Jorge Ávila nos comparte una carta abierta a la memoria de Antonio Vega, a quien firmó su primer contrato como novillero, y en el siguiente texto rememora épocas de amistad con varios de aquellos toreros con los que emprendió la construcción de la plaza de toros de Cancún, como fueron Manolo Espinosa "Armillita" y Jesús Solórzano, además de recordar a otros grandes amigos como José Manuel Inchausti "Tinín" o Paco Ahumada.
A continuación, reproducimos el texto:
Buen viaje estimado Alejandro, que te sea leve. Enhorabuena por haber realizado tus sueños, por sobre todas las cosas. Salúdame a los amigos, de manera especial, a Manolo a Chucho, a Paco y a Tinín.
Supongo les llevarás a todos algún presente, en recuerdo de aquellas camisas de "Fermín" que nos trajo Manolo a su vuelta de España, cuando fue a torear aquella corrida en Málaga, un día primero del año, y que nos repartió en Chapultepec después de una extenuante sesión de acondicionamiento físico con el maestro Cobo.
Imagino que se reunirán en algún "Roosevelt" de por allá y algo organizarán, después de escuchar a Paco hablar de toros, de Vasconcelos, de Pío Baroja y de Bergamín.
Sobre todo, se reirán recordando momentos inolvidables. Hablarán, sin duda, de aquel guardia en la escalera de "Valentinos" en Mazatlán, que retrocedía de espaldas, escaleras abajo, no obstante tener empuñada su amenazante pistola ante la rabia más que justificada de Tinín.
Comentarán, al encontrarse con Alameda, el día en que en casa de Chucho, Pepe, con ingenio y amistad, nos dijo que éramos los insolventes más creativos del toreo, cuando apenas esbozábamos el proyecto de la plaza de Cancún.
Le reñirás todavía, con toda seguridad a Chucho, por haber frenado el coche deteniéndose abruptamente en la carretera a México, de vuelta de San Miguel de Allende, después de haberte escuchado por un buen rato la narración que le hacías de la corrida de tu alternativa, para decirte con molestia e ironía:
-¡Acuérdate que yo ahí estaba!,¿eh?
Transitaste por este mundo con mucha inteligencia y humanidad siendo Alejandro y Antonio a la misma vez.
Cuando muchos, empiezan a creer que ya no se puede soñar, tu, no sólo soñaste, sino que despertaste y abandonaste la triste rutina, que mata más que cualquier mal.
Navegaste por el mar de la vida, en un barco que tú mismo diseñaste para ejemplo de muchos que lo apreciaron. Y a los que no, los volteaste a ver con irónica satisfacción por el espejo retrovisor.
Que te sea grato el despertar en esa nueva vida, en la que seguramente Dios apreciará tu ingenio, autenticidad y buena voluntad.
Abrazos calurosos desde Cancún, Jorge Avila.