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El apunte: De villamelones y aficionados

Domingo, 29 Nov 2009    México, D.F.    Ceci Lizardi   
¡Ambientazo!

Si hubiere un tratado de socio-tauromaquia mexicana o una teoría social del toreo de la Plaza México, no me cabe la menor duda de que sería un estudio digno de leerse a conciencia, y quizá el primer tema de nuestro tratado abordaría la conducta del público que asiste a este singular escenario.

Sabemos que a los toros, además de todas esas personas que estudian, conocen y se interesan por el mundo del toro (a los que llamaríamos "aficionados") acuden los que se aparecen cuando actúa el torero de moda  (a los que llamaríamos "público ocasional",  o como dice el argot socio-taurino: "villamelones"). Pero independientemente de cómo se les llame, lo cierto es que tan importantes son unos como los otros, y en la corrida de hoy concurrieron ambos, todos juntos pero no revueltos.

En efecto, aficionados de toda la República se dieron cita para presenciar al "Principe del Toreo", como le gritaban por ahí a José Tomás, y el "público ocasional"  fue a verlo porque se enteró de que es algo así como el mejor de los toreros.

Alejandro González Inárritu, el director de cine mexicano nominado al Oscar en varias ocasiones, presenció el festejo acompañado de Rafael Herrerías -quien por cierto y para no variar con su polémica forma de ser, se llevó una rechifla cuando Arturo Macías lo abrazó efusivamente al festejar su triunfo-, y el toro que regaló el de Galapagar, originalmente llamado "Despacito" fue rebautizado con el nombre de "Babel", una de los largometrajes más destacados del Negro, como apodan al reconocido cineasta.

También asistieron  a la plaza el multi millonario Carlos Slim, tercer hombre más rico del mundo según el estudio de Forbes en el 2009,  a quien Macías brindó su segundo toro, y algunos  políticos que siempre se han servido de la fFesta como plataforma social. Lo bueno es que la plaza estaba casi llena, y eso, para aquél que nunca lo ha presenciado, es un espectáculo sin igual.

Tanta gente se dio cita en La México que el caos vial no se hizo esperar; los programas oficiales se agotaron, y hasta la clásica taquería de solera tradición taurina "El Villamelón" fue clausurada pasadas las cuatro de la tarde, por la gran cantidad de gente que se encontraba cosumiendo bebidas alcohólicas en la calle y en la banqueta.

El segundo tema de nuestro tratado sería el referente a la concesión de los premios. Ya se anunciaba a mitad de semana que para esta tarde volvía el juez Miguel Ángel Cardona, apodado "El grande Cardona" por su elevada estatura, por ser un juez medianamente constante en su criterio taurino.

Antes de entrar a la plaza comentó en corto que volvía para devolverle  a La México la seriedad que merecía, ya que en los últimos años hemos padecido una apendicitis aguda nada saludable para la seriedad que debe de darse a tan magno escenario.

Lo malo es que no supo encontrar el justo medio, pues como dice el dicho: "ni tanto que queme al Santo, ni tanto que no el alumbre", porque en el primer toro de José Tomás se negó rotundamente a conceder una oreja de ley a pesar de que la petición era abrumadoramente mayoritaria, olvidando que el Reglamento del Distrito Federal, claramente establece, en su Artículo 72, que "la primera oreja será otorgada cuando una visible mayoría de espectadores la solicite ondeando sus pañuelos u otro objeto visible y si la estocada se ha ejecutado correctamente", cosa que sí acontenció, aunque el de Galapagar haya tenido que hacer uso de un efectivo golpe de descabello para dar muerte al toro.

Hay que decirle al señor juez que una cosa es ser estricto y otra es ser insensible; y por eso, a partir de entonces la madre de El grande Cardona se hizo muy presente, porque -y este sería el tercer punto de nuestro tratado-  la afición capitalina tiene poca memoria a largo plazo pero demasiada al corto, y cuando se enoja en una tarde no hay poder humano que la contente.

Así, el enfado continuó cuando en alguna parte de la plaza se pidió que se le concediera el rabo a Macías. ¿Pues no nos quejábamos de que los rabos en la México estaban de oferta? Lo que sucede, y así lo decía un aficionado atrás de mí, es que no hay congruencia en lo que sucede domingo tras domingo y no hay continuidad en los criterios que se utilizan a la hora de la concesión de los premios.

Lo cierto es que después de todo, tardes como la de hoy y carteles como éstos, son los que revitalizan la afición, entendiéndola como una cualidad que atañe a cualquier persona que disfruta con el arte del toreo, independientemente de su nivel de conocimientos en tan compleja materia.


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