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Naturalidad y prestancia: Los rasgos de Cayetano

Martes, 17 Nov 2009    México, D.F.    Juan Antonio de Labra / Berumen      
Todo un personaje

La prestancia de Cayetano llena el salón donde los flashes de las cámaras iluminan de continuo sus ojos verdes. Su mirada, tocada de una recóndita melancolía, despierta el interés por conocerlo con mayor profundidad.

La sencillez de su trato refleja al hombre feliz; al ser humano que camina por la vida mirando de frente. Se trata de un torero ilusionado… pero no tanto por el triunfo en sí mismo, que para él lo del triunfo debe ser ya, desde que comenzó a dar rienda suelta a su verdadera vocación, poder vivir en torero y evocar la figura de sus antepasados.

Con tanto linaje taurino sobre sus espaldas, ha venido a México a confirmar su alternativa. Y el hecho reviste un atractivo especial: la reaparición de otro torero dinástico, artista cabal, que vuelve a vestirse de luces para que esta ceremonia cobre  un sentido más romántico.

¿Quién mejor que Armillita para confirmarle a Cayetano? Hoy por hoy, en México, nadie. Así que la decisión de buscarlo –la mano de Curro Vázquez de por medio–, ha sido una jugada muy fina, de esas que tanto gustaba echar al maestro de Linares cuando tenía entre las manos un mazo de naipes.

Toma de contacto

El primer encuentro oficial de Cayetano con los medios de comunicación es fluido, tanto como su toreo. A las palabras de bienvenida sigue la proyección de un video.

El documental filmado hace tres años refleja la personalidad del torero; la dureza de su preparación en el campo; la forma en que asume una filosofía de vida que ya llevaba en la sangre. Porque Cayetano es torero desde que nació. Por los cuatro costados.

Y esta compenetración de la audiencia con la fuerza que emana de la Fiesta, tan profunda cuando se cuenta como debe ser, crea en el salón un clímax perfecto.

Ahí está el personaje, vestido de forma casual; con la barba crecida de un par de días, y sin pose alguna que valga. Así es Cayetano, un hombre de nuestro tiempo que decidió buscarse a sí mismo; rompió los moldes de la conducta en sociedad, y se apartó de cualquier estereotipo para sacar el sentimiento que lleva dentro.

Termina la emisión del video y los periodistas se quedan en silencio, ahogando quizá unas palmas que revolotean en el ambiente. No hace falta aplaudir; ahí está el torero delante, con la mirada atenta y una infinita serenidad en su actitud.

Como una media verónica

Heriberto Murrieta hace uso de la palabra para habar sobre la trascendencia de Cayetano y su asolerada familia. El discurso tiene argumento; se desgrana con inteligencia y entrelaza, de manera perfecta, la relevancia del personaje y su papel en los medios. Cayetano es mediático, pero ante todo es un torero. Y eso infunde un gran respeto.

Después de esta brillante intervención de Murrieta, comienzan las preguntas de los periodistas.
Vuelve a percibirse la sencillez de Cayetano, porque contesta con amplitud a cada una de las preguntas. Sin prisas, sin agobios; como saben torear los buenos toreros.

Las palabras salen de sus labios suavemente, envueltas en ese tono grave de su voz que le brinda a las frases un fervoroso magnetismo.

Minutos más tarde Cayetano se sube a la camioneta de su amigo Aurelio García Montoya, acompañado de la cuadrilla. Bromean, ríen. Están contentos. Se van al campo a alejarse del bullicio de la ciudad, y a prepararse para una corrida que, de antemano, ya tiene por detrás una historia muy torera.

Cayetano: torero y propagador del torero


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