Un punto importante es que el toro de la Plaza Mexico ahora se presenta mejor, con más seriedad y trapío, sin que esto implique sacarlo de tipo.
El toro más bravo de la temporada fue "Tocayo" de ganadería de La Joya, a la postre indultado por Antonio Ferrera. El perdón de la vida del ejemplar de Piedras Negras me pareció inmerecido y la petición de indulto de uno de Santa Fe del Campo resultó ridícula.
Sobre este particular, no hay razón para despreciar al público cazacarteles que por lo general no asiste a los festejos en la Plaza México, pero sí resulta fundamental orientarlo sobre las características del comportamiento del toro para pensar en el perdón de su existencia. El de SFC no fue bravo, sino bravucón. Tumbar caballos y pegar fuertes arreones confundió a la entusiasta multitud.
Otros astados muy buenos fueron uno de Barralva lidiado por José Mauricio; dos de Pozohondo toreados por Jerónimo y El Zapata respectivamente; uno de Xajay en la corrida por la Oreja de Oro, y uno de Bernaldo, uno de Los Encinos y uno de Santa Fe del Campo en la última corrida del serial. También destacó el juego de un burel de Jaral de Peñas.
Las faenas más artísticas corrieron a cargo de Morante y José Mauricio. Aunque no es un torero nuevo, la revelación de la temporada fue precisamente el capitalino del quehacer elegante y templado. Ahí quedan también los sentidos naturales de Jerónimo en su única comparecencia.
Joselito Adame brindó sólidas actuaciones, confirmándose como la única figura mexicana de la actualidad. Qué lástima que no interesa en España.
La decepción de la temporada fue el sevillano Pablo Aguado. Una actuación pálida, intrascendente, sin fibra, sin presencia de ánimo. Nos dejó con las ganas de apreciar su clasicismo. Aguado equivocó la estrategia al llegar poco tiempo antes del importante compromiso, como si fuera tan fácil acoplarse al tipo de embestida del toro mexicano. Petardo.
Antonio Ferrera entró en definitiva en el ánimo del público del coso metropolitano con su tauromaquia muy personal, barroca e imaginativa. Sin duda tiene personalidad y su estilo resulta un tanto rebuscado y teatral, con un punto de afectación. Al cabo de tres años ha logrado entender al toro nuestro. Se confirmó Ferrera con el gran improvisador, dueño de incontables recursos. Su capacidad es incuestionable.
Una tarde decidió rendir un homenaje a Rodolfo Rodríguez "El Pana", toreando como el desaparecido diestro de Apizaco. Tal parece que al utilizar un capote que perteneció al "Pana", Ferrera se mimetizó con el tlaxcalteca. No sé qué tan afortunado sea imitar tan abiertamente las maneras de otro torero, pero también es verdad que quien se puso delante del burel de Villa Carmela y recurrió a sus propias herramientas fue el propio Ferrera.
Resultó positivo que la empresa convenciera a las figuras de torear la corrida por el Estoque de Oro, recuperando así el caché que había perdido el festejo a beneficio de la Asociación de Matadores. El único pero fue que apenas un día antes se dieron a conocer las ganaderías que iban a lidiarse en aquella función.
Otro acierto fue la inserción de una serie de actividades didácticas con entrada libre para el público, que asistió en buen número y conoció aspectos esenciales de la tauromaquia. Las tientas de machos y hembras pasaron del ruedo de la ganadería al de la Plaza Mexico, para sorpresa de una afición ávida de conocer más sobre su espectáculo favorito.