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Silveti se sobrepone y acaricia el triunfo

Sábado, 20 Mar 2021    Zacatecas, Zac.    Juan Antonio de Labra | Enviado          
Cuajó una faena importante ante un buen toro de Montecristo
Diego Silveti realizó la faena más artística de la tarde, durante el tercer festejo del ciclo de Zacatecas, donde enfrentó el mejor lote de la divisa de Montecristo, que lidió una corrida con mala suerte en distintos aspectos, en medio de la expectación del público que agotó los mil 500 boletos permitidos con el aforo reducido, un hecho que, para empezar, representó la mejor noticia del día.

Y luego del bueno sabor de boca que habían dejado por la mañana Sergio Flores y José María Hermosillo, poco más de una hora más tarde estaban partiendo plaza José Mauricio, Ernesto Javier "Calita" y el propio Silveti, lo que sin duda representaba uno de los platos fuertes del fin de semana y por ello la magnífica respuesta del público en la taquilla.

Lo de la mala suerte de la corrida de Germán Mercado, a lo que hacía referencia antes, se debió a que el viento, que sopló de continuo, impidió que los toreros se confiaran del todo en distintos pasajes de la lidia, especialmente Calita y Diego con sus respectivos primeros toros.

El ejemplar que se lidió en segundo lugar parecía un semental, tanto por su bella lámina –hondo y bajo, corto de manos– como por la edad que se le notaba en la cara. Desde luego que sólo es una conjetura que habría que despejar preguntándole al ganadero, pero no suena descabellado que, de pronto, Germán tomara la decisión de ver en la plaza un toro que ha padreado con anterioridad en su rancho, tal y como varios ganaderos -no muchos, por cierto- se han aventurado a hacer cuando los toros son elegidos por tipo y reata y no están tentados en la placita de la ganadería.

Tal es el caso de Victorino Martín, con algunos de sus cinqueños, o en su día de don Antonio Llaguno González, que solía echar sementales de origen Saltillo a las plazas, ya cuando tenían una edad avanzada.

Y es que el toro en cuestión ofreció una lidia sumamente seria, encastada; vamos, de toro puro, que acudió con entrega a la muleta cuando se le hacían bien las cosas, y que tendía a embestir bien hacia los adentros. Sin embargo, Calita no le encontró el pulso y fueron tantos los enganchones de muleta, que su faena terminó desdibujándose. En cambio, y era lógico, el toro acabó por imponer su voluntad.

Desde luego que ese viento tan molesto impedía a Ernesto planchar bien la muleta y templa con más finura las embestidas, pero son cosas que pasan y a las que los toreros están obligados a sobreponerse.

Otro tanto le ocurrió a Silveti con el tercero, un zapatito, que tenía una pinta que hacía pensar en su ascendencia entroncada al inolvidable "Trojano", aquel del indulto de El Juli en La México hace ya algunos ayeres. Y es que se movió mucho, con alegría, no obstante que presentaba un puntazo en la axila izquierda.

Pero Diego no se acopló. Es verdad que el toro era un tanto andarín, y costaba mucho desengancharlo bien de la muleta para que no hiciera hilo. Bien dicen que el tercer tiempo del muletazo es el de las figuras del toreo… y el toro terminó rebasando al torero, que hizo intentos infructuosos de cogerle el ritmo.

Para ahondar en ese argumento de que la corrida había tenido "mala suerte" fue porque el castaño que abrió plaza, y volvió la cara al sentir que se cerraba la puerta de toriles, se estrelló con mucha fuerza y, posiblemente, sufrió algún daño y su condición quedó sumamente mermada.

El toro tenía voluntad de embestir al capote de José Mauricio, y buen estilo, pero la fuerza no le ayudaba nada y de contino rodó por la arena. El juez de plaza fue paciente y, aunque hubo algunas protestas totalmente justificadas por parte del público para que fuera devuelto a los corrales, lo mantuvieron en el ruedo a ver si se reponía.

Esto último sucedió a medias, y gracias a la faena de pulso y suavidad que hizo José Mauricio, que en todo momento buscó ayudar al toro, al que toreó con mucho mimo en una faena que, en cierto instante, parecía que iba a cobrar vuelo, síntoma inequívoco del que el toro era bravo. Pero al final aquello no remontó y hasta ahí las cosas.

En la segunda parte de la faena, José Mauricio tuvo que resolver la papeleta con un toro que no se prestó al lucimiento, fue embestía sin entregarse, echando las manos por delante y, también, a veces, metiendo el pitón contrario al del cite, lo que siempre resulta incómodo para los toreros.

En este caso, José Mauricio sólo destacó en las mecidas verónicas del recibo, lances templados, toreros, de un magnífico acabado, y por voluntad y disposición no paró. Pero no pudo disfrutar.

Y a estas alturas del festejo quizá el público esperaba mucho más, expectación que se vio compensada cuando saltó a la arena un toro con el hierro de Cieneguilla, divisa hermana de Montecristo, serio por delante y con cuajo, que le pidió el carné a Calita, que estuvo entregado y valiente, en una faena interesante que no tuvo el remate de la espada, y así concluyó su actuación con el lote más "cargado" -de kilos y cara- de la corrida.

El sexto era otro toro muy bien presentado, muy bien enlotado con el primero de Diego, que, como apuntaba anteriormente, era el menos de la corrida, por hechuras, cara y kilos. Y éste se empleó muy bien desde el capote, ante un Silveti picado en su amor propio, luego de haber estado mal con el tercero, lo que se convirtió en una lidia completa de principio a fin salvo en el deficiente manejo de la espada.

Porque lo que fueron las verónicas iniciales, sentidas y toreras, y el quitazo por gaoneras de compás abierto y mucho aguante, constituyeron la parte medular de esa otra cara de este quinto Silveti en línea directa, que encontró una gran respuesta en el público que disfrutó mucho su toreo de capote.

Después del brindis a don César Balsa, la faena tuvo estructura, asentamiento de plantas, y sentimiento en cada muletazo que el toro tomaba con franqueza, humillado, y con la importancia de su trapío.

Así fue levantando la tarde el ambiente hasta alcanzar el clamor de lo bien hecho, cuando Diego se echó la muleta a la espalda para ejecutar esa especia de bernardinas sin espada, que ya debieran ser bautizadas con algún nombre, pues se trata de una suerte de su invención.

Y acto seguido a esos muletazos por la espalda, ceñidos, recios, ligó varias luquesinas en un palmo de terreno que contribuyeron a encender el ánimo del público. Lo malo fue que intentó entrar a matar recibiendo hasta en dos ocasiones, con un planteamiento tan erróneo como dubitativo, que echó a perder todo lo que había conseguido, y le privó de tumbarle dos orejas de ley a este toro tras una faena de esas dignas de cualquier plaza grande. Una lástima.

Al margen de esta falta de redondez a una labor que ahí queda –porque el toreo bueno siempre queda, eso es innegable– cabe decir que Silveti tuvo la capacidad para venirse arriba, que es lo que la gente espera de un torero cuya dinastía ha sido un baluarte para la tauromaquia mexicana.

Olvidaba comentar que hoy casi no hubo compromiso de parte de los toreros –incluidos los banderilleros– para probar banderillas de punzón y espadas de las nuevas, y salvo las puyas, que sí se probaron en todos los toros, nos impidieron recaba más información al respecto del desempeño de estos trebejos experimentales que el público y los profesionales siguen observando con mucho interés.

Eso sí, el gallardo puyazo de César Morales al quinto, que provocó un tumbó de órdago, fue uno de los momentos estelares de la corrida cuando el hijo de El Güero de la Capilla volvió a montarse en su caballo para picar a ese quinto toro de Calita que arreó con fuerza, metiendo los riñones, y empujando con mucha casta ante el peto de un señor picador.

Vamos a ver si mañana, con los de Jaral de Peñas, se usan de nueva cuenta las banderillas de punzón y las tizonas cromadas, de lengua de pato y filo temible, pues, en gran medida, su utilización forma parte de un atractivo proyecto que, de paso, ha servido para sumarse a esta significativa reactivación de la Fiesta en México.

Ficha
Zacatecas, Zac.- Plaza Monumental. Tercer festejo del ciclo de festejos charros. Lleno del aforo permitido (unas mil 500 personas), en tarde soleada, calurosa. Toros de Montecristo, bien presentados en su conjunto, salvo del 3o., de los que destacó el lote de Silveti. Pesos: 476, 464, 451, 484, 490 y 482 kilos. José Mauricio: Silencio y palmas. Ernesto Javier "Calita": Silencio tras aviso y palmas. Diego Silveti: Silencio tras aviso y ovación tras aviso. Incidencias: Destacó en banderillas Gustavo Campos, que saludó en el 4o. Y en varas, César Morales, que picó con gallardía al 5o. En la brega lució Víctor Mora por su temple. El festejo comenzó con 12 minutos de retraso.


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