Raúl Acha Rovira todavía le lleva cierta ventaja sobre su compatriota Andrés Roca Rey, pues salió cuatro veces a hombros por dos del joven limeño. Y si bien es cierto que Rovira es el único torero argentino por nacimiento que ha triunfado en Madrid de manera tan rotunda, sus logros se contabilizan bajo la nacionalidad peruana.
Así que fue con esta condición migratoria con la que fue izado a hombros hasta cuatro veces, a finales de los años cuarenta, para atravesar la Puerta Grande de Las Ventas, donde gozó de un importante cartel fruto de su arrojo y valentía.
Pero el padre del famoso cantante Emanuel no sólo atesora este logro, sino otro de mayor relevancia, ya que, hasta ahora, es el único torero nacido en América que se ha encerrado en esta plaza con seis toros.
Barcelona: el primer destino taurino
Pero vayamos por partes… Rovira confirmó la alternativa en Madrid el año en que se había doctorado, pues fue en la Monumental de Barcelona, el 24 de junio cuando Manolo Escudero lo hizo matador de toros en presencia de Julián Marín y el mexicano Luis Briones, con toros de la divisa de Arturo Sánchez.
La ratificación de dicho doctorado tuvo lugar en Madrid en la corrida celebrada el 10 de octubre siguiente. Su padrino fue Rafael Vega de los Reyes "Gitanillo de Triana", que le cedió la muerte de un toro de Joaquín Buendía, en presencia de Agustín Parra "Parrita".
En 1947 Rovira regresó a Las Ventas para ser el primer torero americano que toreó en el marco de la recién inaugurada Feria de San Isidro, precisamente en la segunda corrida de aquel ciclo. En esa ocasión compartió créditos con Pepín Martín Vázquez y Jaime Marco "El Choni", quienes lidiaron toros salmantinos de Alipio Pérez Tabernero. Rovira volvió a causar una buena impresión y dio una vuelta al ruedo a la muerte del segundo de la tarde.
En presencia de Evita Perón
Con ese ambiente a favor toreó su tercera corrida en aquella tarde del 12 de junio de 1947 en que se rindió un homenaje a Eva Perón, en su carácter de Primera Dama de la Argentina. Este hecho representaba una auténtica paradoja, pues Rovira había renunciado a dicha nacionalidad años antes cuando en su país no lo dejaron organizar festejos con los que buscaba pretender torear. Andando el tiempo se convertiría en un exiliado taurino al naturalizarse peruano a partir de 1940.
Un llamativo collage de fotografías ilustró nada menos que la portada del diario ABC, en la que se puede apreciar, en la imagen central, la aclamación del público hacia la popular Evita, que ocupaba el Palco Real en compañía del dictador Francisco Franco y su esposa, Carmen Polo.
La crónica firmada por "Giraldillo" en las páginas del castizo diario español, afirma que los toros de Tassara no tenían trapío, y al final de su texto refiere los pesos de los ejemplares: 410, 403, 416, 419, 440 y 420 kilos; es decir, un peso promedio de 418 kilos. Vamos, lo que no pesaría ni siquiera una novillada hoy día en esta plaza.
Pero al margen de esta circunstancia que se debía a que la cabaña brava española todavía no se recuperaba el saqueo ganadero sufrido durante la Guerra Civil, Rovira hizo lo mejor de la tarde: cortó una oreja y cautivó a la gente mediante su férreo valor y esa forma de estoquear a los toros que tantos triunfos le granjeó a lo largo de su carrera.
Con el aval de este triunfo, Rovira volvió a torear en Madrid el 22 de junio, fecha en la que abrió la Puerta Grande por primera vez en su vida, al desorejar, por partida doble, a un toro del Conde de Ruiseñada, ante la mirada de Pepe Luis y El Choni.
La siguiente actuación en Madrid del que era considerado como "!torero vasco-argentino" tuvo lugar el 12 de mayo de 1948, ¡y volvió a salir a hombros! en una corrida triunfal en la que Antonio Bienvenida cortó la oreja del toro de Alipio Pérez-Tabernero que abrió plaza, mientras que Rovira obtuvo sendos apéndices, y Paco Muñoz se consagró al cortar tres.
Al día siguiente Rovira tenía su segundo contrato en aquella Feria de San Isidro de 1948, y dio sendas vueltas al ruedo tras lidiar a los toros de Conde de Ruiseñada que enfrentó, luego de haber alternado con Parrita y Paco Muñoz. Y una vez concluido San Idiro, repitió el 23 de mayo al lado de Antonio Bienvenida y Parrita. En esta nueva comparecencia madrileña obtuvo un apéndice de un ejemplar del hierro de los Herederos de José María Galache.
Dos tardes más sumó en los días siguientes. Primero, en la corrida del jueves 17 de junio, en la que dio una vuelta al ruedo tras la lidia del quinto toro, perteneciente al hierro de Arturo Sánchez. Y el domingo 20 volvió a actuar con toros de Alipio Pérez-Tabernero.
El 22 de mayo de 1949 participó en su tercera Feria de San Isidro, al lado de Antonio Bienvenida y Manolo Escudero, quienes lidiaron un encierro de Pablo Romero con el que dio una vuelta al ruedo tras la muerte del tercero. Y al domingo siguiente salió otra vez a hombros luego de cortar dos orejas al quinto de la función, un toro de la divisa de Atanasio Fernández. En dicha ocasión, Rovira alternó con Pepe Dominguín y Paco Muñoz.
Cumplió con otro contrato en Madrid la tarde del domingo 5 de junio, y su actuación se saldó con la vuelta al ruedo al final de la lidia del tercer toro, procedente de la ganadería de Sánchez Fabrés,
La rivalidad con Luis Miguel
Por entonces, y tras la muerte de Manolete, el que mandaba en la Fiesta era Luis Miguel Dominguín, que venía con toda su arrebatadora pujanza y una casa de apoderamiento, la de su padre, don Domingo Dominguín, que tenía mucha fuerza. Triunfador contundente de la mismísima plaza de Madrid, Luis Miguel quiso ratificar su liderazgo y se anunció en una encerrona que estaba programada el martes 5 de julio.
Para entonces ya tenía una gran rivalidad con Rovira, que tenía un carácter fuerte y mucha determinación cuando se proponía algo. Así fue como se ofreció a la empresa de Las Ventas para torera también una encerrona que se programó dos días antes de la de Luis Miguel; es decir, el domingo 3 de julio de ese año de 1949.
En ese acontecimiento abrió plaza el rejoneador Pepe Atanasio, con un toro de Manuel García Aleas, mientras que Rovira dio cuenta de un encierro del Marqués de Albayda al que cortó un total de cuarto orejas para contabilizar su cuarta Puerta Grande en Madrid. Al salir de la plaza, en medio de una tremenda algarabía, pidió a los que lo cargaban a hombros que lo llevaran hasta el número 35 de calle de Príncipe de Vergara, donde vivía Luis Miguel, y que no está tan distante de Las Ventas.
Cabe mencionar que, en su encerrona, el torero de dinastía no tuvo la misma suerte que Rovira, ya que solamente cortó una oreja al segundo toro de la tarde, que pertenecía a la divisa del Marqués de Villagodio. Por entonces tenía ya cierto sector del público en contra, prácticamente desde que se había proclamado como el número uno en aquella corrida del 17 de mayo de 1949.
En esta temporada Rovira se contrató en menos tardes, pues fueron tan sólo 21 corridas toreadas en España, lo que representa casi la mitad de actuaciones del año de 1947, en que sumó un total de 46 corridas.
Las últimas corridas en España
Su presencia en cosos de España fue decreciendo y en 1952 sólo toreó 11 festejos, uno de ellos en Madrid, donde resultó herido grave el 27 de abril por un toro de los Herederos de María Montalvo. El percance se produjo cuando entró a matar, momento en que el toro le hizo una herida en el cuello de la que se salvó de milagro.
Y en su reaparición en esta plaza, programada el 25 de mayo, dentro de la Feria de San Isidro, volvió a resultar herido en aquella célebre corrida de Pablo Romero en la que Juan Silveti tuvo que matar cuatro toros porque Pablo Lozano también se encontraba en la enfermería, y que supuso una clamorosa salida a hombros tras tumbarle dos orejas a uno de sus toros. El percance de Rovira se lo dio el tercero, que había enviado "al hule" a Lozano, pero eso no impidió que permaneciera en el redondel hasta darle muerte antes de ingresar a la enfermería para ser atendido.
El domingo 6 de julio volvió a Las Ventas, y volvió a compartir cartel con Pablo Lozano, además de Pablo Lalanda, para dar cuenta de una corrida de Escudero Calvo con la que no tuvo suerte. Esta fue la última corrida que el valeroso Rovira toreó en Madrid, donde su historia aún resuena al cabo de tanto tiempo, y más ahora en que otro peruano, como Roca Rey, busca ceñirse el cetro del toreo en la primera plaza del mundo.