Hoy termina uno de los años más negros en la historia de la tauromaquia, y el peor de los últimos tiempos. Porque ni siquiera la gripe española que azotó a la sociedad en 1918 causó tantos estragos en la Fiesta Brava, y sí en cambio los tres años de la guerra civil, que no sólo dejaron muy diezmada la cabaña brava española, sino que la celebración de festejos bajó a sus mínimos.
En cambio, ahora, la pandemia del coronavirus sacudió por todos sus rincones al planeta de los toros, y cuarteó sus cimientos, tanto en Europa como en América, donde se han tenido que sacrificar un elevado número de toros y, lo peor de todo, un significativo número de vacas de vientre.
Pasarán varios años para que la Fiesta recobre el nivel que tenía en 2019, si es que eso llega a suceder. Y no se trata de augurar más catástrofes para el toreo, sino ser realistas con respecto de la severa crisis económica que impedirá al aficionado hacer un gasto considerable en boletos de toros, por lo menos durante el próximo lustro.
Ante un panorama tan incierto –y hasta desolador– hay preguntas que son ineludibles: ¿Cómo deberá afrontar el sector taurino una situación tan adversa? ¿Qué medidas deberán implementar los profesionales para subsistir? ¿Qué planes tendrán que ponerse en macha con la finalidad de reinventarse? ¿Cuál será la mentalidad a adoptar si no queremos morir en el intento?
Para empezar, el remedio a tantos males podría sustentarse en la unión de las agrupaciones, lo que, de momento, parece que avanza por buen camino. Pero, quizá, lo más importante sería la consolidación de un liderazgo que se comprometa a tirar del carro con visión, que introduzca una estrategia acorde a la problemática que se está padeciendo.
Si 2020 ha sido el año de la cornada de "pronóstico muy grave", 2021 tendrá que ser el año de la rehabilitación; el tiempo para crear las bases que nos ayuden a contrarrestar, de la mejor manera posible, un panorama muy complicado ante el que no debemos acobardarnos.
Ojalá que esta tensión sólo sirva para activar un mecanismo de defensa con espíritu entusiasta y renovador. Ahí está la cuestión: en renovarse y pensar en hacer algo que, verdaderamente, ayude a solventar esta situación; fomentemos una apertura mental para intentar cosas distintas, novedosas, y quizá hasta en un sano revulsivo que resulte alentador en todos los sentidos.
Porque si no es así, la "mansa espera" de ver si las cosas mejoran por sí mismas estará destinada al más rotundo de los fracasos. Pensemos, pues, en que 2021 será un año decisivo de cara al futuro inmediato. Afrontémoslo con inteligencia y carácter.
Feliz Año Nuevo, amigos. Que así sea.