Benjamín Bentura Remacha explica que el torero, antes el caballero toreador, desde el primer momento fue un personaje de lo más propicio a ser admirado por el sexo femenino aunque fuera desde los balconcillos de las gradas y andanadas porque en aquellos tiempos las damas no se mezclaban con los públicos masculinos de los tendidos.

Antes, los caballeros, con sus chulos de a pie, alardeaban de valor, fuerza y destreza para provocar esa admiración que a alguno, por su osadía desmedida, le costó la vida. Al transcurrir de las épocas el torero ha contado con la aureola héroe admirado, no menos como ser extraordinario capaz de atraer al sexo opuesto.

El autor también advierte que éste tipo de historias sólo apasionan cuando tienen por protagonistas a una minoría morbosa frente al conjunto, mayoría, de los que han sido toreros desde que empezaron a contar con la admiración pública, allá por la mitad del siglo XVIII.

Para la encomienda, Bentura se apoyó en una serie de reportajes que firmó su  padre con el seudónimo de "Barico" en los primeros tiempos de la revista "El Ruedo" y que consistían en una serie de entrevistas a las esposas de los toreros, en la serie de reportajes "Las que se quedan en casa".

Uno de ellos será el de Gracia Lucas que casó con Domingo González "Dominguín", al que conoció en la estación de Pamplona, era de Tíjola, Almería. El enlace tuvo lugar en Madrid, en 1919, y tuvieron tres hijos varones, matadores de toros, Domingo, Pepe y Luis Miguel, y dos mujeres, Gracia (Pochola) y Carmina, que se casó con Antonio Ordóñez.

Los matrimonios de Domingo Ortega, Paco Camino y la no menos interesante e intensa vida de Manuel Benítez "El Cordobés", en suma a los enlaces matrimoniales de Sebastián Palomo y Juan Antonio Ruiz "Espartaco". Un recorrido de cerca de dos siglos entre los ruedos, iglesias, alcobas y divorcios.