Medianoche, jueves ya. Con cincuenta minutos de programa, debatiendo sin conclusión el inesperado resultado en la semifinal de la Copa del Rey (el Sevilla que venía ganando dos a cero el partido inicial, terminó siendo eliminado 3 a 0 por el Barcelona). Entra en el set de "El Chiringuito" Juanma Rodríguez bajo los acordes de "Cocidito madrileño" y la voz de Manolo Escobar.
Luce un suéter burdeos, una camisa rosa y su habitual expresión pícara coronada por la prematura calvicie. Se sienta retirándose el tapabocas y despacha una prédica torera que no tiene pierde. Antibarcelonista pregonado, sorprende reconociendo de inicio…
—El Barcelona ha sido muy superior hoy (estupor) —Mira en derredor y continúa…
—El Sevilla ha salido con jindama. Hoy eran Las Ventas. Hoy estás en Las Ventas. Hoy estás entre el bien y el mal. Hoy es cuando demuestras si tú eres un grande o no eres un grande. Hoy cuando España se está preguntando realmente ¿dónde están los tíos?... —Vuelve a mirar y sonríe.
—Hoy, cuando te ponen frente a un morlaco de 600 kilos, un toro zaíno, con el escudo del Barza en la cara y unos pitones así —explica poniendo el canto de la mano arriba del pliegue del codo (toro de Madrid).
—Hoy tienes que salir a matar (cortina musical, pasodoble). Pero sacas la muleta y se la pones así, le pasas así (torea de salón). ¡Juegos florales! Le pones las banderillas así, desde lejos. Desde lejos, no vaya a ser que el toro te tire una cornada –e imita la colocación de un solo palo a sobaquillo.
—Y luego está la suerte. ¡La suerte del toreo! Que es entrar a matar. Y te vas al centro del ruedo y ves al toro con unos pitones así —reiterando, simula un cornalón con brazos y manos.
—¿Entiendes? Y te entra jindama… ¡Jindama Josep! Es lo que le ha entrado al Sevilla esta noche.
—No entiendo —dice Rafa Guerrero tratando de descarrilar la cosa.
—Más claro que el agua. Lo ha entendido todo el mundo, menos tú. Digo que cuando tocaba torear y entrar a matar… ¿A dónde estaban los tíos? ¿Dónde estaban los tíos esta noche? (Interrumpen incoherentemente del control para dar una noticia baladí de Italia, ¿saboteo?)
—Pero el director corrige el rumbo —No, no, aquí está Juanma Rodríguez con el Cossío (libro sagrado), sigamos.
—¡Si me ha entendido todo el mundo Rafa! Ni hace falta saber de toros. Porque yo no sé de toros (sí sabe) y soy además un profundo cobarde. Soy una gallina. Yo jamás me pondría. No tengo las narices que tienen los toreros de ponerme delante de un morlaco así —confiesa valientemente levantando las cejas.
—Pero si llevas presumiendo, que estás ahí con los grandes. ¡Ojo, cuidado el Sevilla! ¡Ahí lo tienes! —apuntando a un toro imaginario en los medios —¡Toréalo! (Pausa)…
—Pero cuando tienes que entrar a matar, el pulso… —y sin palabras, echado hacia delante, alarga la mano y remeda el temblor como quien agita un abanico... (silencio concluyente…)
Quizá la intención de Juanma era solo minimizar parodiando la victoria del enconado rival. Pero sin quererlo se remontó a la parábola. Esa de que la tauromaquia, como los grandes credos, sirve para explicarlo todo. El mal, el bien, lo grande, lo pequeño, la vida, la muerte y… hasta el fútbol.