Catorce años después el Festival de la Virgen Esperanza de Triana conserva aún su magia original; el recoleto escenario de la centenaria plaza Belmonte de Quito, taza de broce servida en el corazón de la ciudad, rebosó de miles de privilegiados aficionados que vivieron, otra vez, una noche para el recuerdo.
Tras el procesional recorrido con la sagrada imagen aupada por los toreros, uno a uno aparecieron en el redondel reses de Huagrahuasi y Triana que permitieron el triunfo de sus lidiadores que, invariablemente, se prodigaron en la arena para emocionar al graderío en continuos momentos de torería.
La plenitud del espectáculo se vivió durante la lidia del tercero de la noche, un notable toro de Huagrahuasi nombrado como "Retador" que acometió con bravura y nobleza a los engaños. Fueron medio centenar de enrazadas embestidas con las que David Fandila "El Fandi" catalogó su variada tauromaquia hasta firmar una larga como apasionante faena y el indulto del gran Retador.
Con el capote el trabajo fue variopinto; verónicas, chicuelinas, faroles y serpentinas pintaron de rosa el coso, para dar lugar a un trepidante tercio de banderillas en el que, el tercer par, clavado al violín, cimbró al tendido. Con la tela roja, ya evidente la calidad del animal, el diestro toreó de rodillas con arrojo y quietud.
Ya de pie, El Fandi acompasó con la mano derecha las repetidas embestidas, en series compuestas desde el vistoso pase de las flores hasta los largos pases de pecho. Más adelante la lentitud y el temple aparecieron en secuencias sobre las dos manos que confirmaron la calidad del toro. Las ceñidas manoletinas finales determinaron los máximos trofeos simbólicos y el perdón de la vida del sobresaliente ejemplar.
Abrió el festejo el rejoneador nacional Álvaro Mejía que, como siempre, mostró su capacidad y progresión. El jinete, ejemplo de dedicación y esfuerzo, parece no encontrar techo; su afición ahora sostenida en una importante base técnica le permite cumplir actuaciones meritorias. Tras clavar un solo rejón de castigo, condujo a su energético caballo "Hormiga" en el tercio de banderillas; para prender los rehiletes al quiebro se lució montando a Torero y recibió el doble premio.
La torera española Cristina Sánchez buscó acoplarse al toro de menos prestaciones del festejo; sin embargo, con voluntad toreó con la mano derecha en contadas sucesiones que fueron retribuidas con el reconocimiento de la vuelta al ruedo final.
Debutó en la mitad del mundo Emilio de Justo que abierto de capote lanceó por siete ocasiones a la verónica y, en el corazón de la arena, dibujar una media de preciosa confección. Tras el quite por chicuelinas, ya con la muleta puso en escena su pulcro concepto al manejar el paño con la mano diestra. Citando de frente y cargando la suerte enganchó, una y otra vez, al buen toro de Triana en cinco tandas de sobrio diseño que valieron el galardón postrero.
El joven torero peruano Joaquín Galdós confirmó su pletórico momento profesional en una estupenda obra con el noble astado de Huagrahuasi que enfrentó. Con el engaño grana logró edificar un quehacer in crescendo con pasajes de calidad, en especial, en la segunda mitad del trasteo. Enumeramos seis magníficos e hilvanados capítulos de derechazos y naturales expresados con despaciosidad, ritmo y, sobre todo, con la profundidad que ofrece el toreo de mano baja valorado en las orejas simbólicas que recibió.
Al final de la velada, los aficionados quiteños se marcharon de la plaza con el sabor del buen toreo deleitando sus sentidos.