A tres años de la muerte de Juan Silveti, uno de los toreros más clásicos de la baraja mexicana, su entrañable amigo, el periodista venezolano Víctor José López "El Vito", nos entrega esta carta abierta que está repleta de cariño y añoranza, una de las mejores maneras de recordar la huella de tan insigne artista.
Mi admirado y muy querido Juan:
Has sido en mi vida un personaje ejemplar.
En más de 40 años de admiración y amistad he compartido contigo vivencias, lecciones de vida y conclusiones de tus experiencias, desde aquella temporada de 1980 en Caracas cuando te conocí. Fungías, apreciado Juan, de apoderado de tu hijo David. Un Silveti, este David, que marcó una cota importante en el drama que hizo del argumento de su vida, más que por la vida dramática de sus ancestros.
La tarde que te conocí se presentaba David Silveti en Venezuela. Lo hizo ante toros de Reyes Huerta, el 14 de septiembre del ochenta, data que marcaría el inicio de nuestra amistad, riqueza que atesoro en la compilación de eventos, anécdotas y afecto. Recordaras que en el cartel estuvo Julio Robles, que también se estrenaba en la arena de San Agustín. Además estuvo el venezolano Nerio Ramírez, que aquella tarde tuvo su cita con la historia. Fueron sus quince minutos de grandeza el trasteo memorable a "Rumboso" de Reyes Huerta. Mereció aquella tarde el torero andino las dos orejas, por su gran faena a un toro que por las condiciones le perdonaron con justicia la vida. Tu amistad con Abraham Ortega bastó para que te convirtieras en el representante de la ganadería, encargado de la cura del toro por don Reyes Huerta Velazco, propietario y representante de la ganadería poblana de Reyes Huerta.
"Rumboso" sembraría el apellido Silveti en Caracas y marcaría el sendero de los Silveti en Venezuela.
Por aquellos días recordarás que la efervescencia del caldo de la cría del toro de lidia en Venezuela estaba en plena ebullición. Criadores de distintos encastes te hicieron variadas ofertas para la adquisición del toro de don Reyes. Lo querían como semental, porque necesitaban de un toro de sus características cubriera aquellas vacas de la cabaña criolla que eran producto selección indiscriminada y, en su mayor parte, procedentes de Colombia. Noble fue el toro y hábiles profesionales los veterinarios de la plaza que le curaron bajo tu atención, en los corrales de la plaza.
Estuviste de huésped en el Hotel Tampa, ahí en la Solano López de Sabana Grande, distante del Nuevo Circo y, por ello, porque no querías apartarse de los corrales donde "Rumboso" se recuperaba de las heridas, no abandonabas los predios de la plaza de toros. Al llegar la noche y por sugerencia del "El Chino" Félix Castillo, fotógrafo taurino de Meridiano nos acercábamos a la playa del Mercado de Quinta Crespo, donde podíamos satisfacer tu solicitud gastronómica, tu deseo de comer un mondongo caraqueño.
Un día me dijiste: "Los he comido de todas las formas", desde los cayos a la madrileña, hasta la más diversa variedad que te puedas imaginar en un sitio cercano al rancho que se llama La Piedad. Fueron muchas las noches que nos reunimos en Quinta Crespo. Lo hicimos entre caleteros y estibadores en la playa del Mercado.
Hablando de toros nació una bonita amistad.
Creció en el sendero imaginativo que iba creciendo con el relato de la maravillosa vida de Juan Silveti, el amigo que hizo vida en Caracas organizándose por las mañanas en el Frontón Jai Alai del Centro Vasco en El Paraíso y por las tardes en la tertulia de Los Cuchilleros en la Avenida Urdaneta, que por aquellos días integraban tus amigos, los maestros madrileños Antoñete y Manolo Escudero. Recordarás Cuchilleros como centro de reunión de la peña Los Amigos del Toro, integrada por taurinos importantes: periodistas, organizadores de espectáculos, aficionados, toreros, ganaderos.
De aquellas tertulias nacieron apreciadas amistades, como las de Curro Girón y El Niño de la Capea, Sebastián González y Hugo Domingo Molina en Venezuela, Manolo Chopera, Jerónimo Pimentel, Alberto Alonso Belmonte, Alberto Aleaño, Octavio Martínez, Miguel Laguna de España. Los más diversos taurinos en edad y origen que influirían en la vida profesional de David.
Juan, desde tu llegada a Caracas, ordenaste tu equipo de incondicionales, quienes promovían, defendían y propagaban, los intereses de la dinastía. Recuerdas a mi compadre Raúl Izquierdo, ese sí que era incondicional. Recordarás a "El Cárdeno" Jorge Contreras, que sería mozo de espadas de David, que había sido mozo de espadas de Manolo Martínez y de Eloy Cavazos y se convirtió en el representante de David ante diversos organizadores.
Se agregarían en el tiempo y en la vida Tomás Arellano "Juan Diego de México", Arturo Magaña y Manuel del Prado "El Triste".
-"Póker de Ases" los llamabas.
Cuidabas del toro de Reyes Huerta, a la vez que lo negociabas por solicitud de Abraham Ortega. Al final "Rumboso" fue a parar a los potreros de La Carbonera en los páramos de la cordillera de Los andes, en Jají, adquirido por el ganadero Fabio Grisolía. negoció por 25 mil dólares al ganadero Fabio Grisolía.
Gracias a ti las circunstancias que nos rodearon fueron muy positivas en reuniones, los largos viajes a Mérida, Valencia, Maracay y Barquisimeto. Los tentaderos de Los Aránguez, con Alberto Ramírez Avendaño, con quien lograste intimar en su diario catar del ron venezolano.
–"El que me gusta es el Bacardí –decías, porque comparado a los venezolanos "espléndidos" decías –pero como el Bacardi es muy malo y, además blanco, es muy difícil corromperlo.
Aquellas noches caraqueñas, las reuniones en La playa del Mercado, las tertulias en Cuchilleros y luego aquellos viajes por las muy queridas tierras mexicanas y alguna que otra coincidencia en España, fueron desglosando una a una las páginas pergeñadas en tu vida, la vida de un ser excepcional que, reconozco ha tenido influencia en mi vida.
Se te consideró, equivocadamente, como una prolongación de tu padre, el legendario rival de Rodolfo Gaona. Aquel que identificaron como "Tigre de Guanajuato", "El Meco", "Belmonte mexicano", "Juan sin Miedo"... y mil nombres más. Aparte de la admiración que tuvo y manifestó hacia tu progenitor, Juan no tuviste la relación que muchos creyeron ver entre los dos Juanes: entre El Tigre y Juanito, los distinguían. Valiente y temerario el padre, hombre de su tiempo que encajaba en una época de Revolución. El hijo torero dominador de una técnica moderna, Tu padre, insisto en esto Juan, fue todo un personaje entre atrabiliario y folclórico, del México que olía a pólvora; y tu, el hijo de la leyenda, abrazado a la modernidad eres un vínculo viviente entre el esplendor del toreo en su más elevado grado y el reto que a pesar de en tus orígenes habérsele señalado como de muy español en su estilo y expresión, la realidad era que se convirtió por sus maneras y conducta en un inmenso caudal que riega su sangre mexicana el campo fértil del toreo mexicano.
Influyente has sido Juan, no cabe duda, en el desarrollo de la carrera de tus hijos. Tenemos el ejemplo de David, cuyos primeros pasos en Venezuela fueron por ti conducidos. Quebró lanzas hasta sembrarlo en un terreno que parecía estar vedado para alguien que no se llamara Manolo, Eloy o Curro Rivera e izó la bandera mexicana en estas tierras venezolanas. En Caracas tuviste relación muy afectiva con Raúl Izquierdo, la que ayudó mucho al desarrollo de David Silveti en nuestras difíciles temporadas. Raúl se identificó pronto contigo, pues coincidían en los "albures", la jugada y los gallos.
Recuerdo un día, de regreso de San Luis Potosí, donde en la Villa de Arriaga hubo un tentadero en casa de Pepe Garfias en De Santiago, tentadero con David y Miguel Espinosa. Veníamos de Chichimeco donde estuvimos unos días durante la Feria de "Aguas". David me propuso viajar a Salamanca para saludar a El Tigre, y que al día siguiente siguiera mi camino a México. Como suele suceder, cambiaste todos los planes, y terminamos en Morelia. En una plaza de toros recién terminada. Era El palacio del Arte donde tu otro hijo, Alejandro, y el matador de toros Paco Dóddoli, examinarían las dependencias de la moderna arena que estaba por estrenarse. Se hizo la prueba y fuimos a casa de la familia Ramírez donde me solicitaste –lo que para mí era una orden– le ayudara a Alejandro a "meter la cabeza" en Venezuela.
Pasó un tiempo y ni me acordaba de la solicitud, hasta que una noche recibí la llamada del propio Alejandro, que me recordaba lo prometido a su padre. Casualmente ese mismo día William Cárdenas había estado en las oficinas de Meridiano para anunciar unas corridas de toros que organizaba para la Feria de Valera en el estado Trujillo. No había cerrado carteles y tenía dos corridas: una de La Carbonera y otra de Tierra Blanca. Como siempre ocurre, dudaban del atractivo que pudiera ser Alejandro, pues por ser Valera tierra andina preferían contratar toreros colombianos antes que mexicanos desconocidos. Hubo que fregar y se logró. Gracias a Juan Silveti, Alejandro Silveti fue descubierto para Venezuela. Su carrera en nuestras plazas fue destacada gracias a la promoción. Logró figurar en los mejores carteles de Caracas, San Cristóbal, Valencia, Maracay, Mérida y Maracaibo. Todo gracias a El Tigre, sin necesidad que El Tigre saliera de la cueva.
Son dos casos, los de tus dos hijos, que habrías querido extender en ejemplo a tu nieto Diego, un torero de mucha calidad y personalidad al que le ha faltado el empuje de un representante como lo has sido en el toreo.
Temprano en tu vida, antes que iniciaras los estudios de Arquitectura en la Universidad, se impuso el ejemplo y la imagen del tu padre. La leyenda del Tigre de Guanajuato, el mito que pateaba valores, que se jugaba la vida en una aventura y le indujo revertir en inflexión la posición de segundón que jamás pretendió heredar. Jamás quiso migajas, siempre quiso cosechar lo sembrado. Y lo hizo exaltando los valores artísticos de la expresión taurina, que convertiría, más adelante, su brillante carrera y su aporte a la hermosa fiesta de los toros en la mexicanidad integral de el mismo, como personaje importante y decisorio además de influyente en los toros de México.
Por haber nacido en el año de 1929, en la Calzada de Guadalupe 39, eres chilango por los cuatro costados. Viste la luz de la vida, cuando el estruendo de la Revolución retumbaba en tu adorado México. Un día, compartiendo con mi muy apreciado y recordado Jorge Cuesta en Polanco, me contabas el por qué de tus primeras letras en el Gordon College y en el Liceo Franco Mexicano. Dos instituciones forjadores de tu personalidad cosmopolita, que en la flor de tu juventud te llevó a codearte en la Costa Azul y también en aquella Europa monárquica con la crema de la sociedad de la post guerra.
Por aquellos días deslumbraste a la adorable Doreen Barry, tu compañera, la madre de tus hijos. Personalidad la tuya que rompió el barniz del retrato con el que se tatuaba al mexicanismo de la época, hasta convertirlo en ese mexicano universal que reclamó para su nación Carlos Fuentes. Aunque siempre bullía el toreo en tu corazón, la Universidad pretendió encaminarte hacia los estudios de Arquitectura. Estudios interrumpidos a los16 años, cundo en Aguascalientes te presentaste como torero en un festival con Mario Moreno "Cantinflas" y el recordado Chatito Mora, amigo querido y compañero taurino del recordado Joel Marín.
Juan, sólo pensabas en ser torero, igual que hoy a tus 88 años sólo piensas como torero y por ello con huevos y mucho garbo de apeaste del coche donde se había ido tu padre, el legendario Tigre de Guanajuato. México, deslumbrante, te recibió en julio de 1949, fue una corrida de Piedras Negras, gracias a la ayuda que recibiera de los ganaderos del histórico hierro, Romárico y Raúl González. Tus amigos. Debut en México con Curro Ortega y Rafael García.
Pasados diez años llegó la alternativa con toros de Las Laguna, de manos de Fermín Rivera y del lusitano Manolo dos Santos, en un momento que el portugués asombraba México al extremo de Carlos León considerar que "superaba en el recuerdo a Manolete".
Muchos como Carlos Septién consideraron que no eras torero para aquel México, incomprendido al principio y confundidos con el recuerdo de los arrestos de tu padre, no fueron capaces de descorrer la persiana, obnubilados por tu arte verdadero e inteligencia para la lidia. Siempre impusiste a la ejecución la representación histriónica, aunque buena parte del camino los anduviste por los senderos tlaxcaltecas. Lo hiciste por aquellas estepas pulqueras, llenas de magueyes donde están sembradas las divisas que la gloria de Silveti.
Tierras que te exaltarían, como ocurrió con Piedras Negras, Tepeyahualco, La Laguna, Coaxamalucan, Zacatepec y Zotoluca.
Sabes que Juan Silveti ha sido en la vida cualquier cosa menos pendejo.
Es sabido que te subiste al coche del destino y te fuiste a escribir tu propia historia a España, cuando en 1951 se arregló lo del pleito entre los toreros españoles y mexicanos. Fuiste el primer torero mexicano contratado para actuar en España, ya atados los lazos del Convenio Hispano Mexicano. Primero fue la Monumental de Barcelona, aquella corrida del 25 de febrero con Antonio Caro y Rafael Llorente, con toros de Marcelino Rodríguez. Tu presencia en la Ciudad Condal provocó manifestaciones de aprecio por parte de las peñas de aficionados, las que se desbordaron en un recibimiento de lujo. Luego fue a Francia, a Beziers, Arles y Nimes. El Domingo de Resurrección debutaste en la Maestranza de Sevilla, antes de presentarse en Las Ventas de Madrid para confirmar su doctorado con toros de Sánchez Cobaleda.
Inolvidable estampa aquella en la que te recuerdo riendo, mientras encendías un pitillo Raleigh, aquella sobremesa cuando en el Bellinghausen de la calle Londres de México, te preguntaron de si te había costado "acoplarte al toro español". Tenías razón para reír, pues el 25 de mayo de 1952, tras tu apoteosis en Las Ventas, saliste a hombros hasta más allá de la plaza de Manuel Becerra, en el encopetado Barrio de Salamanca, calle de Alcalá arriba, a hombros del éxito, ante los toros de Pablo Romero. Mientras salías a hombros, Rovira y Pablo Lozano, estaban en la enfermería.
Los pablorromeros había cobrado, pero también pagado caro el valioso triunfo de El Tigre.
Rovira siempre te admiró, como torero y también como persona y tu ejemplo siempre lo pregonó a sus hijos, los hijos de Raúl, El Bola y Dick Acha.
Emmanuel en la cúspide de su carrera seguía desde donde estuviera los pasos de David. Una temporada, estando en Las Vegas, Emmanuel llamaba de madrugada a Caracas desde donde estuviera presentándose para saber cómo había estado David en España o en México. Sabes que tu nombre se convirtió en luz de marquesina, estrella del momento desde el día que los toros de Pablo Romero te propulsaron en Las Ventas, cuando Madrid te descubrió por su disposición, valor, arte y maestría, al domeñar los cuatro toros de la temible divisa sevillana. Fueron cuatro los cárdenos a los que les cortaste cuatro orejas dos, y al tercero una lidia reconocida con una vuelta al ruedo.
Era mucha la tela del relato en la que se te cruzaban personalidades de la política, el mundo de la diplomacia y figurones del toreo como Luis Miguel y Ordóñez. Lo hicieron siempre, porque Juan Silveti los puso en su sitio como torero, y les exigía su propio sitio como persona. El triunfo ante los pablorromeros te metió de cabeza en la historia grande de la Fiesta, repitiendo el 12 de octubre con Antonio Bienvenida y Manolo Carmona, triunfando en la Maestranza de Sevilla con una corrida de Guardiola en 1954 cuando cortaste las dos orejas a un toro.
Filiberto Mira en su "Medio Siglo de Toreo en la Maestranza" se refirió a tu paso por Sevilla:
"A la afición sevillana le encantó el viril, gallardo y emocionante toreo del mexicano Juanito Silveti con un toro muy bravo de Guardiola, la tarde del Corpus (1954). Pasaron los años y, en "su México lindo", me dijo, cuenta Filiberto: "El día más feliz de mi vida fue aquel que le corté las dos orejas a un toro (repitió la palabra "TORO" pronunciándola con mayúsculas) de Guardiola en la Maestranza.
Dato poco conocido por los aficionados venezolanos es que tú, Juan Silveti, el 5 de octubre de 1952, toreaste en Sevilla un festival, con Manolo Carmona y con César Girón. Festejo organizado por Fernando Gago, apoderado de César que, por medio de su hermano, don Andrés Gago, solicitó participaras en este festival organizado para la preparación del novillero caraqueño. Torero que aún no había matado una res en España.
Al tiempo, pues el 4 de diciembre de 1955 Juan Silveti toreó en el Nuevo Circo con César Girón, ya convertido el caraqueño en primerísima figura del toreo universal. En la temporada anterior Girón había cortado dos rabos en la Feria de Abril de Sevilla, encabezando el escalafón español, además de haber sido premiado con la única pata en la histórica y bicentenaria plaza de Acho en el Perú y dos patas a un toro en Córdoba. En Caracas les acompañó a Juan y a César en el cartel el portugués Paco Mendes, aquel torero portugués, revolucionario del arte, ahijado de Ordóñez y de Girón, al que los panegiristas le llamaban Paco "pata palante".
La corrida fue de Pastejé, en aquel entonces propiedad de Carlos Arruza.
Sin embargo fue Maracay –plaza donde El Tigre no toreó–,la que se le entregó sin reservas. Fue cuando la afición le rindió homenaje a David. Un acto de reconocimiento del pueblo de Maracay, organizado por el Concejo Municipal de Girardot para agradecerle a David en nombre del pueblo de Aragua el gesto que tuvo de entregar sus honorarios a los damnificados por las inundaciones provocadas por el río El Limón. Juan, en esa oportunidad, acompañó a tus hijos David y Alejandro, quienes lidiaron una corrida de La Cruz de Hierro en compañía de Leonardo Benítez.
El festejo fue organizado gracias al aporte económico de Raúl Izquierdo. La boletería se agotó, porque Maracay convirtió en una fiesta. El querido periodista Adiel Bolio fue el invitado de honor, encargándose de transmitir a México el gran homenaje a la dinastía Silveti, como nunca antes se había celebrado.
No sólo luchamos en Venezuela por la causa de tu hijo David, también con Omar Villaseñor fuimos a La Victoria, estado Aragua; y más tarde a Tovar, en su condición de apoderado. Rompiste barreras que el torero no supo defender. Tuve la fortuna de compartir con muchos momentos gratos junto a tus amigos. Curro Ortega, compañero de cartel en su presentación en México, con el que compartimos gratas veladas en compañía de Manuel Capetillo. Vivimos pedazos de aquella historia no escrita, tras las bambalinas de las empresas de Leodegario Hernández y del doctor Alfonso Gaona. Junto a ellos, de tu mano, recorrimos con el relato desbordante de gracia e imaginación la anécdota por senderos maravillosos. El entrañable Humberto Moro en Aguascalientes, donde reunidos en diversas oportunidades junto Alfonso Ramírez "El Calesero" y sus apreciados hijos, El Capitán y Curro Calesero. En "Aguas", gratas tardes de tertulia con Jesús Córdoba, Javier Garfias, Lalo Azcue, Javier de la Peña. Un año, en uno de esos gratos Congresos que se realizan en Aguascalientes de acordarás que junto al Chacho Vázquez y Adiel Bolio una oportunidad con Fernando Fernández Román, con quien fuimos junto a Alberto Ramírez Avendaño y Pablo Labastida a casa de los Armillita, en Chichimeco. Para rendirle tributo a un homenaje que la señora Nieves quiso rendirle al gran Cano, el fotógrafo y amigo de la casa.
Singulares personajes que recuerdo siempre a su lado, como Joaquín Almero, en Sevilla; Oswaldo, en Madrid; "El Mosco" Suárez, en Salamanca; Jorge Cuesta, en México, San Miguel o Acapulco; Pepe Nieto, en León o San Miguel; Manuel Ortega Berroeta, el ganadero; Luis Rodríguez, su mozo de espadas –que también fue ayuda de Diego, su nieto– … y muchos más … Amigos de toda la vida el juez Juanito Pellicer, gran aficionado, así como los ganaderos Raúl González, de Piedras Negra; Alberto Bailleres, de Begoña; tu fraternidad, Paco Madrazo, de La Punta; Javier Garfias, de Los Cues; los Ramírez de Morelia, Michoacán; los hermanos Jorge y Ernesto Gutiérrez de Colombia … Otro grato recuerdo aquella tarde en La Antigua, en casa de Jorge de Haro, junto a Pedrito Echenagucia, de La Cruz de Hierro; Carlos Castañeda, el relator de la Historia de Piedras Negras; Pablo Labastida, de Santo Domingo, y Alonso Moreno de la Cova, el ganadero de Saltillo que sacó de quicio a José Julián Llaguno…
Pero un recuerdo entrañable, de los muchos que fue aquel del mano a mano aquella tarde que en Sevilla, al lado del Hotel Doña María un mano a mano con Pepín Martín Vázquez. Reunidos los dos maestros, habiéndose encargado unas criadillas en mantequilla negra y perejil, para conversar de sus cosas, de las cosas vividas en los toros. Les juro, a los pacientes lectores de esta carta, que si me costaba entender lo que decía Juan en sus albures, me resultaba imposible dilucidar lo expresado en su cerrado dejo andaluz a Pepín. Fue todo un lujo compartir con dos genios del toreo. Igual que, años antes, compartí con David Silveti en la Albahaca, un día que él, David, necesitaba expresar lo que dentro se le revolvía y provocaba inquietud. Recuerdo que al otro día nos fuimos David y yo hasta Jandilla, había tentadero...
Hablando de reunirnos con personajes gratos e importantes, inolvidable aquella tarde en San Juan del Río en una fiesta aniversario, nos reunimos con Juan y Miguel Espinosa "Armillita". La fiesta seguía con los obligados cumplimientos por parte de los anfitriones, quienes por cierto no nos habían incluido en la lista de los invitados, como tampoco al ganadero de La Cruz de Hierro, Orlando Echenagucia. Omisión por olvido, más no por intención, pienso yo. Eso motivó a que nos fuera impedida la entrada al ágape impidiéndonos la entrada al tentadero.
Hasta que apareció Juan Silveti, ordenando nos abrieran el paso al ganadero venezolano Orlando Echenagucia, de La Cruz de Hierro y a mi persona, cuando regresábamos al hotel con el propósito de regresar a México.
Superado aquello, nos reunimos con Miguel Espinosa, aparte del grupo de felicitadores. Fue un coloquio interesante e importante, entre dos generaciones, distante una de la otra, con la herencia y el ejemplo del "Maestro de Maestros", Fermín Espinosa como testimonio de excelencia en el toreo. Inolvidable día aquel, pues de la fiesta seguimos hacia Irapauto, donde estaba anunciada la Corrida de la Revolución. Ya en Irapuato, nos reunimos con Fermín, el hermano de Miguel, con quien continuamos el coloquio generacional donde la defensa del estamento silvetista ante los conceptos armillistas podrían llenar todo un magnífico tratado taurino que podría resumirse como una doctrina, la doctrina del toreo según los mexicanos. Nada que ver con lo que se pregona por otros rincones de la rica fiesta de toros.
América no le fue esquiva a Juan, pues en Lima triunfó en la feria de Acho. Una tarde lidió toros colombianos de Mondoñedo, cortando orejas junto a Antonio Bienvenida y Juan Montero. Su universalidad consta en acta que es el cartel de Orán, Marruecos francés en 1954, o en las arenas francesas de Nimes y de Arles.
Fue gracias a la amistad, el afecto y el cariño hacia Juan que conocí a sus hijos David y Alejandro, hijos de la unión con la muy apreciada Doreen Barry, dama inglesa que Juan conoció en Madrid. Más tarde a su nieto Diego.
Con David me unió una amistad sincera, muy especial y estrecha, ya que en él descubrí una dimensión desconocida por mí en los seres humanos. La lucha junto a David no fue fácil…Pero sí sincera.
Como torero David, ha sido un torero para toreros. Valga la expresión para señalar lo extraordinario en la interpretación del profesional. En Alejandro hay un buen profesional. Organizado que con un método de la cuadratura de las situaciones, que supera la falta de expresión que le sobró a su padre y a su hermano. Ha sido más bien un buen funcionario que un artista en el toreo.
Hoy defiende lo que Juan Silveti ha sido, y seguirá siendo en el mundo de los toros, su nieto Diego. Ha sido Diego su motivo de orgullo más apasionado, la prolongación de David y de Alejandro en diversas expresiones. Es Diego lo que Juan quiso que fuera el toreo en su pureza.
Creo que habiéndole conocido y con él compartido amistad por más de 40 años, Juan Silveti es un entrañable personaje entre los más importantes que haya conocido en este mar sembrado de genialidades, que es la fiesta de los toros.
Hay constancia de la importancia de llamarse Silveti, como dijera un fraterno silvetista como lo fuera mi muy querido amigo Jorge Cuesta, testigo de la premonición que guardaba el destino, una aciaga noche que nos reunimos en Salamanca, Guanajuato, con David en su casa meses antes de llegar el final.
Querido Juan, me entero de tu recuperación, la que esperaba porque reconozco tus cojones ante la adversidad. Le pido a Dios, y a la vida, pueda algún día sortear las dificultades que padecemos por estas tierras para darte un sentido abrazo. ¡Ahí nos vemos, maestro!