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El comentario de Juan Antonio de Labra

Jueves, 13 May 2021    CDMX    Juan Antonio de Labra | Opinión     
"...Moraleja: a un torero no se le puede juzgar por una sola tarde..."
¡Qué difícil es juzgar a un torero por una sola actuación! Y más todavía si no se tiene de él ninguna referencia sobre sus antecedentes o su trayectoria. Por eso la Fiesta tiene un escondite con pequeños misterios que suelen sorprender hasta los aficionados más conocedores.

Así ocurrió el domingo pasado en la plaza de "Cinco Villas" con Adrián de Torres, que el día anterior, en el Festival de Leyendas, no había estado bien delante de un novillo reservón, y hasta fue volteado por su necedad en hacerlo embestir por donde le iba a echar mano.

Varios espectadores concluyeron que se trataba de un novillero, y que por eso le había abierto plaza a Eloy Cavazos. Pero nada de eso, pues Adrián se doctoró en septiembre del año 2012 en Cazorla, un pueblito de Jaén, donde Juan José Padilla le dio "el abrazo" en presencia de El Fandi, con toros de Apolinar Soriano.

Por esos increíbles azares del destino, llegó hasta el coso de Santiago Cuautlalpan, pero con sambenito de convidado de piedra, imagen que se vio reforzada con su irrelevante actuación en ese festival del sábado. Pero al día siguiente ocurrió lo inesperado: Adrián se sublimó con la dulce embestida de "Iñaky", el magnífico toro de Fernando de la Mora, y cuajó una faena en la que detuvo el tiempo toreando al natural. Moraleja: a un torero no se le puede juzgar por una sola tarde. A veces, ni viéndolo dos o tres más.

En una evocación de una vieja anécdota familiar, mi tío Jesús Solórzano me refería cómo don Rodolfo Gaona se había equivocado con su padre, cierta vez que lo vio tentar, por allá del 1926 en la ganadería de San Diego de los Padres, de los señores Barbabosa. Cómo estaría de mal “El Rey del Temple” con una becerra, que el maestro Gaona, al final de la tienta, sentenció, con su habitual altivez, que aquel muchacho "no valía un duro".

Al cabo de los años, don Rodolfo se arrepentía de haber lanzado aquella frase lapidaria en público, según le confesaba a Chucho, pues aquel moreliano de esbelta figura y frente despejada, sería uno de los ases de la baraja mexicana en nuestra época de oro.

No sabemos si Adrián de Torres volverá a cuajar una faena como la que le hizo a "Iñaky", pues a lo largo de la historia del toreo se han dado casos de obras cumbres, como aquella de Rafael Osorno a "Mañico", de Matancillas, en "El Toreo" de la Condesa, que al cabo del tiempo fue agua entre borrajas… pero de que el otro día en "Cinco Villas" el de Linares tocó el cielo con los dedos, fue auténtico y verdadero.

Por ello, a las plazas de toros hay que acudir con la mente abierta, y el alma sensible a recibir cualquier grata e inesperada emoción que el destino nos tenga reservada. De esa manera, libre de prejuicios sobre ganaderías o toreros, porque, en dicho sentido, la Fiesta siempre será una gran enseñanza… ¡hasta para aquellos que creen que ya lo han visto todo!


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