Dada la cancelación de la Feria de Cali 2020, a Diego Galvia, director del grupo taurino "Maestros del ruedo", se le ocurrió montar, en los mismos días y horas tradicionales, una feria virtual del recuerdo que incluyera las faenas completas más relevantes de las últimas tres décadas en Cañaveralejo y me pidió una lista.
Abordé la tarea, guiado por mi memoria, el archivo de crónicas personales y el libro oficial de la plaza de toros. Me salieron 22. Muchas quizá para los rigurosos, pocas tal vez para los alegres. Pero había que responder a la solicitud y usar el espacio televisivo asignado.
No vi antes de la emisión los videos aportados por la colección de mi querido amigo Héctor Caldas. Pues buscando realismo, cada tarde los narramos y comentamos cual si fuese la primera vez que lo hicimos en directo. La cosa resultó agradecida por algunos aficionados que las revivieron y por muchos que no las conocían sino de oídas.
Sin embargo, con pena encontré incongruencias mías de valoración entre lo recordado y lo que me mostraba la pantalla. En todas. Tres, por ejemplo, ejecutadas en una misma importante corrida; la muy celebrada y premiada, última del siglo XX en el mundo (31 de diciembre de 1999). Toros españoles de Torrestrella, para los juveniles: El Juli, Juan Bautista y Paco Perlaza.
Cuando aquí a las seis de la tarde se lidiaba el quinto, y aún estábamos en el segundo milenio de la era cristiana, Europa ya estaba en el tercero. Fue de apoteosis; la ocasión, la plaza repleta y delirante, mucho brindis arriba y abajo, pirotecnia, diez orejas, todos los arrastres aplaudidos, el sexto, "Aguita", indultado, la terna y los empresarios a hombros por la Puerta Señor de los Cristales. Fue así, verdad, pero ahora frente a la pantalla. No era tanto así. ¿Qué pasó?
Recuerdo que un mes después, en la Santamaría de Bogotá, Antonio Caballero me comentó con su habitual sorna…
–Creo que se te fue la mano en esa crónica.
–Pero si tu no estabas allá -me defendí automáticamente.
Pasados veinte años, con esa conversación presente y hablando al aire, pensé que ambos tuvimos razón aquella vez. Las imágenes no mentían, pero la intensidad emocional y el juicio de valor derivado no eran los mismos de entonces. Es que no podían serlo. Igual que no lo es cuando, digamos, guardadas proporciones, tratamos de juzgar a Joselito y Belmonte con las películas que les sobrevivieron. Es así. La corrida fuera de contexto; plaza, masa y circunstancia se desnaturaliza como hecho estético.
Lo explicó hace tiempo en Sevilla el caviloso Curro Romero a don Antonio Burgos mientras escribían juntos la biografía, "Curro, la esencia": "Cuando se ve un video de una faena o de una corrida por televisión, el alma de lo que se está haciendo ha muerto ahí… Porque el aroma del toreo no se puede televisar".
Cómo desmentir al Faraón... El lenguaje estético del toreo es intraducible al del cine y la televisión. Quizá por eso mismo nunca se ha hecho y nunca se haga "la gran película de toros".
Pero por otro desgraciado lado, ¿qué alternativa diferente a esa virtualidad nos deja hoy la pandemia?