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Tauromaquia: Tarde cumbre de Manolete

Lunes, 17 Feb 2020    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
"...Unánimemente celebrado, alabado y hasta idolatrado..."
La última temporada en la historia de El Toreo de la Condesa fue la de 1945-46, y su foco de atención Manuel Rodríguez "Manolete", por fin en México. La culminación de dicha campaña llegaría con el mes de febrero: el día 3, Pepe Luis Vázquez borda bellísima faena con un toro de Zacatepec; el 5 se inauguró la Plaza México, el entradón batió todas las marcas y Manolete y Procuna triunfaron clamorosamente; el miércoles 13, Armillita y Pepín Martín Vázquez pugnan en grande por la Rosa Guadalupana, finalmente ganada por Fermín; el 16, Silverio Pérez corta el primer rabo en los anales de la recién estrenada cazuela de Insurgentes. 

Y al día siguiente, domingo 17, tiene lugar una de esas corridas que siguen proyectando una luz intemporal, con faenas inmortales de Manolete, Pepe Luis Vázquez y Luis Procuna. Coaxamaluca envió el mejor encierro de su historia ganadera.

Controversias

El Monstruo de Córdoba, unánimemente celebrado, alabado y hasta idolatrado por mexicanos de todas las condiciones desde que se presentó el 9 de diciembre de 1945, se vio de pronto centro de un apasionado debate. Primero, en la inauguración de la México, él y su cuadrilla maniobraron para que un juez pusilánime devolviera al corral un ejemplar de San Mateo que se emplazó de salida y puso en jaque a la grey toreril a punta de arreones; a los pocos días de ese tropiezo, que desató protestas en la plaza y reacciones adversas en la prensa. 

Tuvo Manuel el poco tino de caerse a última hora del cartel de la corrida a beneficio de la Unión Mexicana de Matadores de Toros y Novillos, y con el amañado parte facultativo envió de reemplazante a su compadre Gitanillo de Triana: la directiva de la Unión, reglamento en mano, dictó para el cordobés un año de suspensión, sanción tan inviable que hubo que levantarla, mas sin evitar que se siguiera alimentando la controversia; para colmo, su mozo de espadas "Chimo" tuvo un altercado con fotógrafos y reporteros y los hombres de la cámara acordaron un boicot fotográfico contra el Monstruo en su mano a mano con Silverio del sábado 16.

Con todo esto la polémica quedó servida, y convertía el festejo del 17 de febrero en una prueba de fuego para el tercer califa cordobés. ¡Más lo que le apretaran sus alternantes!

Síntesis del portento

El balance numérico de la corrida –tres orejas y tres rabos— no revela la sucesión de prodigios que se vieron esa tarde. Ni el público ni la crónica pudieron ponerse de acuerdo sobre cuál faena había sido la más grande: si la de Manuel Rodríguez a "Platino", la de Pepe Luis con "Cazador" o la de Luis Procuna a "Cilindrero". Sin olvidar que los tres estuvieron muy cerca de desorejar al otro toro de sus respectivos lotes.

Existe un corto cinematográfico como afortunado testimonio de la inolvidable corrida. Un legado en blanco y negro del que llaman poderosamente la atención los tres últimos naturales de Manolete a "Platino", un natural ligado a un pase pecho sin enmendarse de Pepe Luis Vázquez con "Cazador" y unas manoletinas de Procuna con el ajuste y la gracia inconfundibles del Berrendo de San Juan. Esos tres instantes áureos –pero no sólo ésos– podrían tener perfecta cabida en cualquier gran faena de la tercera década del siglo XXI. 

Dos cronistas, dos relatos.

La Fiesta, posiblemente la mejor revista de toros editada en México, aparecía los miércoles y alcanzó su apogeo en los años 40. Era su editor Roque Armando Sosa Ferreyro "Don Tancredo", pero precisamente en febrero del 46 le cedió la pluma a Ricardo Colín "Flamenquillo". Por su parte, "El Tío Carlos" (Septién García) publicaba en El Universal unas reseñas literariamente formidables, de conceptos exaltados, puestos en una prosa de elegancia sumamente original. Leeremos a continuación trozos entresacados de ambas reseñas.

Impresiones de "Flamenquillo". 

"Salimos ahítos de emociones. Fue la corrida más grande de la temporada y de muchas temporadas. ¡Qué bella es la fiesta taurina! Nada se le puede comparar, y menos aquí, en este marco de la vieja plaza donde todo tiene sabor, olor y color. Sobre la arenilla fina de tantas gloriosas gestas surgió nuevamente la epopeya. Tres estilos de torear, tres portentosas interpretaciones del arte viril, único, se trenzaron bajo el cielo apacible de una tarde a la que una prematura llovizna dejó limpia de las molestas ráfagas de febrero loco… La augusta majestad cordobesa –romana—de Manuel Rodríguez "Manolete". 

Límpida expresión clásica, aunada a un temperamento admirable que responde a la presión con el mando imperial que se desprende de su sapiente y poderosa muleta… Gracia, sabor y olor a solera de la fina en el toreo de Pepe Luis, toreo alado, angélico, de inspiración, finura y garbo. Toreo para paladearse lenta, deleitosamente… Y emoción sin límites en la inspiración de Luis Procuna, artista tocado por las alas del genio. Singularísimo torero que nos lleva de sorpresa en sorpresa y de cumbre en cumbre, deslumbrándonos con sus ilimitadas posibilidades taurinas." (La Fiesta, semanario. 20 de febrero de 1946).   

"El Tío Carlos": tres faenones

"Platino" –apunte usted el nombre—fue el cuarto, entre albinegro y sardo… tomó espléndidamente los capotes, con fuerza y codicia… Cuatro varas, un desmonte y un tumbo, saliendo suelto de algunas… Banderillearon Aguilar y Merino. Manolete comenzó con un ayudado por el lado derecho, pero al repetirlo por el izquierdo, el toro le puso el pitón en el hígado, causándole fuerte varetazo… Manolete se inclinó, doliéndose al golpe. Por fortuna no era nada. Retiró a los que habían llegado en su auxilio y citó al derechazo imperiosamente. Acudió el toro, y fueron tres pases en perfecto círculo más otros mirando al público, en alarde de dominio absoluto… Volvió para ejecutar un pase por alto suavísimo y, en seguida, tres derechazos portentosos, que fueron como uno solo por la lentitud, el mando y la sucesión de continuidad. 

El remate, un firmazo de emperador… Luego vinieron dos manoletinas ajustadas, un molinete invertido, dos derechazos suavísimos y el cambio de una mano a otra por la espalda, señorial… tres naturales inmensos por lo que tuvo que aguantar y guiar –el toro derrotaba por ahí y probaba un tanto--… al terminarlos el toro quedó frente al torero, a escasa distancia, adelantó como para embestir y se paró a unos cuantos centímetros. Manolete no parpadeó, movió suavemente la muleta y terminó el pase… Ya en los tendidos clamaba la multitud: ¡Torero, Torero, Torero!... Entró a matar con su fe tradicional y dejó todo el estoque. Lo sacó él mismo al poco rato y descabelló al segundo intento… Oreja y rabo con insistente petición de pata, trofeo que aquí no se acostumbra. Sacó al ganadero que recibió justísima ovación, luego a los otros dos matadores. Los cuatro juntos recorrieron el anillo. Solo ya, Manolete fue obligado a dar la cuarta vuelta al ruedo, aunque se rehusaba.  

"Cazador", 275, fue el segundo de la tarde, negro listón que tomó bien los capotes. Pepe Luis, demasiado encerrado en  tablas, se lo pasó en cuatro ocasiones y remató con media verónica de las suyas, aunque un poco rápida… El toro recibió en conjunto cuatro piquetes. En su quite, el matador en turno lanceó ceñido y con rapidez, pero la media verónica fue maravillosa. 

Procuna quitó con oportunidad ante una caída y gaoneó ceñido aunque con cierta falta de fijeza en los pies, Manolete hizo rabia por algo que le gritaron y ejecutó tres chicuelinas ceñidas, rápidas y la revolera final… Los banderilleros, mal… Pepe Luis comenzó con dos ayudados por alto, ligados a tres derechazos maravillosos: citando de frente, manejando la muleta con una suavidad indescriptible, dejando caer el brazo con naturalidad absoluta. Como remate, el de pecho con la izquierda… Ejecutó cuatro naturales clásicos, de frente y con el estoque a la espalda, rematando con el pase de pecho más dramático que le hemos visto… De largo y alegrando con su típica voz volvió a citar al bicho. 

Fueron otros cuatro naturales y uno de pecho… derrochando valor y sabor a clasicismo y sevillanía… recibió un derrote casi en la cara. Ejecutó, con rabia, un molinete entre los pitones y buscó la igualada… estocada en buen sitio que hizo doblar… Oreja y rabo. Dos vueltas al ruedo. Salida a los medios, entre gritos de ¡Torero! ¡Torero! 

"Cilindrero" se llamó el tercero, cárdeno oscuro y bragado. Tres varas recargando; en los quites, faroles invertidos de Procuna, lances naturales de Manolete y Pepe Luis dos medias graciosas y sedeñas, conforme lo que cada uno sabe hacer… Luis no estuvo afortunado con los palos y brindó a Carlos León… Comenzó con dos pases por alto, quieto. Y agregó, en trabazón, un alto y dos de costado muy ceñidos y plásticos… Le anduvo al toro, y vinieron dos derechazos muy largos, corriendo la mano perfectamente. Y metido entre los pitones, otro derechazo por bajo y un precioso remate por alto. Como colofón, un afarolado ceñido y lucidísimo, y uno de la firma erguido, majestuoso, incopiable… 

La segunda parte de la faena constó de dos derechazos, por bajo uno, por alto otro, mejor aún; otro afarolado, más derechazos de escándalo y dos primorosas manoletinas de perfil… Luego tres naturales perfectos y uno más como remate, ceñido y garboso. Un derechazo lento, un cambio por detrás y fijó al toro. Y tirándose con fe media delantera que tumbó al animal… Oreja y rabo, tres vueltas clamorosas… Y el grito enardecido volvió a resonar: ¡Torero, Torero, Toreroooo!  (El Universal, 18 de febrero de 1946)


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