De esta manera, el torero extremeño aumenta su cartel en la plaza capitalina, y demostró que la paciencia es una gran virtud en esto de los toros, pues nunca se desespero ante un lote de pocas posibilidades al que, a base de entrega, colocación, temple y recursos, terminó cortándole sendas orejas para abrir la Puerta Grande.
Esa conexión tan particular que tiene con el público va en aumento, y la gente ya lo siente como suyo. Ello se debe a que Antonio sale a entregarse sin reserva y, además, torea a placer, poniendo su sentimiento en cada trazo.
Así fue como metió en la muleta a los dos toros de su lote, ejemplares que no se empleaban, que embestían con incertidumbre, pero que tenían delante un torero puesto y dispuesto a hacerles fiestas con ese gran sentido del espectáculo, piedra angular de su vistosa tauromaquia que hoy volvió a cautivar al público y en la que sigue fiel a su camino.
De esa puesta en escena de Ferrera al empaque y la naturalidad de Morante también mantuvo el interés, sobre todo durante la faena el tercer toro de la tarde, que era dócil, y con el que el torero de la Puebla se afanó en estar bien, centrado y torero, a lo largo de una faena en la que brotaron esos destellos de inspiración que caracterizan su toreo.
Tanto los lances de recibo como los muletazos en redondo, en medio de los que intercaló soberbios molinetes de aire antiguo, Morante construyó una faena de buen acabado que fue coreada con intensidad por su legión de partidarios, que no son pocos. Y como mató con eficacia, le entregaron una oreja de peso, de las que dan gusto pasear en la vuelta al ruedo.
Lo malo fue que el sexto, un toro de pelo ensabanado, fue protestado por su falta de bravura y devuelto de inmediato. El sobrero no valía nada y Morante abrevió, hecho que molestó al público. Pero ya había dejado ese toreo de aroma que tanto gusta.
Fue una lástima que no pudiera prodigarse, pues venía con intenciones de dejar una huella más profunda en una temporada a la que acudió dos tardes y cortó sendas orejas.
El Payo cuajó una faena importante al octavo de la función, a la postre el toro que dio mejor juego del encierro de Jaral de Peñas. El queretano ancló las zapatillas a la arena y giró la cintura con elegancia en redondos y naturales con mando y temple, en los que llevó al toro sometido con autoridad.
El de Jaral de Peñas embestía con entrega y transmisión y no desaprovechó Octavio para gustarse en los cites, en los remates, en ese conjunto de muletazos de los que brillaron con luz
propia asolerados desdenes.
Y la mácula de esta obra fue haber pinchado, porque de otra manera hubiese cortado dos orejas luego del entusiasmo con el que el público recibió su toreo, el que no pudo ejecutar delante del cuarto, un toro deslucido que apenas y le permitió mostrarse.
El Zapata dio una aclamada vuelta al ruedo tras el vibrante tercio de banderillas con el quinto, el toro mejor hacho y serio de la corrida, al que primero toreó alegremente de capote -ejecutó en un par de ocasiones la difícil y vistosa “tacita de plata- y más tarde, en la faena de muleta, comenzó a torear en los medios mediante unos riesgosos péndulos, sembrado en los mismos medios.
Cuando parecía que la faena iba a ir hacia arriba, el de Jaral de Peñas se lastimó la mano izquierda y acabó acobardándose en las tablas, de donde ya resultó muy difícil sacarlo. Aquella alagaría inicial de la faena, que prometía mucho, se diluyó de inmediato.
Ante el poderoso burraco que abrió plaza también había estado entregado, y le porfió en banderillas, aguantando fuertes arreones en los que expuso mucho para solventar la papeleta, sin conseguir lo alcanzado en su tarde del pasado 12 de enero, cuando le tumbó tres orejas a la buena corrida de Pozo Hondo.
La gente aclamó a Ferrera en la salida a hombros, luego de que los miembros de la Porra Libre le entregaron el trofeo "Carlos Arruza" como triunfador de este festejo en el que se celebró el aniversario 74 de la inauguración de la Plaza México.
Y ahora volverá el próximo domingo, como segundo espada de un cartel que encabeza Enrique Ponce, y que complementan el propio Morante, así como José Mauricio, Joselito Adame y Luis David, con toros de distintas ganaderías.