Otra vez más la tarde se puso cuesta arriba para la terna, que se vio obligada a remontar el ambiente hostil, muchas veces circunstancial en una corrida, bajo la presión de un público que paga un boleto caro y quiere ver un espectáculo auténtico y dinámico, a costa de lo que sea.
Y es que la corrida de Bernaldo de Quirós tuvo un par de toros con calidad, pero sin la fuerza y la casta suficiente para emocionar al público, y cuando la emoción no emana de la bravura las cosas se complican y los toreros tienen que redoblar esfuerzos para calentar a la gente.
Aunque no se puede generalizar, por supuesto, la ganadería mexicana atraviesa por un momento desesperante; los apoderados de la figuras ya no saben a quién acudir para elegir toros y, en muchas ocasiones, los ejemplares de las divisas más conocidas no ofrecen una garantía mínima de embestir.
Así que esta tarde los espadas del cartel aprovecharon hasta el más mínimo resquicio para sacar provecho a los toros que funcionaron, como el quinto y el sexto.
Y fue en dicho ejemplar al que Sebastián Castella la faena más rematada de la tarde, un trasteo de los suyos, dotado de inteligencia, valor y sentimiento, que terminó por enloquecer al público.
En la corta distancia, el francés se plantó como un roble sobre la arena y se pasó al toro por la faja con decisión, largueza, pulso y temple, aprovechando la calidad extrema de un toro llamado "Saeta" al que cuajó a placer, en una faena estructurada, que se desarrolló en tono ascendente.
Los naturales, las dosantinas, los pases de pecho y diversos adornos, como un par de cambiados por la espalda, intercalados en los redondos, le dieron forma a un trasteo emocionante que convenció a propios y extraños.
A la hora de matar colocó una estocada tendenciosa –perpendicular y con travesía– que no hizo doblar con prontitud al de Bernaldo, y tuvo que utilizar el descabello, lo que supuso perder dos orejas que ya tenía en la espuerta.
La gente le tributó una ovación de gala que se prolongó unos segundos hasta que lo hicieron dar una aclamada vuelta al ruedo. El paso de Sebastián Castella por México cada vez tiene más fuerza y sigue entrando, paulatinamente, en el ánimo del público.
El tercer toro de la corrida, un tanto basto de hechuras, fue protestado de salida. Castella no dio importancia a este hecho y se entregó en una faena templada que sólo habría de ser el esperanzador bosquejo de la otra, la obra de gran calado que sobrevino en la lidia del quinto.
La incursión de El Conde en esta cartel no era obra de la casualidad, o simplemente porque se trataba de un torero más antiguo para abrirle plaza a las figuras. No. Tres indultos en este escenario, y una valentísima reciente actuación, sustentaban su presencia aquí.
Y la labor del tapatío fue recompensada con una solitaria oreja que no refleja el tremendo esfuerzo realizado en una tarde de tanto compromiso.
Un lote deslucido apenas y le dejó mostrarse hasta que salió el toro de El Junco, un tanto acaballado, hondo y largo, que se movió con transmisión hasta que se lastimó la mano izquierda.
El único torero mexicano del cartel dio la cara con hombría y porfió de forma por demás generosa, con seguridad y vocación. Y el recurso de la espada, tan válido en esto del toreo, le puso en las manos esa oreja tan trabajada gracias a que mató de una soberbia estocada en las que se fue derecho tras de la espada, con el corazón por delante.
Ojalá que este triunfo le abra más puertas, pues se trata de un torero maduro y responsable que sale a ofrecer espectáculo y demostró que tiene bien aprendido el oficio.
El Juli no toreaba en Guadalajara desde el 11 de febrero de 2006, después de solventar una tarde aciaga, durante un mano a mano con Zotoluco. El entradón que había (alrededor de 13 mil espectadores) fue el reflejo de que mantiene un gran cartel en México, y que su fama ha trascendido a lo largo del tiempo.
Ávido de competir con Castella, el madrileño salió hecho un jabato ante el segundo toro de la tarde, que no ofreció posibilidades de lucimiento. Un par de artísticos trazos con el capote, y destellos sueltos con la muleta, supieron a poco, y la gente comenzó a exigirle.
Y en el quinto se empleó a fondo en una faena de excelente factura, donde brillaron redondos con mano baja, en los que entendió las condiciones del toro para hacerlo ver mejor de lo que realmente era.
A base de una técnica depurada, consiguió imprimir su ritmo al toro en muletazos despaciosos, rítmicos y de bello trazo que hicieron estallar en júbilo a la gente. Cuando parecía que podía cortar una oreja de ley, o hasta dos, quizá, emborronó su quehacer con la espada. No obstante, ahí quedó esa férrea decisión de cambiar las lanzas por cañas con un acusado sentido de la profesionalidad.
Domingo 6 de febrero de 2010. Tres cuartos de entrada en tarde soleada, con ligeras ráfagas de viento. 6 toros de Bernaldo de Quirós, disparejos en presentación, dóciles, faltos de raza en su conjunto, de los que sobresalió el 6o. por su calidad. Y un sobrero de El Junco, como regalo, con transmisión y movilidad hasta que se lastimó la mano izquierda. Pesos: 525, 535, 535, 540, 543, 533 y 525 kilos. Alfredo Ríos "El Conde" (verde esperanza y oro): Silencio, palmas y oreja en el de regalo. Julián López "El Juli" (azul marino y oro): División de opiniones y ovación. Sebastián Castella (negro y oro): Ovación y vuelta al ruedo tras petición.