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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 27 May 2021    CDMX    Redacción | Foto: Archivo     
"...dejaron para el recuerdo un toreo de capote de ensueño..."
Las corridas del Palacio de Vistalegre fueron como un oasis en medio del desierto, y aunque la vida taurina comienza a salir del coma inducido por la pandemia, en más de un año no se había sentido realmente que aquel enfermo todavía respiraba por sí mismo, hasta que el clarín sonó a diario en Carabanchel durante once tardes.

Pero quizá lo más trascendente de este alentador experimento, y al margen del escaso promedio de asistencia de público por festejo, fue el calado de algunos de los toreros que pasaron por el mismo terreno donde se levantaba "La Chata", aquella plaza periférica de la capital, inaugurada por el mismísimo Rodolfo Gaona en 1908.

Vistalegre ha reivindicado con creces su carácter de "alternativa" o complementaria –que no sustituta de Las Ventas, ojo–, y que cumplió a cabalidad con su función, y donde una gran cantidad de toros cinqueños ofrecieron una auténtica dimensión a todo cuanto ocurrió en esta "feria de mayo", que no de San Isidro.

A la par de la sangre vertida por toreros como Manuel Perera, el banderillero Juan José Domínguez o Pablo Aguado, varios, incluido éste último, dejaron para el recuerdo un toreo de capote de ensueño.

Y si Morante abrió boca poniendo el ejemplo el primer día con un toro de Juan Pedro Domecq, y remató la obra con otro ramillete de extraordinarias verónicas a un ejemplar de Garcigrande, ahí queda la pureza de Diego Urdiales la tarde del 21 de mayo, o el clasicismo de Juan Ortega el sábado 22, que también hicieron un toreo de cante grande en Vistalegre.

Dejando de lado el arrebatado valor de Roca Rey, que está concebido para impactar a las masas, la torería desplegada por los espadas mencionados fue un bálsamo que vino a enaltecer el toreo del primer tercio, siempre tan difícil de ejecutar con la prodigalidad de que fue objeto.

Y si hasta hace pocos años sólo Morante era capaz de torear así de bien con el capote, no se habían visto tantos lances preñados de tal belleza, cargados de reminiscencias antiguas, tal y como en su día los ejecutaron los artistas más representativos de la Edad de Plata como Antonio Márquez, Curro Puya, Cagancho o Jesús Solórzano, poco tiempo antes de que aparecieran en escena Victoriano de la Serna o Pepe Luis Vázquez, que añadieron sus nombres a una reducida lista de privilegiados; esos que, contados con los dedos de las manos, sabían torear con el capote con un arte exquisito.

Si a ello sumamos la redondez de la actuación de Diego Urdiales, que ya está convertido en un torero de culto, o la belleza expresiva de Juan Ortega, tocada de una inigualable cadencia, el balance artístico de esta feria abrió un halagüeño panorama de cara a la temporada 2021, que ojalá sea aprovechado por otros empresarios, sobre todo aquellos que aún no confeccionan sus carteles.


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