Como si el destino le hubiese entregado una varita mágica a Antonio Ferrera, hoy no sólo se ganó el Estoque de Oro que estaba en disputa, sino que acabó de enamorar a la afición capitalina, luego del indulto del bravo toro "Tocayo", de La Joya, que fue un dechado de transmisión, calidad y repetición en sus embestidas.
Y de esta manera, el extremeño acabó por conquistar a un público que en las últimas dos tardes se ha rendido a sus pies, por esa forma tan peculiar de torear, de entregarse a la improvisación, a la euforia del sentimiento.
Ya desde la Temporada Grande anterior estaba visto que Ferrera le había cogido el pulso al gusto de la gente, y desde entonces no se apartó de ese concepto estilístico que tan buenos dividendos le ha granjeado. Porque al margen de sus procedimientos, que podrán guastar más a unos y menos a otros, resulta innegable su capacidad de conexión con el público, y eso tiene un inmenso valor.
Que si a veces se revoluciona demasiado es en aras de agradar, y lo consigue; que si en otras se arrebata hasta rayar en el histrionismo, así lo siente. En suma, sale a dar un espectáculo en el que, como decía El Cordobés, "torea de oídas" y a eso añade una carga emotiva sincera y especial.
Así fue como cuajó a "Tocayo", que no se cansó de embestir y se ganó la gloria del campo bravo al final de una puesta en escena vibrante y explosiva, en la que convivieron los redondos tersos, los naturales suaves, los desdenes luminosos, con una serie de muletazos de cara a la galería, con guiños constantes a la gente, que coreaba con fuerza la manifestación de Ferrera.
Esos "garbeos" largos en los que Antonio demostró su personalidad y el dominio completo del redondel, acapararon todas las miradas antes de que se volvía a colocar delante del toro para torear a placer de principio a fin, hasta que se pidió con fuerza el indulto de "Tocayo", y así fue como culminó este romance entre La México y un torero español, acaso el nuevo consentido de este público, con toda la frescura de un nuevo amor a cuestas.
La respuesta de los toreros mexicanos a este aluvión de emociones no se hizo esperar, y José Mauricio hizo una faena artística, con muletazos soberbios, por su temple y calidad, a un toro de Xajay al que había que pisarle el terreno, tenía clase y embestía con profundidad, metiendo la cara muy abajo.
El torero capitalino, otra de las revelaciones de la campaña, se recreó en los pasajes de un trasteo artístico, con el sello característico de su forma de interpretar el toreo, tan distante en concepto al de Ferrera, y tan válido, por supuesto, que el que había hecho Antonio.
Una estocada en buen sitio le puso en las manos una oreja, la quinta que corta en esta temporada de su resurrección taurina, de la que se espera recoja muchos frutos en provincia, adonde la gente lo espera con ilusión.
También Joselito Adame demostró que no se iba a marchar de la plaza sin un triunfo en la espuerta, y el enrazado y armonioso toro de Reyes Huerta corrido en quinto lugar le plantó cara con hombría para torearlo bien con el capote, dueño de esa seguridad que da la madurez y el sitio de figura.
Durante el segundo tercio invitó a banderillear a Ferrera, que volvió a estar pirotécnico hasta en los recortes, y Luis David se sacudió la losa que todos llevaban encima al colocar otro par de respeto, antes de que Joselito abrochara un tercio que levantó al público de sus asientos.
Minutos después, José volvió a colocarse en la línea de fuego y atacó al toro para obligarlo a embestir en una faena meritoria, por su enjundia y determinación, dedicada a la memoria de su abuela materna, fallecida en las últimas horas, y a la que fueron esos momentos de raza torera, y a la vez de angustia, cuando el toro de Reyes Huerta le pegó una fuerte voltereta en una dosantina.
Y sin mirarse la ropa volvió a la carga el torero de Aguascalientes para sacarle otros muletazos antes de tumbarlo de una contundente estocada que le valió el corte de dos orejas, de nueva cuenta protestada la segunda por ese sector del público que no acaba de entregársele.
Dolorido por el golpe y con el orgullo a flor de piel, José dio la vuelta al ruedo postrera en esta última actuación de una temporada en la que sumó cuatro paseíllos y cosechó un total de siete orejas, pero más allá de eso, demostró su jerarquía.
El toro de Las Huertas que enfrentó Luis David sólo le permitió mostrar sus ganas de agradar, y salvo el vistoso quite por zapopinas afaroladas, luego poco pudo hacer antes de darle muerte. Otro tanto le ocurrió a Morante con el deslucido ejemplar de Bernaldo de Quirós, al que le dio un par de lances de hermoso acabado y luego bosquejo detalles sueltos con la muleta antes de que el toro se aplomara por completo.
En el mismo tenor anduvo Enrique Ponce con el que abrió plaza, otro toro de La Joya que fue bronco, pues embestía rebrincado y topando, y con el que el torero valenciano estuvo digno tratando de sacarle provecho y sobresalió en la estocada con la que lo tumbó.
Al final Antonio Ferrera salió a hombros por segunda vez consecutiva, con el Estoque de Oro como importante premio a una tarde inolvidable, y también, quizá, por haber sido el primero en aceptar torear esta corrida que se espera se mantenga como ejemplo para el futuro, y el resto de las figuras extranjeras que, desde ahora, tendrán un compromiso moral de torearla para favorecer a la Asociación de Matadores.