Enrique Ponce anunció su retirada de los toros de manera repentina. Así, mediante un escueto boletín de prensa. Ha sido una decisión que quizá sorprendió al aficionado, pero no a los profesionales, que ya intuían que dicha noticia podía suscitarse en cualquier momento. Vamos, que se veía venir.
¿Cansancio? ¿Desconfianza? ¿Hastío? ¿Decepción? o ¿Estrategia? Cualquiera que sea la razón, sólo Enrique y su entorno la sabe, y no es algo que sea imperativo averiguar, pues se trata de una decisión íntima, personal y muy respetable. Simplemente, se retiró de manera "indefinida", con todo lo que implica este ambiguo adjetivo, lo que quiere decir que el maestro podría reaparecer cuando así lo estime conveniente. Él sabrá.
Los toreros tan competitivos, aquellos que su vida gira sólo en torno a una corrida de toros detrás de otra, sin parar, no se detienen a pensar que un día el público se puede cansar de verlos, sobre todo cuando ya pasaron muchos años de estar toreando tanto, sin hacer siquiera una pausa para provocar en la afición una gustosa necesidad de extrañarlos.
Los toreros "milenarios", aquellos que han sobrepasado las mil corridas (Enrique Ponce tiene en su haber más del doble), esos que no han dejado de torear nunca salvo por lesiones, quizá no son conscientes de que ya están demasiado vistos y su imagen está gastada. Y por buenos que sean, da la impresión de que llegó la hora de dar paso a las nuevas generaciones; torear menos; hacerlo sólo por una motivación especial, y tratar de trascender, aunque desde otro ángulo.
A ver si este magnífico ejemplo que dio Sebastián Castella el año anterior, ahora metido en la búsqueda de su identidad como artista plástico, y éste reciente retiro de Enrique Ponce, también hace meditar a otros de sus compañeros, sobre todo aquellos que, como ellos, tal vez ya hayan dicho todo lo que tenían que decir en el toreo. ¡Porque qué importante es saber decir adiós a tiempo!
Y que nadie dude que Enrique Ponce ya dejó su nombre inscrito en los anales de la tauromaquia, y eso sería uno de los alicientes más valiosos para estar más que satisfecho, cambiar el chip, y vivir una vida emocionante o sosegada fuera de los ruedos, ganada a ley delante de los toros.
Es el tiempo de impulsar propuestas novedosas en los carteles; alentar el surgimiento de toreros de nuevo cuño que ilusionen, o de aquellos redescubiertos o poco vistos, que hay varios, y dar cauce a una Fiesta que mire al futuro, claro, sin perder de vista nunca la poderosa referencia del pasado, que en esto tiene un gran valor, pero procurando mantener siempre una mirada hacia adelante.
Y qué mejor época para hacer esto que aprovechar la coyuntura de la pandemia. Es el momento de intentar cosas nuevas, equivocarnos y experimentar, a ver si de todo eso sale algo mejor de lo que tenemos en la actualidad.