El pasado 15 de enero tuve oportunidad de presentar y aprobar mi examen para obtener el grado como Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información, colegio que pertenece a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La investigación que quedó sujeta a su evaluación, lleva el siguiente título: "Los impresos y documentos taurinos en México, siglos XVI al XXI: El caso de dos bibliotecas y hemerotecas taurinas en Madrid y Morelia". Por tal motivo, deseo compartir con los lectores, parte de esa experiencia, como sigue:
Antes de todo, debo decir que cumplo, un poco a destiempo con la defensa de esta tesis, ateniéndome a los cánones establecidos. Pero sobre todo es que procuraré entonar una especie de elogioso himno, como el que en su momento elevara Ernesto de la Torre Villar en torno al libro, por su valer y su valor.
Mi relación con los libros se remonta a la infancia, del mismo modo que la afición a los toros, llevado de la mano de mi padre, e incluso de mi abuelo, quienes comenzaron a darle forma a una colección biblio y hemerográfica que hoy sigo enriqueciendo. Mi afecto por los libros vendría con los años.
Estos son los cinco objetivos de la tesis:
–Planteamiento del problema: Se trata de bibliotecas privadas que administrando un tema específico –en este caso, la tauromaquia– y que ponen al alcance de los interesados sus fondos, funcionan como bibliotecas públicas.
1. Objetivos: analizar la manera en que operan y se administran.
2. Hipótesis: Que las bibliotecas GARBOSA y CARRIQUIRI, al concentrar una valiosa información, permiten entender el desarrollo histórico, técnico y estético del espectáculo.
3. Marco teórico: Libros y publicaciones taurinos concentrados en una sólida unidad, son motivo de estudio.
4. Metodología: aplicar trabajo de campo y de gabinete para entender la composición que adquirieron cada una de las bibliotecas, sin olvidar el respaldo de las tecnologías de información y comunicación (TIC).
En 1984 se formó la agrupación Bibliófilos Taurinos de México, A.C. de la que fui miembro fundador, y en ella, como todos sus integrantes, acercábamos por primera vez nuestras colecciones para generar una dinámica que resultó en conferencias, actividades culturales; también en sabrosas discusiones y no menos importantes publicaciones.
Un año más tarde, se creó su primer y único apéndice: los Bibliófilos Taurinos de Morelia, de cuyas filas sobresalió el doctor Marco Antonio Ramírez Villalón. Miembro de una familia con fuertes nexos en el ambiente taurino, tuvo en su tío, el ingeniero Mariano Ramírez, a un reconocido ganadero de reses bravas. Por su parte Ramírez Villalón recibía en herencia la primera biblioteca que no solo custodió sino que incrementó notablemente con el paso de los años. Me refiero a la que otro familiar suyo, el Obispo José Villalón Mercado, Auxiliar de México formó con títulos de religión, filosofía, historia de México, geografía y ciencias naturales.
Sólo me resta agregar que desde 1988 comencé mis estudios en la Facultad de Filosofía y Letras que me encaminaron a obtener ocho años después el grado de maestría en historia, proponiendo una tesis que abordaba el tema sobre la prohibición que se impuso a las corridas de toros al finalizar 1867, y cuya duración se extendió por casi dos décadas en la capital del país.
Para el 2006 pretendí el doctorado en Historia, con otro asunto taurino, es decir, el comportamiento de la célebre hacienda ganadera de Atenco durante el siglo XIX. Lamentablemente el jurado no emitió un resultado deseable, y creo que en ello tuvo que ver la simple razón de que mi perfil no gozaba con la formación original como historiador (en licenciatura me titulé como Ingeniero Mecánico Electricista).
Explicadas estas primeras razones, lo demás tendrá que ver con lo indicado en el título de la presente investigación, así como justificar los aspectos que constituyen cada uno de los capítulos, destacando la presencia de las dos bibliotecas que se convirtieron y están convertidas en referente para los coleccionistas, publicaciones desde las que se emite una particular opinión a favor, e incluso en contra de un espectáculo público que se insertó en la historia de nuestro país, desde 1526 y hasta nuestros días (con pandemia de por medio y cuyos efectos, como en muchas otras circunstancias son devastadores).
La bibliotecología forma profesionales capaces de organizar, conservar y difundir los más diversos productos de las actividades humanas y promover su utilización en la sociedad mexicana para contribuir en el desarrollo científico, humanístico, artístico, tecnológico y educativo del país. Por tal motivo, pareciera que este mismo propósito fue hecho suyo tanto por el propio doctor Marco Antonio Ramírez Villalón, así como por el empresario español Antonio Briones, propietario de la célebre biblioteca "Carriquiri" cuya actual situación es estable, debido a que hace pocos años, el señor Briones decidió cerrarla y más tarde donarla a la Comunidad de Madrid, por lo que dicha unidad quedará al alcance de los interesados en sala especial al interior de la plaza de toros de "Las Ventas", en plena capital española, administración que recaerá en el Centro de Asuntos Taurinos.
Recientemente, el 17 de diciembre de 2020, fallece el doctor Ramírez Villalón circunstancia que lamento y aprovecho también para dedicar en su memoria esta ocasión. Lo que me queda claro es el importante legado que materializó en el ya bien consolidado "Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías", a las afueras de la ciudad de Morelia, donde se encuentra concentrada su colección bibliohemerográfica, así como el museo taurino donde logró reunir alrededor de mil piezas.
Destacan impresiones originales de la "Tauromaquia" de Goya, obras picassianas, un célebre "picador" de Diego Rivera, o todo un conjunto de expresiones pictóricas de otro artista excepcional. Me refiero a Raúl Anguiano, sin olvidar el quehacer de Carlos Ruano Llópis y "Pancho" Flores, por cuya obra se decantó, adquiriendo la mayoría de sus cuadros. Dicho centro cuenta además, con un auditorio, tienda y cafetería; es decir dispone de todas las instalaciones para realizar eventos de gran calado.
Hasta el día de hoy, el recuento en la biblioteca "GARBOSA" (acrónimo de García Bolio Salvador) es de 16,904 tomos en 14,722 registros, todos ellos en fichas abreviadas como es el caso de las imágenes incluidas en el primer capítulo.
A este peculiar coleccionismo se aficionó García Bolio desde 1980. Con los años, entabló una entrañable amistad con Ramírez Villalón que conservó por mucho tiempo. Fue consejero, y recomendó adquisiciones hasta el punto de alcanzar las cifras que he mencionado apenas hace unos momentos. Conocía rutas, sabía dónde encontrar librerías de viejo, su olfato se afinó al punto de adquirir las más raras ediciones. En particular, debo decir: algo que nos caracteriza, al menos a los bibliófilos taurinos es padecer el síndrome del urraquismo, término con el que Carlos Pellicer ejemplifica a las urracas que hacen sus nidos hasta con basura y eso, nos pasa con frecuencia, aunque también ese defecto se supera.
Lo anterior, porque con frecuencia conseguimos folletos, folletines, pasquines y hasta ediciones de extraña procedencia, sin faltar, desde luego un sinnúmero de fetiches. En alguna medida, somos muy quisquillosos y con frecuencia, discutimos sobre pequeñas razones, de ahí que manejemos información que a veces resulta tan minúscula pero efectiva para defender tal o cual postura.
Esto me lleva a recordar un reciente trabajo doctoral –también en Bibliotecología–, donde se manejó el concepto de "minería de datos", es decir que somos capaces de encontrar, hasta debajo de una piedra, pero siempre con la fuente en la mano, el dato con el que queremos confirmar tal o cual información.
En el caso del ganadero y empresario Antonio Briones, encontró en José María Sotomayor su principal apoyo, de tal modo que los cuatro personajes se mantuvieron en permanente comunicación, buena señal con la que ambos propósitos se concretaron felizmente.
No puedo dejar de mencionar la presencia de otra colección que pasa de los 500 títulos, y que se encuentra en el fondo reservado de la Biblioteca Nacional. Me refiero a la de Javier Sánchez Gámiz.
Ahora bien, es tiempo de reflexionar sobre el significado que los libros han ido recogiendo en términos de historia, estética, técnica y literatura en general respecto a la tauromaquia. De igual modo, no puedo sustraerme al hecho de que como elementos complementarios, e igual de valiosos, son todo aquel muestrario de la iconografía, presentes en diversos soportes, que para ello será útil la presentación que poco más adelante dejará ver lo aquí dicho.
Antes, debo recalcar lo importante de las dos bibliotecas y el cuantioso registro que alcanzan, no solo por tratarse de ediciones mexicanas (de las que hay 2223 títulos, o los 8664 publicados en España), sino aquellas que provienen de otros países y otros idiomas. Lo mismo se encuentran enciclopedias que títulos de literatura, biografías, manuales o "ABC" del toreo, estadísticas, estudios fotográficos, folclóricos, antropológicos y algunas tesis en diversas especialidades. Para mejor entender ese recorrido, que nos acerca a las fuentes de las que continuamente bebemos, tengo preparada la siguiente presentación.
En seguida, compartí una presentación con diversas imágenes como las portadas de libros emblemáticos, fotografías, carteles, partituras y portadas de periódicos, hasta culminar con el hecho de decir que GARBOSA y CARRIQUIRI son modelo y referencia gracias al trabajo de sus propietarios, interesados por un tema que, en varios siglos y lenguas ha alcanzado miles de publicaciones, sumando el apoyo de las tecnologías de información y comunicación (TIC).
Tras la deliberación, vino la lectura del acta donde el jurado aprobó la defensa de mi tesis, a lo que a continuación respondí en los siguientes términos:
Antes de todo, quiero agradecerles haber calificado aprobatoriamente mi tesis. Solo deseo, como un detalle final decirles que me gustaría que regresáramos en el tiempo tres o cuatro siglos atrás para ubicarnos en alguna plaza mayor. Imaginen, como ahora me imagino vestido a todo lujo, con chambergo y gorguera, colocando una silla a un airoso caballo, no sé si a la brida o a la jineta para salir luego y alancear un toro.
Apearme en seguida y sacar de entre mis ropas una pequeña vasija donde recoger un poco de la sangre de ese bravo animal, y de inmediato acercarme a la catedral de Salamanca, o al muro que está a espaldas del busto de Palas Atenea, ubicado en el exterior de nuestra Facultad de Filosofía y Letras, para, en algún sitio visible plasmar con una brochecilla mis iniciales que destacarán con ese rojo intenso, señal de que acaba de celebrarse el examen de grado; y de que el nuevo licenciado, o en este caso, el nuevo doctor, para dejar testimonio de tan grata ocasión ha plasmado un vítor; junto a otros tantos vítores como los que tiene en su fachada y sus costados, de forma notable la majestuosa catedral de Salamanca.
Al rememorar la forma en que se consumaban aquellas celebraciones académicas, no pude dejar de incluir este pasaje que es uno entre la interminable variedad de detalles con que se viste la fiesta de toros, expresión milenaria y secular que pervivirá si cuidamos de ella.
Gracias a todos.