La tarde se había torcido desde que un toro de Boquilla del Carmen se cargó a otros dos hermanos de camada, y la corrida tuvo que ser parchada con cuatro ejemplares del hierro de Manolo Espinosa que no dieron bueno juego. Aquellas embestidas complicadas y reservona, frente a las que la cuarteta de toreros se esforzó con gran valor, no les permitieron mostrarse.
Y fue a partir de la segunda parte de la corrida, cuando saltaron a la arena los del hierro titular, cuando sí que pudieron hacer algo más, sobre todo el peruano Joaquín Galdós, que se estiró en los mejores muletazos de la maratónica corrida con la que culminó una brillante Feria de San Marcos.
Los de Boquilla del Carmen tuvieron mayores prestaciones, por nobles, aunque muy gordos, y se movieron poco. Sin embargo, dejaron andar muy a gusto a los toreros, que antes habían pechado con esos primeros ejemplares que los pusieron en predicamento.
Ya con el ambiente de cierre de feria echado a andar, los pasajes más relevantes corrieron a cargo del propio Galdós, que en unos cuantos días va a confirmar su alternativa en Madrid, y que mostró su bien aprendido oficio y esa firmeza de plantas que le permitió torear largo, templado y con seguridad.
Como mató de una buena estocada se le concedió una oreja, idéntico premio al que obtuvo Diego Sánchez, que tenía nueve meses sin vestirse de torero. No obstante, el hijo del matador Fernando dejó entrever un avance expresivo interesante, pues toreó con cadencia y ritmo al séptimo, que se paró pronto, en medio de la algarabía del público que recibió su actitud con mucho agrado.
Esos derechazos relajado, frente al burladero de matadores, tuvieron el donaire de lo bien hecho, y la satisfacción de conectar con la gente, que le coreó con fuerza esos muletazos cargados de temple y suavidad. Una estocada eficaz le granjeó el corte de ese apéndice que esperemos le abra las puertas de otras plazas.
Ricardo Frausto intentó apostar desde el principio al recibir en los medios al segundo, que le dio un “navajazo” en la espalda cuando intentaba recibirlo con una tafallera. A pesar del dolor que sentía, le tragó al de Manolo Espinosa. Y con ese mismo espíritu de lucha enfrentó al sexto, con el que estuvo centrado.
Gerardo Adame espantó de valiente con el toro que abrió plaza, que tenía peligro y se defendía. Desde ahí, al igual que el resto de sus compañeros, dejó muestras de una encomiable actitud que, por desgracia, no pudo canalizar hacia al triunfo.
Este otro hidrocálido del cartel volvió a entregarse con el quinto y sin poder redondear porque el toro duró poco, se animó a regalar un sobrero de Santa Bárbara en un sano afán de no pasar inadvertido y con el que consiguió entusiasmar al público en una faena alegre y con momentos buenos por ambas manos. Fue una lástima que el toro fuera tardo porque eso restó importancia al trasteo, que levantó el ánimo cuando se escuchó "La Pelea de Gallos".
Una vez que había conseguido hacer algo más redondo, no estuvo fino con la espada, con la que estuvo mal toda la tarde, y así dejó escapar la oportunidad de obtener la oreja que había ganado toreando.