La feria de San Marcos cumple 50 años con su estructura actual. Es decir, concebida como un ciclo continuado de corridas. El artífice de ese cambio fue el visionario empresario Guillermo "El Cabezón" González, que al adquirir la plaza "San Marcos" tuvo esta gran iniciativa.
En aquel año de 1971, el carismático Cabezón programó seis corridas de toros, comprendidas entre el domingo 18 y el lunes 26 de abril. Los dos toreros que mandaban en esa época eran Joselito Huerta y Manolo Martínez, que torearon un total de hasta ¡cuatro corridas! de las seis anunciadas.
Otro de los atractivos de esa feria fue la gesta protagonizada por Rafael Rodríguez con la que concluyó el ciclo, que decidió poner punto final a su brillante carrera encerrándose con seis toros de La Punta.
Contaba mi tío Francisco Madrazo una anécdota muy curiosa de aquella corrida. Unos ocho meses antes de celebrarse el festejo, Rafael había ido a reseñar los toros a los potreros de la ganadería, y no había vuelto a verlos hasta que fue a embarcarlos, un par de días antes de la fecha señalada.
Cuando recorrían en el jeep el cercado donde se encontraba la corrida, muy en tipo, armoniosa, pero con edad y seria, tal y como le gustaba echar los toros al viejo, Rafael comenzó a preocuparse. Y mi tío, siempre suspicaz, le preguntó qué le ocurría.
Rafael, sincerándose, le dijo con aflicción en la voz: "¡Ay, Cisco! ¡Pero sí me voy a despedir!" Consciente el ganadero de que el encierro tenía el cuajo para cualquier plaza de primera, tal y como a él le gustaba echar sus toros -"con la boca hecha y 30 arrobas", como decía-, le contestó con su sobreactuada seriedad: "Tranquilo, Rafael, no te preocupes..." Y acto seguido apostilló jocosamente: "¡Tú fúmate un ocote, viejo!"
Cómo sería la corrida que, cuando don Rodolfo Gaona la vio en el campo un par de meses antes de la fecha señalada para la despedida, comentó que, si Rafael tenía los arrestos para matarla, el no dudaría un en acudir a presenciar el festejo.
Y así fue. El Indio Grande cumplió su promesa, y Rafael, el honrado y valiente Volcán de Aguascalientes, le brindó la muerte de su primer toro, de nombre "Trigueño", y en los minutos siguientes dio cuenta de los cinco restantes con su habitual pundonor y bien aprendido oficio, para después dar paso al corte de coleta, que correspondió a sus hijos, Rafael y Nicolás, en los medios del centenario coso.
Pero dejando de lado está sabrosa anécdota de aquellas gentes que sí sabían de esto, habría que apuntar que Guillermo González la bordó al crear una feria taurina con una proyección que, desde entonces, sentó las bases para convertirse en la feria más importante de América. Así que no estará de más hacer hincapié en un hecho de esta relevancia, y honrar la memoria de aquel empresario al que tanto le debe la ciudad de Aguascalientes.