Leo demostró lo anterior sobre todo en su segundo ejemplar, al que fijó con el capote, para que después apenas fuera picado y, a partir de ahí, vino la gran labor del hidrocálido desde que realizó unas zapopinas de compás abierto, dejando caer la tela en el último tiempo del lance, imprimiéndole sello propio, y agregando otra de rodillas al rematar. Este hecho caló con fuerza en el tendido.
Luciendo enormes facultades, clavó tres pares de variada ejecución que hicieron explotar la emoción en los tendidos, misma que continuó durante el trasteo en el que hubo temple y reposo, acompañado con el fondo musical de "Pelea de Gallos". Toreó bien de verdad, incluso haciendo ver al toro mejor de lo que era; finalizó con manoletinas de pie y de rodillas, para culminar su labor con estocada caída pese a lo cual se conceden dos apéndices en medio de la algarabía del público.
Después de recibir al capacho primero, al que quizá afectó dar una vuelta de campana, ordenó un breve castigo en varas, y aunque el toro pronto vino a menos Leo consiguió sacarle partido por el pitón derecho, en una faena que agradó a los asistentes. Señaló un pinchazo seguido de estocada caída, para cortar la primera oreja de la noche.
Casi bajándose del avión, como suele decirse, Ernesto Javier "Calita" enfrentó en primer término a un ejemplar bien armado que resultó tardo para ir al caballo. En varas recibió varios piquetes en un encuentro. El torero estuvo porfiando y citó casi de frente para provocar la arrancada.
También, de repente, el toro se le frenaba; sin embargo, el diestro aguantó los frenazos y consiguió pasajes rescatables que, para la mayoría del público, pasaron inadvertidos. Destacaron algunos naturales a lo largo de un trasteo meritorio, dejando ver que está puesto. Mató al segundo viaje y requirió usar el descabello, con el que falló antes que le sonaran un aviso. El toro fue pitado en el arrastre.
Discreto estuvo Calita con el capote en su segundo que, fue fue cambiado con un puyazo tras el que, los subalternos, Gerardo Angelino y Ángel González , cubrieron con eficacia el tercio de banderillas. La embestida poco franca del toro que cambió de lidia, terminó con las esperanzas de lucimiento. Y, además, por pinchar dos ocasiones antes del espadazo definitivo, se retiró en silencio.
El torero de la tierra, José María Macías, se llevó en primer término un ejemplar que empezó embistiendo bien y fue al caballo de Daniel Morales, quien aguantó la reunión. En banderillas los subalternos anduvieron apurados. Brindó a Rafael Ortega su trasteo, iniciado con doblones en lo que sometió a un toro que terminó rajándose. No cesó el empeño del huamantleco para sacarle partido. En varias ocasiones, al intentar oficiar con la espada, el animal echaba la cara abajo. Señaló un pinchazo seguido de estocada contraria, y varios intentos de descabello hasta que escuchó dos avisos.
Ante su segundo, de menor presencia, ejecutó lances a la verónica y realizó un voluntarioso quite por crinolinas después del medido castigo en varas. Encontró colaboración del ejemplar, al que ligó entonada faena por ambos lados y ejecutó lasernistas para adornarse. En el momento de entrar a matar dejó media estocada en buen sitio que fue suficiente. Pero el puntillero levantó al toro y fue así como se diluyó la posibilidad de cortaron la oreja que pedía el público que al final lo llamó a dar una cariñosa vuelta al ruedo.