnitud de la cornada, exigió a los médicos que la atendieron en primera oportunidad, invertir tiempo para contener la hemorragia que producía y estabilizar al torero herido para preparar su traslado al hospital en el que pudiera ser intervenido.
Las informaciones de la prensa refieren lo siguiente y continuando con el orden utilizado hasta ahora, recurro a la versión del ABC de Sevilla:
"El señor Casero, a la llegada del Hospital Militar y por haber sufrido el diestro “schot” traumático a consecuencia de la hemorragia, se ofreció a dar su sangre para la transfusión no llegando, desgraciadamente a realizarse, porque sobrevino un nuevo "schot" (sic), falleciendo a las veintidós horas.
Rodeaban al diestro en aquel instante, su mozo de estoques y banderillero facilitando los doctores Martínez Zaldívar y Pérez Espá el siguiente parte facultativo:
"A las 21 horas de ayer ingresó en este Hospital el diestro Eduardo Liceaga, el que, según manifestaciones del mismo y de sus acompañantes, fue herido por un toro en la plaza de San Roque, donde fue curado de primera intención. El diestro sufre una herida de asta de toro en la región pironeal, penetrante en pelvis que produce grandes destrozos, rotura de plexon, con gran hemorragia y "schot" (sic) traumático de carácter gravísimo, falleciendo en este hospital una hora después sin salir de dicho "schot" (sic), a consecuencia de las heridas sufridas”
La Hoja del Lunes de Sevilla refiere esto:
“Algeciras 18.– Eduardo Liceaga ha fallecido en el hospital de esta localidad a consecuencia de la cogida sufrida en el primer novillo de la corrida de esta tarde en San Roque. El infortunado diestro fue trasladado a Algeciras después de serle taponada la herida en San Roque. En el hospital, al tratar de intervenirle el doctor Pérez Espá sufrió dos "schots" (sic) traumáticos seguidos que no dieron lugar a empezar la operación, falleciendo a los ocho minutos de ingresar en el citado centro benéfico. –CIFRA".
La Hoja del Lunes de Madrid refiere una ruta distinta en el traslado de Eduardo Liceaga al Hospital Militar de Algeciras como se ve enseguida:
"En la enfermería de la plaza le fue taponada al diestro la herida, ordenando los doctores el traslado inmediato a Algeciras. Seguidamente, y en su coche particular, fue traído a esta localidad el diestro mejicano por el empresario de esta plaza de toros, don José Casero Pesino, que lo llevó primeramente a la clínica del doctor Pérez Espá, quien reconoció al herido y, en vista de la gravedad de la herida, ordenó su traslado al Hospital Militar, donde procedió inmediatamente, en unión del director de dicho centro benéfico, don Tomás Martínez Zaldívar, a operar; pero debido a la pérdida de sangre, sobrevino "shock" traumático por dos veces, falleciendo a las diez y media de la noche, después de recibir los Santos Sacramentos…"
Como se advierte de esta última información, que, de ser cierta, quizás se perdió un tiempo importante en la atención de Eduardo Liceaga en su traslado a la primera clínica, en lugar de llevarlo directamente al Hospital Militar para ser intervenido, pero al no haber uniformidad en las relaciones sobre ese suceso, es preferible ponerle un signo de interrogación.
"Algeciras 19. –Hoy le ha sido practicada la autopsia, facilitando los mismos doctores Martínez Zaldívar y Pérez Espá el siguiente parte facultativo: "El parte de la autopsia ratifica en todo sentido el facilitado esta mañana". Es decir, que ratifica el parte médico dado originalmente.
La temporada de Eduardo Liceaga
En la temporada de 1946 toreó 15 novilladas más ésta en la que se encontró con la fatalidad. Actuó en las plazas de Barcelona, Valencia, Sevilla (tres), Madrid (dos), Badajoz, Granada, Peñarroya, Huelva, La Coruña, Málaga, Cantillana, Cazalla de la Sierra y San Roque y como apuntaba líneas arriba, tenía se decía, apalabrada la alternativa para el 6 de octubre en Barcelona, con Carlos Arruza como padrino. Todo eso se quedó para la historia.
Algunas reflexiones sobre Eduardo Liceaga
José Carrasco, en la edición del semanario "El Ruedo" aparecida el 22 de agosto de 1946, escribió lo siguiente:
A Liceaga, el destino le empujó hacia los ruedos. Su envidiable posición le obligaba a arriesgarse en la dura pelea con los astados. Pero los recuerdos de su hermano mayor obraron como vivos estímulos en Eduardo, hasta hacerle abandonar los estudios del Bachillerato, que cursaba en la capital de Méjico.
A los diecinueve años de edad (ese dato difiere con su año de nacimiento, pues tenía 23 años), que contaba el infortunado diestro, era ya una figura de la novillería. Y triunfó en España y en Méjico, y abandonó por completo su preparación académica, para la que reunía magníficas condiciones.
Inteligente, culto, con facilidad para alcanzar el éxito en otras profesiones, el desgraciado diestro mejicano sentía más honda la atracción del riesgo que el goce de una vida tranquila. Estaba dotado de gran valor, y su arte hacía suponer que en un futuro próximo alcanzaría las cumbres de la fama.
Desde que llegó a la capital de España vivía para su profesión. Y la alternativa constituía para él la ilusión más fuerte de su carrera artística. El doctorado de manos de su paisano y maestro, Carlos Arruza le tenía en tensión. Ese 6 de octubre, en que alcanzaría la codiciada borla, con la que tanto había soñado, le preocupaba.
Vino a España con esa ilusión. Y cifraba toda su gloria con regresar a Méjico de matador de toros. Por este motivo no fue el pasado invierno a Méjico y se quedó en España, para actuar en tentaderos, recobrar fortaleza y entregarse de lleno al entrenamiento con las vaquillas en las ganaderías... Esta obsesión de arrimarse a los toros y de exponer le ha cortado su vida en plena juventud. Por valiente y por pundonoroso, ha caído en la plaza..."
Por su parte, Roque Armando Sosa Ferreyro "Don Tancredo", en su libro "La Fiesta que fue de Toros y Toreros. Recopilación histórica hasta 1987", expresa lo siguiente acerca de este torero:
"Había en él consistencia, tenía sitio en la arena y frente al toro, estaba en plena madurez. Era valiente, pero sin temeridades, sin locuras, y fundíanse en él – casos raros en el historial de la fiesta– el dominador y el artista. No era sólo una esperanza sino una floreciente realidad, aunque podía haber llegado a un desenvolvimiento de mayores dimensiones hasta culminar en la cima de los elegidos, mandones de su generación y de su época. Torero completo, practicaba todas las suertes del primero y el segundo tercios; con la muleta era poderoso y afiligranado –clásico y rondeño y sevillano– y con la espada sabía coronar sus faenas haciendo gala de la verdad y la maestría de los grandes estoqueadores de antaño..."
Así fue como se rompió otra promesa que pudo engrandecer el nombre de México en los ruedos del mundo. Y hoy hemos querido recordarlo a los 75 años de esta tragedia.