Hace poco escuché a alguien decir que si la fiesta de los toros provocaba tantas pasiones, emociones y admiración, era porque a diferencia de lo que pasa en otros espectáculos, lo que sucede en un ruedo es la pura verdad. No es ni teatro ni cuento ni actuación sino puritita verdad. No hay ensayos ni pruebas, de modo que nadie sabe lo que puede pasar hasta que está pasando.
La reflexión anterior viene a cuento porque la corrida de hoy de La México es un claro ejemplo de ello. Un cartel bien rematado por todos lados: un torero experimentado, una figura, una promesa, una ganadería de caché, y todos ellos triunfadores. ¿Qué más se necesita para una tarde gloriosa? La respuesta es simple; Suerte.
Para empezar, la entrada, ni la mitad de la pasada. Hoy no me topé con ninguna luminaria ocasional; sólo con aquellas que ya son parte de la indumentaria de la plaza como, el ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, el actor Rafael Inclán o los periodistas Rafael y Carlos Loret de Mola -padre e hijo-, que hoy vieron juntos la corrida.
Los demás famosos quizá estaban de puente, algo que quizá incidió negativamente en la entrada, que nada tuvo que ver con la tarde anterior.
Cayetano también presenció la corrida desde el callejón; recién desempacado de Madrid, y antes de irse al campo bravo mexicano, no quiso perderse la oportunidad de presenciar la majestuosidad de la monumental mexicana, en la que confirmará su alternativa el próximo 6 de diciembre ante la presencia de la prensa rosa y muchos socialités.
Y luego, el festejo de hoy que no acabó de romper. Porque aunque a nadie le quede duda de los infinitos cuidados, del desmedido esfuerzo y del costo económico que implica criar a un toro bravo, cuando los toros no embisten no hay nada que hacer. Entonces no queda nada más que honrar a quien honor merece.
En este sentido resultó muy atinado el grito de un señor del tendido de sombra que dirigió a Miguel Ángel Perera: "¡Torero honrado!", le dijo con fuerza, pues, ¿qué otro calificativo puede usarse cuando te juegas la vida, una y otra vez, sin disimulo, ante un animal que no vale nada? Sólo ese. ¿Y cuándo atiendes a una petición mayoritaria de regalar un toro, aún cuando ya has salido al tercio en dos ocasiones? Sólo ese. Honor a quien honor merece. Y no menos para José Mauricio, que sudando la gota gorda demostró cabalmente sus buenas maneras y el gran carisma que lo caracteriza.
Es una pena que la tarde no haya dado para más. Esperamos con ansías el siguiente domingo y ¡que haya suerte!