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¡Chucho, puro corazón!

Viernes, 16 Jul 2021    Caracas, Ven.    El Vito | Foto: Archivo Arroyo     
"...Fue tanta la devoción por la fiesta de los toros que decantó..."
Chucho Arroyo fue de los primeros amigos que conocí en México. Fue en 1969, en el frontón del doctor Hoyo Monte, en la colonia Narvarte, donde íbamos cada mañana a echarnos nuestra partidita de frontón con el maestro Antonio Velázquez, que era su querido compadre.

Aquellas reuniones muy de mañana me abrieron caminos hacia un grupo muy interesante de toreros, muchos de ellos amigos para toda la vida. Íbamos con Guadalupe desde la 5 de Mayo hasta el Frontón de Hoyo Monte luego de un café con leche en "El Tupinamba", había cita con el toreo en su expresión más pura.

Era Chucho Arroyo para la época un restaurantero exitoso, pues el negocio en Tlalpan se había disparado por el camino del éxito con sus muy famosas barbacoas. Era "El Arroyo", como lo distinguían los taurinos, centro de reunión para Antonio Velázquez, Antonio Toscano, Luis Castro "El Soldado", Luis Procuna y, cuando venía de Aguascalientes, el póker de ases lo completaba Rafael Rodríguez "El Volcán", aquel torero del que me hablaba con respeto y cariño Antonio Chenel "Antoñete", pues el madrileño lo consideraba como "el más valiente entre los valientes".

Chucho Arroyo para la época era un destacado aficionado práctico. Junto a Lalo Azcue, figura del toreo y aficionado de muchos quilates, destacaba entre varios toreros, aficionados prácticos de mucha calidad que había en México. Realizaban nutridas campañas por diversas plazas de toros de la República Mexicana. 

Aquella desbordante afición lo llevó a construir una plaza de toros en Tlalpan, en el Restaurante Arroyo, que bautizó con el nombre de "Plaza Antonio Velázquez" en honor al "León de León", como se conocía al gran torero leonés fallecido en un accidente en su casa de habitación en Mariano Escobedo, Polanco, frente al centro comercial de Liverpool.

Pues fue aquella noche de la muerte de Velázquez que surgió de la tragedia la amistad con Chucho, que junto al doctor Joel Marín y el maestro Silverio Pérez y Raúl García, fue uno de mis primeros amigos en la muy larga vida entre los muy apreciados.

Chucho Arroyo tenía tanta afición, que invirtió dinero en una ganadería. Llegó a gestionar plazas de toros, como la Monumental de México o la plaza de Pachuca, donde varias veces fuimos a torear aficionados prácticos de Venezuela. Todo gracias al afecto que siempre tuvo por nuestro país, Chucho Arroyo.

Además de saciar intensamente su afición, porque se "los echaba" con cuatro años y en puntas, lo mismo que hacían Joel Marín y Lalo Azcue, llegó a representar matadores de toros a los que ayudó en su formación y carrera como fue el caso del joven maestro Jorge Gutiérrez, su paisano hidalguense.

Fue tanta la devoción por la fiesta de los toros que decantó su éxito económico administrando uno de los restaurantes más fructíferos del mundo, hacia las temporadas de novilladas que organizaba en la Plaza "Antonio Velázquez" de Tlalpan, donde se comen las más sabrosas carnitas en todo México y donde se prepara la mejor barbacoa de Hidalgo en el mundo.

Ha sido Arroyo sitio de reuniones de grandes artistas como María Félix, figurones del toreo como Eloy Cavazos, Alfredo Gómez "El Brillante", los Calesero, padre e hijos, apoderados taurinos como el venezolano Rafael Báez, periodistas taurinos de distintas generaciones.

Ha sido Arroyo centro obligado para la expresión musical del México Lindo con barras futboleras de El Chema para con el del América y de las Chivas Rayadas de Guadalajara, tríos y mariachis en el tope de la fama, pero...

Hoy Chucho Arroyo se nos ha adelantado, y deja su legado taurino a su hijo Pepe y a su nieto Pepito. Y en este tránsito quiero recordarlo así, como ¡Chucho, puro corazón! Que hoy nos deja su vida, su generosidad y una amistad sincera.


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