Hace 25 años, el 18 de marzo de 1995, falleció el matador Eduardo Solórzano Dávalos, hermano menor de Jesús Solórzano "El Rey del Temple", cuya carrera como matador tuvo poca actividad, prácticamente seis años, desde que tomó la alternativa hasta que decidió retirarse de los ruedos.
No obstante, merece la pena recordar la trayectoria de este fino diestro nacido en Morelia el 12 de enero de 1912, al que la influencia de su hermano Jesús, que hacía nacido cuatro años antes, determinó sus pasos dentro de los toros, mismos que lo llevaron a realizar una importante campaña como novillero en España.
Durante su estancia en Europa, Eduardo Solórzano vivió en la finca de Jandilla, que en 1930 había adquirido don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, el fundador de la larga y destacada dinastía de ganaderos andaluces.
Y en esos años de intensa preparación en España, Eduardo tuvo ocasión de torear con éxito en la plaza de Las Ventas de Madrid, por allá de la temporada de 1935, en la que sumó cinco paseíllos y causó muy buena impresión desde su debut, registrado el 7 de abril de 1935, cuando cortó una oreja. Ese día alternó con Antoñete Iglesias, José Vera "Niño del Barrio" y Morateño, con ocho novillos de Nemesio Villarroel. Y en la novillada del 15 de agosto volvió a dejar muestras de su calidad, pues dio una vuelta al ruedo tras la lidia del tercer ejemplar de la tarde, de la divisa de Francisco Melgar.
Cuando parecía que su carrera seguiría los pasos triunfales de la de su hermano Chucho, el comienzo de la guerra civil española de 1936 dio un duro golpe a sus inquietudes. Una vez de regreso den México toreó durante varios años hasta llegar al doctorado de 1939, ya cuando tenía 27 años.
Un par de años antes, el domingo 8 de agosto de 1937, se dio el gusto de inaugurar la plaza "El Pinal" de Teziutlián en compañía de su hermano Jesús, en una corrida mixta en la que dieron cuenta de un encierro de cuatro toros, perteneciente al hierro de Piedras Negras.
Finalmente, Eduardo recibió la borla de matador de toros en "El Toreo" de Puebla, el 16 de abril de 1939 de manos de Lorenzo Garza, y ante el testimonio de Fermín Rivera, con el toro "Poblano", de Heriberto Rodríguez. Ratificó el doctorado en "El Toreo" de la Condesa el 31 de diciembre de aquel mismo año, teniendo de nueva cuenta como padrino a Garza, y de testigo a Luis Castro "El Soldado". El toro de la ceremonia se llamó "Talismán", y pertenecía al hierro de Torrecilla.
En esta corrida obtuvo un resonante triunfo, y esta es una de las confirmaciones de alternativa que se recuerdan como las de mayor proyección de un torero, pues cortó cuatro orejas y dos rabos, según afirma don Guillermo E. Padilla en el Tomo II de su magnífica obra "Historia de la plaza El Toreo".
A diferencia de su hermano Chucho, que hizo equipo con el cuñado de ambos, el ganadero de La Punta, Francisco Madrazo García-Granados, Lalo se decantó por el bando de su padrino de alternativa, que estaba unido a don Antonio y Julián Llaguno, que por aquellos años habían declarado una guerra sin cuartel a los ganaderos de Jalisco y Tlaxcala, dividiéndose las fuerzas toreras y ganaderas en dos marcados facciones. Este pleito y posición de poderes desembocó en el famoso "Pacto de Texmelucan" de 1940.
El 26 de agosto de 1945 sufrió una cornada muy grave en la plaza de Tijuana, que fue penetrante de vientre. De hecho, fue una de las razones que lo obligó a comenzar a pensar en el retiro. Se lo infirió un toro de la divisa de Torreón de Cañas, que por entonces todavía era propiedad de los hermanos Gurza. Curiosamente, de este grave percance lo operó el doctor Gustavo Aubanel Vallejo, que dos décadas más tarde fue gobernador interino de Baja California.
Entre los logros más significativos de Eduardo Solórzano se cuenta el hecho de haber actuado en "El Toreo" de la Condesa aquel 9 de diciembre de 1945, la fecha memorable de la confirmación de alternativa de Manuel Rodríguez "Manolete" de manos de Silverio Pérez, con toros de Torrecilla.
De hecho, Lalo tuvo que dar muerte al toro "Cachorro", lidiado en quinto lugar, que hirió al monstruo de Córdoba, ya que en ese momento Silverio se encontraba en la enfermería, donde estaba siendo atendido de una pequeña herida que se produjo con la espada en un glúteo. Su intención era cortarse la coleta al termina la corrida, pues cuando tuvo oportunidad de alternar con Manolete en la finca zacatecana de El Sauz, afirmó que así no se podía seguir siendo torero después de lo que había visto. Él no se sentía capaz de dar la talla que Manolete imponía.
Sin embargo, su deseo se vio truncado ante la cornada de Manolete, ya que éste había sido anunciado en "El Progreso" de Guadalajara el siguiente domingo, el 16 de diciembre, corrida en la que también estaba contratado Eduardo. Cuando le manifestó su idea al recio empresario don Ignacio García Aceves, éste no lo consintió. Su argumento era que ya se había caído Manolete del cartel, y que Lalo no le iba a causar otro transtorno quitándose de la combinacion original.
Así que no le quedó más remedio que torear aquella última tarde, ya sin ganas, en la añeja plaza de la capital de Jalisco, donde estoqueó el último toro de su vida torera, de nombre "Bohemio", de la divisa de Torrecilla, ante la mirada del maestro Fermín Espinosa "Armillita" y Luis Gómez "El Estudiante", que entró al cartel en sustitución de Manolete.
Al cabo de los años cambió de residencia a la ciudad de Tijuana, donde colaboró estrechamente con la Casa Domecq, gracias a la ayuda que le brindó su amigo don Álvaro Domecq y Díez, y a través de don Antonio Ariza le encomendó distintas tareas de relaciones públicas dentro de la empresa vinícola.
A mediados de los años ochenta, ocupó un destacado cargo en la empresa taurina de la Monumental de Aguascalientes, conjuntamente con el doctor Alfonso Pérez Romo y don Julio Díaz Torre, con los que se encargó de organizar las corridas de la Feria de San Marcos de 1984 (15 corridas), 1985 (16 corridas) y 1986 (18 corridas, que es el récord de festejos en la historia de esta feria). En esos años potenciaron la presentación de los encierros, buscando la armonía de trapío de los toros, y también la importación de figuras españolas de la época.
En 1989 se llevó a cabo una cena de gala para conmemorar los 50 años de su alternativa, que compartió con el ilustre Alfonso Ramírez "Calesero", que también se había doctorado aquel año de 1939, y también teniendo al mismo padrino, el inolvidable Lorenzo Garza. El domingo siguiente se develó una placa en los patios de la Plaza México, que da fe de este encuentro de dos artistas del toreo.
A mediados de la década de los noventa enfermó de cáncer en el estómago y falleció el 18 de marzo de 1995 allá en Atotonilco El Grande, Jalisco, donde vivía tranquilamente en compañía de su esposa, doña Mirna Fonseca. Ahí estuvieron presentes sus hermanos menores, al pendiente de su delicado estado de salud.
Lalo Solórzano era un conocedor profundo del toro y de la Fiesta. Hablaba con sabor acerca del tema, y se caracterizaba por su distinguido porte. Aunque su paso por los toros fue un tanto fugaz, hoy hemos querido recordarlo con motivo de este aniversario luctuoso, y por ser parte de otra dinastía relevante de México: la de los Solórzano.